Judith Cabrera es una mujer que, antes de trabajar directamente con personas migrantes, vivió diversas situaciones que forjaron su visión.
De ser una persona apática y con un fuerte sentimiento de inevitabilidad conoció cómo es que aún hay personas buenas en el mundo.
Actualmente se encarga de codirigir el albergue Border Line Crisis Center en el que residen mujeres, infancias e integrantes de la población LGBT+.
Tijuanense hija de migrantes
Los primeros acercamientos de Judith con la migración se dieron durante su infancia, en su propio hogar, aunque no era muy consciente de ello.
Su madre es una mujer que llegó a Tijuana desde la sierra de Sinaloa huyendo de la violencia de aquellos años.
Su destreza y gusto por la cocina la llevaron a abrir varios restaurantes en los que ofreció lugar a quienes venían de Sinaloa.
“Mi mamá de cierta manera informal tuvo su propio albergue ahí y les daba estancia, trabajo y apoyaba en lo que fuera, la mayoría venían de paso”, comentó.
Crecer en una generación que normalizó la migración
Además resaltó que, al vivir en una ciudad como Tijuana, mucha gente normaliza lo que ocurre y se desensibiliza, como le ocurrió a ella.
“En mi generación un tema recurrente era “la identidad tijuanense” y los artistas buscaban definirse sin mencionar la migración; ‘Tijuana es más que migrantes’, decían”.
Así creció una Judith que creía que lo que ocurría en la ciudad era algo que no se podía cambiar y no había nada que hacer al respecto.
Recuperando la fe en la humanidad
Tras una visita al Café de la Comandanta Ramona en la ciudad de México y platicar con la encargada, conoció cómo es que existen espacios autónomos.
“Dije ‘¿cómo se hicieron de esta casa?’ y la encargada me dijo ‘Nos la donaron, sí Judith todavía hay gente buena en este mundo’”
El impacto de su descubrimiento y ver los esfuerzos colectivos la llevó a adentrarse en otras corrientes ideológicas paso a paso y siguiendo sus ideas.
“Empecé con la economía solidaria, autonomía alimentaria, después el feminismo, el anarco-feminismo, la música, el punk y todo se va entretejiendo”.
2018, un año decisivo para Judith Cabrera
La caravana centroamericana llegó a Tijuana en 2018, para entonces sus bases estaban arraigadas en el apoyo mutuo y la solidaridad.
Entre la incertidumbre, el primer impacto masivo se vio magnificado de forma negativa con los discursos de odio propagados en la ciudad por las mismas autoridades.
La necesidad de ayudar y contradecir a un sector social puso a los activistas en el ojo del huracán llevándolos al grado de tener que esconderse.
“Fue un shock, porque es una cantidad de personas con muchas necesidades, una situación muy compleja donde de repente estábamos acordonados por la Policía Federal”.
Lidiar con el machismo en los movimientos migratorios
Al trabajar con personas en condición vulnerable no excluye a las mujeres de vivir situaciones de acoso y violencia al interior de los grupos.
“Tras un comentario hostigoso hecho por un señor que estaba lastimado, me fue difícil seguir trabajando con hombres, pero le contesté con respeto, nada más.”
Judith Cabrera relató que durante los casi seis años que tiene trabajando para y con la población migrante, aprendió que las mujeres no dejan de correr riesgos.
Los tipos de violencia que viven tanto mujeres como las infancias y la población LGBT+ motivaron a que el albergue que codirige sea enfocado en esos sectores.
“No voy a doblar las manitas”
Luego de la confrontación en contra de un excolaborador por agresión sexual, Judith sufrió señalamientos y amenazas que intentaron restringir la operatividad del albergue.
Se trataba de una persona que logró influir de tal manera que limitó los recursos que obtenía en ese tiempo Border Line.
“Me costó difamación, dijeron que tenía vínculos con el crimen organizado, me robé decenas de miles de dólares y otras cosas”
Tras dos años de tomar la decisión de denunciar, aún le cuestionaban el por qué seguir adelante, pero las acciones han hablado por sí solas.
“No voy a doblar las manitas y sonreír y decirle, tráiganse al agresor sexual y lo ponemos con estas mujeres vulnerables para que me regresen mis fondos”
Hoy en día la organización sigue trabajando no solo en dar un espacio de acogida a mujeres migrantes.
También buscan involucrar a sus residentes en actividades que permitan procesar el momento por el que están pasando y generar empatía con el resto de la comunidad.
“A veces por ser mujer no nos quieren dar el respeto que merecemos, pero seguimos trabajando para apoyar a las residentes que lleguen”