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Redes migrantes en la pandemia

Redes migrantes en la pandemia. | Foto: Ximena Nátera / Conexión Migrante.
Los migrantes en Nueva York crearon sus propias redes de apoyo para superar la crisis por el Covid-19. | Texto: Nadia Sanders / Fotos: Ximena Natera.

La emergencia tocó a la puerta de Jairo Guzmán una tarde de marzo. “Estábamos en la iglesia, cuando llamaron dos señoras que ya nos conocían para saber si teníamos alimentos. Después, se empezó a correr la voz y llegaron más y más”, recuerda el director de la Coalición Mexicana, en el Bronx.

En pocos días se confirmó que la comunidad migrante carecía de alimentos y de cualquier equipo de protección.

—Llegaron unos señores diciendo que no hallaban ningún termómetro, que costaban muy caros, que necesitaban uno —dice—. Salir a la calle suponía el riesgo de enfermarse; quedarse en casa, de morir de hambre.

El confinamiento era imposible para miles de inmigrantes indocumentados que laboran en el comercio, la limpieza, la construcción o las entregas a domicilio. Se trata de trabajadores esenciales que son el pilar financiero de sus familias.

—Recuerdo ir al supermercado y no encontrar carne. No había artículos de limpieza, el papel de baño desapareció. 

El Consulado Mexicano cerró sus puertas el 17 de marzo y comenzó a operar de forma remota. Un equipo de 120 personas intentó atender a una población de más de 2 millones de mexicanos basados en Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut. Se vieron totalmente rebasados.

Así que fueron los migrantes quienes tejieron las redes de apoyo que alimentaron a otros migrantes y mitigaron el golpe de la pandemia para esos hombres y mujeres que pagan impuestos, pero que carecieron de apoyos económicos durante más de un año.

150 organizaciones en acción

En Nueva York, hay unas 150 organizaciones de la sociedad civil enfocadas a atender a la población migrante. Ofrecen asesoría legal migratoria, promueven la defensa de sus derechos, el acceso a la educación universitaria, la justicia o la conservación de las tradiciones étnicas.

Algunas trabajan como colectivos; otras, operan desde las iglesias o el ámbito empresarial, pero todas han creado redes habilitadas para recibir donaciones deducibles de impuestos. Llevan más de dos décadas de experiencia acumulada  y han aprendido a jugar las reglas del sistema luego del ataque a las Torres Gemelas, en 2001; o el huracán Sandy, en 2012.

La pandemia, no obstante, suponía un trabajo titánico. En el área metropolitana de la ciudad de Nueva York hay alrededor de 350,000 mexicanos, más de 80% son indocumentados, y muchos sólo hablan su lengua indígena.

Prácticamente 9 de cada 10 de estos mexicanos laboran en restaurantes, en la construcción y en el transporte. Su vida ya era precaria antes de la pandemia y el desempleo golpeó a 60% de ellos.

La muerte tampoco les hizo concesiones. La tasa de fallecimientos de latinos por Covid es del 34% del total en Nueva York, casi el doble de las muertes registradas entre la población blanca. 

Muchos de estos migrantes eran el único pilar económico de sus familias. Aún se desconoce cuántos huérfanos ha dejado la pandemia. La Administración de servicio para niños en Nueva York asegura que son “muy pocos” los menores que han tenido que ponerse al cuidado de otros adultos, pero declinó ofrecer cifras.

Coalición Mexicana: apoyo a cambio de cifras

Las experiencias del pasado nutrieron las acciones de las redes migrantes. La Coalición Mexicana, por ejemplo, nació después del ataque terrorista a las Torres Gemelas, en 2001. Jairo Guzmán, su fundador, trabajaba para la representación del gobierno de Puebla y se dedicó a buscar víctimas de origen mexicano para informar a sus familias en Puebla.

—Se trataba de ayudar a trasladar a México a un ser querido y de ayudar a personas que no estaban legalmente casadas, para que tuvieran derecho a ciertos recursos.

En algunos casos buscó fondos para las viudas en México, apoyado por abogados voluntarios. Ahí nació la inquietud de crear la Coalición Mexicana.

En este trabajo, Jairo aprendió que las instituciones gubernamentales en NY responden ante las cifras. Mientras mejor pudiera cuantificar el alcance de la ayuda, más fácil sería obtener donaciones. Cuando se dio cuenta del tamaño de la emergencia por la pandemia, comenzó a recabar datos.

—Hicimos una encuesta en marzo a 160 personas con la plataforma Survey Monkey. Les preguntamos si tenían dinero para comprar los productos básicos de 14 días y si confiaban en que les iban a pagar, si confiaban en el gobierno. Esa información la usamos con el Departamento de Salud de la ciudad de Nueva York para decirles: miren lo que está pasando. Todo esto se puede convertir en algo peor si ustedes no apoyan.

El Departamento de Salud envió cubrebocas, guantes, termómetros y dinero para pagar personal de apoyo. Jairo Guzmán se apoyó en el sector académico para evaluar la viabilidad de sus propuestas.

—Yo me acerqué mucho con las universidades que podían acreditar que el trabajo que íbamos a hacer era bueno. 

Para comprar alimentos y equipo médico, escribió cartas a filántropos y fundaciones precisando la cantidad de insumos que requería y cuántas familias serían apoyadas.

Pudo ayudar, por ejemplo, a una mujer que tenía tres hijos pequeños. Su esposo había muerto en su propia cama debido al COVID 19.

—Cuando el esposo se enferma de COVID, murió en la habitación que rentaba, ella es la que se encargó de llamar a la ambulancia, se llevaron el cuerpo, —recuerda Jairo—. Ella salió a pedir apoyo y la familia de él se espantaron por el estatus migratorio de todos y la sacaron, la arrojaron del departamento. 

La Coalición Mexicana suele pedir donaciones de entre 100 y 10,000 dólares, dependiendo del perfil del donante. Pero pueden recibir gratas sorpresas. Jairo escribió por primera vez a una persona a quien le expuso todas las necesidades de material que tenían y que representaban 8,000 dólares en gastos; ella les entregó 50,000 dólares y les dio seguimiento a través de su fundación.

 Red de Pueblos Transnacionales: se habla náhuatl, mixteco y totonaco en NY 

Marco Antonio Castillo, antropólogo y activista, ha trabajado en la reunificación de familias originarias de comunidades indígenas en Nueva York desde hace 20 años. Es el director de la Red de Pueblos Trasnacionales, organización que trabaja para reivindicar la identidad y las tradiciones de los migrantes indígenas en la ciudad de los rascacielos.

—Durante la pandemia fue muy evidente que no todos los migrantes son iguales. Aquellos que no hablaban una lengua primaria, como el español o el inglés, sufrieron mucho más para acceder a la información. 

Castillo explica que prefieren vivir en la sombras y evitan pedir ayudas gubernamentales. Para esta población fue especialmente difícil localizar a sus familiares en la red de hospitales, desbordados por la emergencia, sin ventiladores suficientes para todos y con tráileres con sistemas enfriadores para mantener decenas de cuerpos hasta que pudieran ser reclamados. 

Muchos de éstos, con nombres mal escritos por la disonancia del idioma o, de plano, con nombres falsos porque hay migrantes que consiguen trabajar sólo con otra identidad.

—Imagínate cómo una persona migrante indígena se mete a la tarea de localizar familias. La familia te dejaba en un hospital, pero el personal no les decía que lo habían subido a otra ambulancia para llevarlo a otro hospital por los niveles de saturación. 

La Red de Pueblos Trasnacionales tiene siete comités en diferentes partes del estado de Nueva York. Cada uno se mantuvo en contacto con sus conocidos durante la pandemia y enviaba un reporte diario de cuántos casos conocían de personas fallecidas o enfermas y trataron de ubicar a las no localizadas por sus familiares.

La misión principal era generar un expediente integral. Conocer a qué hospital lo habían llevado. Si no había sitio ahí, identificar la ambulancia que lo llevaría a otro hospital.

La Red es autogestiva, pero cuando empezó a fluir la ayuda en Nueva York por parte de grandes fundaciones, fueron un canal para comprar despensas y distribuirlas entre sus redes. En 2020, repartieron alrededor de 2,500 despensas. 

La parroquia del Buen Pastor: un duelo con dignidad

Ángel Gordillo, mexicano de 41 años, recuerda la angustia que vivió cuando enfermó de COVID, al igual que su hermano René y su esposa. Pensó en sus cuatro hijos, tres de ellos menores de edad y en su sobrino de 16 años.

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–Pensé: mi esposa se va a morir, yo también, mi hermano… Lo que hacía era encomendarme a Dios. Lastimosamente, fue mi hermano el que ya no pudo.

Cuando Ángel quiso enviar las cenizas de René a México, se enfrentó con la burocracia en el Consulado mexicano y decidió conservarlas. Entonces, se enteró que Juan Carlos Ruiz, el sacerdote que le hizo llegar despensas de alimentos mientras estaba enfermo, haría un viaje a México para entregar las cenizas de otro migrante en las manos de su madre.

—Fue el alma que Dios me puso en mi camino para muchas cosas, —dice Ángel.

El ministro anglicano Juan Carlos Ruiz, nacido en México, encabeza la Parroquia del Buen Pastor. Como sacerdote católico en Chicago, formó parte de la Coalición Nuevo Santuario, una red de iglesias, abogados y activistas que brinda protección a migrantes en proceso de deportación. Hace un par de años, fue “expulsado” de la iglesia católica por no seguir las reglas.

Ahora, desde la iglesia anglicana continúa el activismo. En septiembre de 2020, llevó las cenizas de Claudio, un migrante de 29 años originario de Guerrero, a la casa de su madre. 

Una noche antes de su viaje, Ángel llegó a la parroquia para pedirle que también llevara a su hermano, aprovechando que su familia vivía muy cerca, en un municipio de Oaxaca de la región Mixteca.

—El otro iba de contrabando de regreso. Como llegó de contrabando, también se fue de contrabando, dice Juan Carlos en tono compasivo. 

El padre llevó los restos de dos migrantes a México y los entregó en manos de sus familias. 

A la Parroquia del Buen Pastor llegan 500 cajas de alimentos del gobierno de la ciudad de Nueva York dos veces por semana. Migrantes de origen latino, árabe y asiáticos van en distintos horarios para apoyar en la logística de entrega. Tres voluntarios de base han creado grupos de whatsapp y wechat y se apoyan con personas que hablan inglés, árabe, chino y español, miembros de la misma comunidad para avisar los horarios de entrega de alimentos.

Fuerza Migrante: echando mano de las redes sociales

El mexicano Javier Correa, conocido como Chalino, se animó a ir a Hunts Point, uno de los centros de distribución de comida más grandes de Estados Unidos, a pedir donaciones de alimentos para llevar a Queens.

—Un 95% de los empresarios de Hunts Point me dijo que no. Pero un empresario mexicano, originario de Puebla, fue el único que me dio donaciones. Conseguimos cerca de 20 ó 30 camionetas llenas de comida. Cada vez que íbamos, el señor Saúl Lucero nos daba una van (camioneta) llena de comida.

Chalino migró hace 16 años a EEUU y cree que puede hacer más que sólo trabajar en la construcción y enviar dinero a sus hijos en Monterrey. 

 Alto, con un corte de pelo estilo mohicano, a sus 37 años, se ha involucrado en movimientos migrantes que enviaron ayuda a México durante el sismo del 2017. Ahí conoció a miembros de la brigada de los Topos, rescatistas de la sociedad civil que ofrecen ayuda voluntaria en casos de desastres.

Su canal de proyección ha sido su perfil de facebook, la red social más utilizada por los migrantes en Nueva York. Suele hacer transmisiones en vivo para hablar de temas de actualidad. Ante la escasez de alimentos por la pandemia, hubo personas que acudieron a él para pedirle comida. 

Desde el sótano de un edificio de Manhattan que está remodelando, recuerda una vez le ofrecieron sólo piñas.

— Yo recuerdo bien las piñas porque nos dieron tres camionetas repletas de pura piña. Obviamente, no van a comer pura piña nuestros paisanos…

Sin conocer a nadie, escribió a la organización Fuerza Migrante para pedir donaciones. Así logró comprar alimentos y ofrecer despensas surtidas a sus vecinos. En unas semanas, lo invitaron a crear la unidad de asistencia comunitaria de Fuerza Migrante.

Fuerza Migrante es una plataforma que busca unir a las organizaciones en todo Estados Unidos con el fin de ocupar espacios de representación de los migrantes en el Congreso en México. Aunque no es organización de asistencia social, apoyó a la comunidad migrante durante la pandemia.

Chalino no tiene una organización propia, pero ha sabido contactar a actores diversos para llevar despensas a su comunidad, uno de los 17 puntos de distribución de alimentos que tiene La Jornada.

La Jornada: La organización que alimentó a Queens

La Jornada es una de las principales organizaciones dedicadas a distribuir alimentos entre la población migrante de Nueva York.

Pedro Rodríguez, empresario, originario de Colombia, se ha dedicado 12 años a entregar comida a los migrantes latinos que trabajan por jornadas, los que se paran en una esquina a esperar que alguien los contrate para algún trabajo de un solo día.

Comenzó invitando a los miembros de su iglesia a preparar y entregar sándwiches. Luego fundó La Jornada y construyó alianzas con empresarios para entregar despensas cada fin de semana. 

Después de varios años de peregrinar por tres iglesias, La Jornada estrenó su sede el día en el que inició el confinamiento: el 13 de marzo del 2020. Desde un centro comunitario en el barrio de Flushing, en Queens, Pedro calculó que podía repartir 2,000 cajas de comida en su primer día de apertura.

—El 28 de marzo salí de mi casa a las 5 de la mañana, llegué a las 6 y vi vehículos y luces de policía. Yo imaginé que habían matado a alguien, pero un oficial me dijo:

—Usted tiene una línea de más de 20 bloques.

—¿Cómo?

—Sí, de acá, a acá… ¿Quiere a la guardia nacional? La gente está muy desorganizada. Aquí no hay control.

La gente había llegado al centro comunitario en Queens por referencia del 311, la línea de asistencia de la ciudad de Nueva York, al preguntar dónde había entrega de alimentos a las familias. La necesidad fue desbordante.

Pedro presionó esos días a los bancos de alimentos privados Food Bank New York y City Harvest, para que le enviaran más cajas de comida. Luego vino el reto de entregarla.

—¿Recuerdan que decían que los millennials no hacían nada? Un grupo de jóvenes que iba pasando por el barrio me ayudó a descargar el trailer a cambio de comida porque habían perdido sus empleos, dice.

La Jornada tiene ahora voluntarios de 18 países y extendió la distribución a 17 puntos en el condado de Queens, donde se entregan despensas.

Cada semana, distribuye alimentos para 15,000 familias con ayuda de otras organizaciones que funcionan como extensiones de La Jornada para tener un mayor alcance.

En su trabajo diario observa cómo los migrantes siguen muriendo.

Redes migrantes en la pandemia

Bertilde Castillo, madre de tres hijos de 16, 12 y 10 años, acaba de perder a su esposo por COVID 19. Evaristo nunca dejó de trabajar durante la pandemia. Se dedicaba a empacar carne en un supermercado seis días a la semana y era el único sustento de su familia. La red de apoyo de Bertilde, le ayudó a crear una cuenta de fondeo en GoFundMe con lo que logró colectar para un mes de renta. Pero aún debe resolver de qué va a vivir sin descuidar a sus hijos.

Miles de inmigrantes latinos iniciaron una movilización a inicios de marzo para exigir la aprobación de un fondo de ayuda. Tomaron los puentes de Brooklyn y Manhattan y algunos hicieron huelga de hambre. También marcharon hasta Albany, la capital de Nueva York, y se manifestaron frente a la casa del gobernador Andrew Cuomo.

En abril, el Congreso de Nueva York aprobó 2,100 millones de dólares como fondo de ayuda a inmigrantes indocumentados que pudieran comprobar que habían perdido su empleo durante la pandemia y eran residentes, para entregarles un pago de hasta 15,600 dólares.

Ni la comida, ni los apoyos financieros traerán de vuelta a los seres queridos perdidos, pero son una señal de que la comunidad migrante indocumentada deja de vivir en las sombras en NY y de que las redes migrantes alimentaron y apoyaron a los suyos durante esta desafiante pandemia.

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