Bolas, guirnaldas, luces, una estrella… Son los adornos que habitualmente decoran el árbol de Navidad. Pero, ¿dónde está el origen de una de las tradiciones más extendidas por estas fechas? Lejos de tener un inicio relacionado con la religión, los primeros ejemplares de lo que hoy conocemos como árbol de navidad proceden de tradiciones paganas anteriores al nacimiento de Cristo.
De hecho, según el divulgador de curiosidades y autor del libro “Ya está el listo que todo lo sabe de la Navidad” (2019), Alfred López, una de las hipótesis es que este adorno festivo procede de la cultura celta. Esta civilización dividía los años en función de las horas de luz diarias: distinguían los días con luz y los días sin ella. Estos últimos, comenzaban con la llegada del solsticio de invierno, que coincidía con su Año Nuevo (y con la Natividad cristiana).
“Para tener suerte durante toda la época de nieves y de frío, consagraban esa suerte a un árbol, llamado Yggdrasil, conocido como el árbol del universo“, explica en este video López. “Estaba dedicado a Frey, el dios del sol y de la fertilidad. Por eso lo decoraban”, señala.
Como explica López, San Bonifacio, uno de los encargados de propagar la palabra de las sagradas escrituras a través del centro Europa hacia el norte en el siglo VIII, tomó este ejemplo de adorar a un árbol y lo incorporó al cristianismo.
El cristianismo y el origen del árbol de Navidad
“Ya no solo explicaba el motivo (por qué y qué se celebraba en los días de Navidad: el nacimiento del Niño Jesús), sino también que habría que poner unos cuantos elementos. Uno de ellos fue la transformación de ese árbol en un árbol decorado, dedicado al Niño Jesús”, apunta.
Se dice que el misionero taló el árbol y ofreció, en su lugar, un tipo de pino: un árbol de paz que “representa la vida eterna porque sus hojas siempre están verdes” y porque su copa “señala al cielo”, según explica en este artículo National Geographic.
Si eres fiel seguidor de esta tradición navideña y te has preguntado alguna vez qué tipo de árbol es el más adecuado, si uno natural o uno artificial, puedes echar un vistazo a este otro artículo del medio español El País. La respuesta parece ser, en ambas opciones, un consumo responsable: si es natural, utilizar uno plantado o, en su defecto, replantarlo tras su uso.
Si es artificial, aprovecharlo hasta el final de su vida útil, ya que la huella de su producción es de 40 kilogramos de dióxido de carbono (lo mismo que utilizar el coche 10 días y medio consecutivos para recorrer 20 km por jornada). ¿La opción más sostenible? Confeccionarlo tú mismo reutilizando materiales como cartón, telas, botellas o latas.
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