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Pedro Hernández, la travesía de un migrante por el desierto

La historia de Pedro Hernández es similar a la de muchos migrantes que arriesgan sus vidas cruzando el desierto por Arizona, Texas, California y Nuevo México. | Foto: Facebook Retenes al Rescate.
Pedro Hernández, emprendió su viaje hacia Estados Unidos a través del desierto en julio del 2005, dejando a sus tres hijos y a su esposa en México. Esta es la historia de un padre que lucha por su familia cada día a la distancia.

Pedro Hernández inició su viaje a Estados Unidos en julio del 2005 en busca del sueño americano, dejando sus adicciones, a sus hijos y a su esposa para darles una mejor calidad de vida.

“Todo lo que viví en el desierto vale la pena por ver a mis hijos bien. Tal vez  en su momento no lo entendí pero ahora todo es más claro”, dice Pedro.

El señor Pedro vivía en un mundo de adicciones mientras se encontraba en México, mismas que hicieron que perdiera su trabajo en el Ejército Mexicano. Su vida estaba desequilibrada por completo cuando decidió, junto con dos de sus cuñados, emprender el viaje como migrantes a través del desierto para cumplir el sueño americano.

Eduardo Rivera (32 años) y Alejandro Cabello (35 años) fueron los acompañantes de Pedro Hernández (27 años). Ellos sabían que no sería fácil, pero el apoyo que se tenían unos con los otros los haría lograrlo.

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Cuando consiguieron a la persona que se encargaría de cruzarlos tomaron un vuelo de Ciudad de México a Ciudad Juárez. Llegando ahí los encerraron con cientos de migrantes en espera de ser llamados para comenzar su trayecto. Estando encerrados no podían hacer ruido o salir a dar la vuelta: sólo tuvieron que esperar para que en algún momento la persona encargada del cruce los llamara.

“No podíamos movernos para nada; éramos muchas personas en un pequeño cuarto, teníamos que dormir todos amontonados. Todos los días nos despertábamos con la esperanza de ser los siguientes. El que nos iba a cruzar sabía que Eduardo, Alejandro y yo teníamos que salir juntos sí o sí” comentó.

Una semana después de haber esperado los llamaron. No sabía con exactitud qué era lo que les esperaba, sólo sabía que tenía que apoyar a sus cuñados y que ellos lo iban apoyar a él de la misma manera.

Según dio a conocer Lydia Hernández, de la Coalición de Arizona por los Derechos de los Inmigrantes, en julio de 2005 se recibieron 68 cuerpos de inmigrantes que murieron en el desierto de Arizona por las altas temperaturas que se alcanzaron. Esta cifra de muertes registrada ha sido la más alta.

El tránsito de Pedro Hernández por el desierto

Pedro Hernández consideró fáciles las primeras horas en el desierto; no sabía que conforme pasara el tiempo su idea iba a ir cambiando. Tanto él como sus acompañantes iban bien preparados con agua, comida y abrigo. Con el paso de los días todo comenzó a pesarle y, poco a poco, fue dejando sus cosas en el desierto: chamarras, reloj, cobijas, mochilas…

“Tuve que dejar muchas cosas en el desierto. Por las tardes era insoportable el calor pero por las noches era insoportable el frío. Todos tuvimos que quedarnos con lo indispensable; todas las cosas las tenías que dejar entre algunas plantas secas: no podíamos dejarlas a la vista por la migra. Cuando pasaban helicópteros teníamos que agacharnos o tratar de taparnos con los arbustos secos que había”.

Pedro recuerda perfectamente el momento en el que él y sus cuñados se quedaron sin agua. Comenzaron a deshidratarse y estuvieron a punto de consumir sus propios orines para saciar su sed. La persona encargada de guiarlos les comentó que había un yacimiento de agua pero que no podrían ir todos: estaba seguro que no aguantarían llegar hasta allá.

A su paso por el desierto, muchos migrantes tienen que abandonar sus pertenencias conforme crece el cansancio. | Foto: Facebook Retenes al Rescate
A su paso por el desierto, muchos migrantes tienen que abandonar sus pertenencias conforme crece el cansancio. | Foto: Facebook Retenes al Rescate
Foto: Facebook: Fallecidos sin reclamar USA.
Foto: Facebook: Fallecidos sin reclamar USA.

Pedro, al haber estado por años en el Ejército, tenía una excelente condición física; para esos momentos él era el único que aún aguantaba un poco más, así que decidió ser él quien fuera en busca de agua.

Lo único que sabía para llegar al lugar y conseguir agua fue que tenía que llegar a un árbol que se veía verde y que tenía que caminar recto para no perderse. Emprendió su camino solo; con un garrafón en cada una de sus manos, todas las esperanzas se encontraban en él. Al pasar el tiempo, Pedro asegura que comenzó a sentirse cansado y sin fuerzas, pero sabía que había personas que dependían de él.

“La verdad es que hasta ese momento yo seguía drogándome. Cuando comencé a sentirme mal saqué la droga que llevaba e iba a comenzar a drogarme para agarrar fuerzas pero vi a mis niños y a mi mujer. Me estaban viendo. Vi sus ojitos y me di cuenta que lo único que podía darme fuerza eran ellos”, dice Pedro entre lágrimas.

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Para Pedro, ese momento fue el que más le ha dejado marca durante su travesía por el desierto. Él comentó que no se arrepiente de haberlo vivido y mucho menos de haberse ofrecido a ir por el agua a pesar de que existía la posibilidad de que no regresara con sus cuñados.

Cuando vio el árbol cerca, corrió y comenzó a mojar toda su cabeza; tomó agua y descanso un poco. Tenía que ser rápido, tenía que regresar antes de que se oscureciera porque era peligroso para él perder el camino y peligroso para las otras personas que lo estaban esperando. Estar parados tanto tiempo en el mismo lugar podía hacer que migración los descubriera.

Después de descansar unos minutos llenó los garrafones de agua que llevaba y comenzó su regreso en busca de sus cuñados con la esperanza de llegar pronto para seguir su camino hacia Estados Unidos.

Uno de sus cuñados, Eduardo Rivera, atestigua que cuando Pedro se fue en busca del agua se sentaron a esperarlo. Trataban de no hacer ruido y todo el tiempo estaban agachados intentando taparse con lo que pudieran y que no llamara la atención.

“Estábamos esperando pero ya habían pasado muchas horas. Alejandro y yo ya habíamos comenzando a preocuparnos. Recuerdo perfectamente que “el pollero” nos dijo que teníamos que seguir y que lo más seguro es que lo habían agarrado o se había perdido. Alejandro y yo no podíamos irnos sin él; estábamos seguros que iba a regresar y decidimos que nosotros no nos moveríamos o que iríamos a buscarlo”, comentó Eduardo.

Cuando Gabriel vio a sus cuñados esperándolos los abrazó y les dio el agua que llevaba. Esa agua fue lo que los hizo revivir y continuar en busca de su sueño.

Perseguir el sueño a costa de dejar todo atrás

Después del paso por el desierto todo fue más tranquilo para Pedro Hernández y sus cuñados: siguieron caminando un par de días más hasta que les comentaron que ya habían llegado. Llegaron a unos tubos de drenaje donde tuvieron que meterse y esperar unos 10 minutos. Las instrucciones habían sido claras:

“Llegará un carro y les echará las luces. Deben correr lo más rápido que puedan y subirse. Sin mirar atrás, se suben y deben mantenerse agachados; no levanten la cabeza para nada”. Esas fueron las instrucciones recibidas según Pedro.

Al llegar a los tubos de drenaje, Pedro y sus cuñados tiraron todo lo que seguía con ellos y que les podía estorbar para correr: mochilas, chamarras, garrafones, etc. Todos sus sueños estaban a pocos pasos y no podían arriesgarse a equivocarse.

“Gracias a Dios todo nos salió bien. Nosotros teníamos la ventaja de tener un lugar a donde llegar: mis hermanos me estaban esperando. Descansamos unos días, comimos, nos compraron ropa y ahora sí a chingarnos la madre para conseguir lo que queríamos”, dice Pedro.

Actualmente Pedro tiene 15 años viviendo en Estados Unidos. Tiene su casa,  a su esposa y a sus hijos. Ninguno de ellos tiene un recuerdo de su papá: hablan con él por video llamadas y lo conocen por fotos. Toda su familia está en espera de volver a verlo.

“Obviamente ha sido difícil. Mis hijos sólo me conocen por vídeos y fotos; ellos eran muy pequeños cuando yo me vine. Los extraño mucho pero todo lo he hecho por y para ellos. Espero pronto poder abrazarlos”.

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