Activista, madre y migrante, Ana Bautista salió de Cuatzáhuatl, una pequeña localidad del municipio de Tepehuacán, en Hidalgo, cuando tenía tan sólo 18 años.
Ana se convirtió en madre a temprana edad y debido a la falta de apoyo de su pareja, así como al sueldo miserable que recibía decidió viajar a Estados Unidos, en específico a California, para poder sacar adelante a su hijo.
Estar sola en un país ajeno y lejos de su familia no fue nada sencillo. De acuerdo con Ana sólo conocía a su hijo por fotografías, a esta situación se sumó la muerte de su madre, a la que no pudo ir a enterrar debido a su estatus migratorio.
Sin embargo, un par de años después decidió hacer por otros lo que en su momento ella no pudo vivir, reunir a los padres e hijos separados por la migración a través de los programas de reunificación familiar.
Fue así que en 2017 reunió valor y sin darse cuenta comenzó su trabajo en beneficio de la comunidad. Aunque el trabajo para reunir familias fue complicado, primero tuvo que fundar su propio club migrante, solicitar el apoyo del gobierno de su estado y organizar todo, hubo organizaciones le tendieron la mano.
De tal modo que alrededor de un año después de haber comenzado este proyecto, a finales de 2018 pudo reunir a su primer grupo de padres hidalguenses con sus hijos en Estados Unidos.
“Con eso mi alma quedó un poco en paz”, dijo Ana, pues aunque ella no pudo tener esa experiencia con su madre con gusto se la regaló a sus paisanos.
Cabe destacar que el trabajo de Ana con su comunidad no terminó ahí, siempre buscó la manera de ayudar a su comunidad. Esto se hizo visible durante toda la pandemia, durante este tiempo la activista trabajó como voluntaria y ayudó a muchas personas entregando despensas.
Gracias a todo el trabajo realizado por la comunidad, recibió un reconocimiento a la Mujer del Año por parte del congresista Lou Correa.
“Me siento satisfecha porque sé que con lo que hago puedo ayudar un poco a mi comunidad de este lado del charco, sin duda alguna el 2020 y parte del 2021 di lo que tenía en mi corazón, que es el servicio a dios por medio de mi trabajo comunitario sin esperar nada a cambio”, aseguró.
Sin embargo, Ana lamenta que en este tipo de ceremonias y reconocimientos siempre se deja fuera a muchas mujeres que trabajan por su comunidad; por ello, dijo estar lista para nominar a las demás activistas que hacen una gran labor y aún no son reconocidas.
