Cada 9 de junio la Iglesia Católica recuerda a la Beata Ana María Taigi, la patrona de las madres de familia y de las amas de casa.
Ana María fue una laica vinculada a la Orden Trinitaria como terciaria. Estuvo casada y se sacrificó como esposa y madre.
La Beata Ana María Taigi
Anna-Maria Gesualda Antonia Gianetti (nombre de soltera de la beata) nació en Siena, Italia en 1769.
Sus padres tenían una posición acomodada, pero perdieron todo y se vieron obligados a emigrar a Roma en busca de una situación más favorable.
Las cosas nunca fueron fáciles para la familia Taigi. Ana María empezó a frecuentar una iglesia cercana y a sumergirse en la oración por largos periodos, donde encontró consuelo y fuerza.
María estuvo internada en una institución educativa para niños sin recursos mientras sus padres se dedicaban al servicio doméstico.
Un día buscando la Confesión, encontró al P. Ángel, el mismo que se encontró en San Pedro.
Este le dijo: “La estaba aguardando. Dios la quiere guiar hacia la santidad. No desatienda esta llama de Dios.”
Desde ese momento, el sacerdote se convirtió en el director espiritual de Ana María.
Con ayuda del sacerdote, María encontró nuevas formas de enfrentar las mortificaciones de su vida cotidiana.
Ana siempre fue muy amorosa y cuidadosa con toda su familia, su esposo, sus siete hijos (tres de ellos murieron pequeños) y de sus padres.
Los últimos años de su vida fueron bastante difíciles en cuestión de salud, y tras siete meses de agonía, Ana María partió a la Casa del Padre el 9 de junio de 1837.
Fue beatificada el 30 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto XV, y sus restos se encuentran en la iglesia San Crisógono de Roma.
Es patrona de la Acción Católica Italiana y de las mujeres sometidas a abusos verbales por parte de sus esposos.
Oración a la patrona de las madres de familia y amas de casa
Postrada a vuestros pies,
gran reina del cielo,
yo os venero con el más profundo respeto
y confieso que sois Hija de Dios Padre,
Madre del Verbo Divino,
Esposa del Espíritu Santo.
Sois la tesorera y la distribuidora
de las divinas misericordias.
Por eso os llamamos
Madre de la divina Piedad.
Yo me encuentro en la aflicción
y la angustia.
Dignaos mostrarme
que me amáis de verdad.
Os pido igualmente que roguéis
con fervor a la Santísima Trinidad
para que nos conceda la gracia
de vencer siempre al demonio,
al mundo y las malas pasiones;
gracia eficaz que santifica a los justos,
convierte a los pecadores,
destruye las herejías,
ilumina a los infieles
y conduce los judíos a la verdadera fe.
Obtenednos que el mundo entero
forme un solo pueblo y una sola Iglesia.
Amén.