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Emma Sánchez vivió en EU. Formó una familia; hoy, repatriada, dice que ningún muro los separará

Emma Sánchez de Paulsen, repatriada y activista de Dreamers Moms Tijuana/USA, dice a Conexión Migrante: ni los muros ni los castigos migratorios acabarán con el amor. Podrán separar los cuerpos pero no los sentimientos de las familias.

Emma Sánchez de Paulsen narra a Conexión Migrante su historia. Llegó a California, Estados Unidos, desde Guadalajara, México, como indocumentada. Corría el año 2000. Y aunque su sueño era trabajar como técnica dental encontró otro empleo: cajera en una tienda de conveniencia en Chula Vista, California.

Cerca de la tienda había un taller mecánico donde conoció a Michael James Paulsen, un veterano de la Marina estadounidense, con quien se casaría el primer mes de haber arribado al llamado “país de la libertad”. Pero esa “libertad” no pudo consolidarse porque fue repatriada a México en junio de 2006. Fue separada de su esposo, y sus tres hijos, quienes ahora son adolescentes. Y aunque van a visitarla cada 15 días a Tijuana, Baja California, México, ella se siente incompleta.

En el año 2006, en el periodo de George W. Bush, Emma intentó resolver su situación migratoria. Pero, la falta de información, más la falta de dinero para contratar los servicios de un abogado especialista en migración y otra cadena de errores la llevaron a realizar los trámites de forma individual.

Por experiencia, Emma recomienda a las personas que están en posibilidad de resolver su situación migratoria que no acudan desde Estados Unidos a citas migratorias en México, en específico a las oficinas que están situadas en Ciudad Juárez; ni que paguen a abogados que sólo se dedican a estafar porque cobran miles de dólares y no dan garantías. Por lo que ofrece que se acerquen a asociaciones civiles como Dreamers Moms Tijuana/USA que co-dirige junto a Yolanda Varona y a Monserrat Godoy.

Dreamers Moms USA/Tijuana ayuda a las madres de familia, en especial a aquellas que sufrieron violencia doméstica, sexual y laboral a tramitar la Visa tipo U, a madres y padres que tienen hijos “dreamers” o hijos con posibilidad de obtener el beneficio de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia o DACA, por sus siglas en inglés, y buscan que los repatriados vuelvan a Estados Unidos por la vía legal y con documentos en orden.

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Las personas que integran Dreamers Moms USA /Tijuana se reúnen el tercer domingo del mes, ofrecen la asesoría legal del abogado Jesús Grijalva, y en este momento buscan a algún profesional que pueda ayudarlos para dar asesoría psicológica.

“Cuando me dieron la noticia de que me castigarían 10 años por ser indocumentada sentí impotencia. Me dejaron flotando. Entré en shock. Mi mente quedó bloqueada. Me sentí como un cristal roto. Nunca he vuelto a intentar cruzar sin papeles. No quiero que mis hijos me tengan que visitar en un centro de detención o en una cárcel. Sentí que se me acababa el mundo. No podía asimilarlo. Estaban haciendo pedazos mis sueños”.

Emma cuenta que fue muy fácil acostumbrarse a las comodidades que ofrece un país como Estados Unidos. Al llegar a México, Emma recuerda que extrañó que las calles estadounidenses estuvieran siempre limpias y que los servicios públicos funcionaran, pero lo que nunca extrañará es el mal trato que recibió de las autoridades migratorias que la expulsaron y la separaron de sus seres queridos.

Aquel fatídico día del mes de junio de 2006, Emma y su esposo decidieron que los niños Michael Alexander de 4 años (hoy 16 años), Ryan Maximilliam de 3 años (hoy 14 años) y Brannon Liam de 2 meses (hoy 11 años) viajarían con ella de regreso a Guadalajara, Jalisco, México, en un autobús desde Ciudad Juárez. Los casi mil 536 kilómetros de carretera fueron un calvario, Emma no pudo dejar de llorar y los niños no pararon de vomitar.

Emma no pudo vivir mucho tiempo en Guadalajara porque descubrió que la ciudad ya no le pertenecía y que no había nada para ella. Con la ayuda de su hermano médico y de su esposo mecánico logró cambiar su residencia a Los Cabos, Baja California Sur. Sin embargo, el día que Emma decidió llevar a su hijo más pequeño a recibir las vacunas escuchó: “no hay vacunas para extranjeros, solo para mexicanos”. Además, en Los Cabos, Emma sufrió el paso de tres huracanes: “yo nunca había estado en un huracán, me amarré a mis bebés y pensé que si el agua del mar se salía era mejor que nos llevara a todos juntos”. Pero… lo peor estaba por venir.

Un corazón de marrano

Emma decidió mudarse a Tijuana, Baja California, para estar más cerca de su esposo, quien le había prometido visitarla cada semana. Cuando sus hijos cumplieron 5 años se regresaron con su papá a Estados Unidos. Desde entonces se hace cargo de ellos. Y cada semana o cada quince días se reencuentran.

En el año 2013, Michael James Paulsen, esposo de Emma, sufrió una cirugía a corazón abierto. Le colocaron una prótesis valvular hecha con la capa externa del corazón de un cerdo. Emma imploró a las autoridades migratorias de Estados Unidos una Visa Humanitaria para poder cuidarlo y visitarlo, pero fue denegada: “solo le podemos dar el permiso si está muerto o a unas horas de morir”. Esa frase lapidaria le provocó a Emma preguntas como: “¿por qué criminalizan la migración?, ¿por qué si mi esposo es ciudadano estadounidense, veterano de la Marina, y mis hijos son estadounidenses, por qué no les permiten estar con su madre, por qué no me perdonan? Me apena que el país no le pague de buena manera a mi esposo y a mis hijos. Me duele”.

Su esposo al salir del hospital y al comunicarse con Emma le dijo: “Si no tuviera corazón de marrano podría hablar español. Yo soy un mexicano atrapado en el cuerpo de un gabacho”. Emma no habla inglés. Michael no habla español. Sus hijos son quienes los traducen.

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Conexión Migrante
Foto de Emma Sánchez-FB

Cumplir sus sueños a pesar del muro

Emma tenía una visión muy negativa sobre Tijuana, Baja California. Al principio le daba miedo salir de su casa. Pero, al saber que no era la única en una situación vulnerable se acercó a las misas que ofician en la línea, en las inmediaciones del muro, que separa a Tijuana, Baja California, México, de San Diego, California, Estados Unidos.

En el muro conoció a Yolanda Varona, su madrina de bodas. Porque, después de la operación a corazón abierto que sufrió su esposo, cumplió uno de sus sueños: casarse de blanco. Y lo hizo teniendo como escenografía “el muro que nos separa”. La misa fue oficiada por el padre Dermont Rogers, del lado mexicano, y por el padre John Fanestil, del lado estadounidense.

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Poco a poco el nudo en la garganta que Emma sentía se le ha ido disolviendo y hoy comparte su historia a todos aquellos que quieran escucharla: “A pesar de ese muro no nos van a separar. Podrán separar los cuerpos de las familias, pero no los sentimientos”.

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