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Entre desinformación y largas filas… así votaron desde San Bernardino

San Bernardino

“No, no llegó nada, si no lo tienes que ir allí, pues te registraste ¿no?  Yo ni siquiera sé, no me han informado nada. Llegó la credencial para registrarse, pero lo que pasa que nunca hemos registrado el tiempo. ¿Sí sabes que los del consulado están bien coludidos? Son bien corruptos. Yo tengo cuatro años y no me pueden renovar mi pasaporte. Dicen que hay que sacar cita. Nunca hay citas. Yo no sabía, pero dicen que venden las citas en 100 dólares; por eso no puedo renovar mi pasaporte. Yo no sé, eso hay que ver también”.

“¿Cómo vamos a votar y por qué no me llegó nada? Yo fui a revisar ahí donde recibo mi correo, pero no me llegó nada. Dicen que hubo tres formas de votar, que por internet y por correo, pero aquí nomás va a haber mil 500 boletas. ¿Quién sabe si alcancemos?”, dice Gerardo Montiel, residente de San Bernardino.

No son todavía las 7:00 horas, pero el Consulado de San Bernardino está mucho más animado que de costumbre. Las filas de personas que se dieron cita en el lugar para votar dan la vuelta a la cuadra e incluso van más allá del Tribunal Superior del Condado de San Bernardino, California, en N Arrowhead Ave.

Esta no es la primera ocasión en la que Montiel participa en una elección federal, pero si la primera en la que acude a emitir su voto a la sede consular. Antes, en 2012 lo hizo vía postal, pero este año no supo a tiempo que, además de contar con una credencial de elector válida tenía que realizar un registro en el que podría elegir la modalidad para participar: electrónica o postal.

De acuerdo con información del Instituto Nacional Electoral (INE), al corte del 25 de febrero, cuando venció el plazo para registrar la mica en el Registro del Ciudadano en el Sistema de Registro para Votar desde el Extranjero (SRVE), el sistema registró 226 mil 661 solicitudes de mexicanos en el extranjero para inscribirse en la Lista Nominal. Del total, 39 mil 724 fueron excluidas de la Lista Nominal por presentar irregularidades, pero el INE abrió una prórroga para solventar las presuntas inconsistencias. Para quienes no lograron salvar el escollo, existía la posibilidad de votar de manera presencial en 23 módulos instalados en las sedes consulares que contaban con mil 500 espacios extra para que quienes tuvieran una credencial de elector válida, pero no registro, pudieran participar. Solo mil 500 espacios en medios electrónicos.

En la fila algunos aprovechan el tiempo para desayunar. Otros dejan el espacio encargado para ir rápido al baño. El personal hace malabares para tratar de organizar a toda la gente  e incluso abren una fila especial para adultos mayores y personas que tienen movilidad limitada. No falta el que se lamenta de no haberle robado el bordón a la abuelita… los que están alrededor celebran la gracia y ríen. Hay conatos de bronca entre los seguidores de las dos mujeres candidatas presidenciales; unos porque celebran que “continuará con los milagros de la Cuarta Transformación” y los otros, los menos hay que decir, porque reclaman los problemas de inseguridad que aquejan a sus familiares que se quedaron en las comunidades de origen e incluso porque les impide regresar a finiquitar trámites notariales. Los ánimos se caldean y aparece entonces un funcionario de casilla. Tiene un chaleco que lo identifica, pero no dice su nombre. Intenta explicar la situación, ganar simpatías, tranquilizar a los asistentes.

“Hola, buenos días, disculpen la tardanza. Les quería mencionar que ahorita nosotros estamos usando dispositivos electrónicos. Tenemos dos urnas electrónicas y tres laptops para emitir su voto. El problema, en este sentido, ha sido que las personas mayores que no están familiarizadas con el uso de tecnologías están tardando un poco más. Estamos pasando una persona no registrada y una registrada; ya estamos llevando esa dinámica, quiero decirles que las personas que ya están familiarizadas no se están tardando más de tres minutos en votar, que saben usar tablets, iPad todo. Eso es muy fácil para ellos”.

Un residente de San Bernardino intenta arrebatarle la palabra en tres ocasiones, primero para reprocharle la falta de organización, luego el número limitado de boletas que tiene la sede y que se hayan abierto tan pocos espacios para ir a votar de manera presencial, pero pronto lo calla la mayoría. Saben que ese tipo de decisiones no se toman acá, y aunque algunos lo atribuyen a los “fifís que tienen miedo de perder sus privilegios” y otros a los que “buscan perpetuarse en el poder”, consiguen que guarde silencio para que Wilbert, como finalmente se identifica el joven de chaleco, continúe con la explicación.

“En primer lugar ustedes van a pasar con el presidente, va a verificar que quieren votar; ya después les va a dar una tarjeta rosa con claves de acceso única y ya después de eso ustedes van a la urna, la urna son unas cajitas blancas. En la parte superior hay una ranura ahí van a introducir la tarjeta se van a descargar las claves y les va a aparecer una pantalla para que inicien sesión, la presionan y ahí inmediatamente les va a aparecer otra pantalla con los cargos que ustedes pueden elegir. Las personas de las 32 entidades pueden elegir Presidencia de la República y senaduría. Con el dedo seleccionarán la opción, igual con el dedo, después a presionar. Van a poder cambiar el sentido de su voto o confirmarlo, si están seguros de su voto lo confirman y les aparece una última pantalla con unas claves, con un código al cual ustedes le van a poder tomar una fotografía. Es el código con el cual ustedes votaron y cierran sesión. Toman la tarjeta y van con el presidente que les entrega su credenciales aplica y la selle. Con la laptop, pues todo esto se va a hacer con el mouse”.

Gustavo Flores es residente de Hemet, una pequeña ciudad en el Valle de San Jacinto, en el condado de Riverside. Llegó a las 6:15 horas y, aunque no tiene mucha confianza en que podrá votar, se le ve contento.

“Casi me debería de tocar, pero se supone que iban a nombrarlos y cómo los están, cómo están pasando los que les dieron número, o sea, siguen formados a los que les dieron un número también se formaron entonces hay tres filas”, dice.

Gustavo tenía proyectado ir a Tijuana a votar en la casilla especial en el aeropuerto, pero hubo un cambio de último momento. Su voto estaba cantado desde antes de que empezaran las campañas y nada, ni nadie lo hizo dudar nunca.

Cerca, una mujer llama la atención a uno de los organizadores. Tiene un número escrito en hoja de papel, sin sello oficial ni nada. Repartieron 150 antes de las 7 de la mañana para tratar de organizar a los asistentes. Ella tiene el 131 y está de buen ánimo.

“El voto es el cambio de muchas cosas. Bueno, uno confía en el partido que quiere uno votar y eso es lo que nosotros queremos, o sea ver el cambio de México que es en poco a poco. Con esta administración que va a salir se ve un poco el cambio en las muchas cosas, pero para otras cosas fueron empeora, o sea, en la inseguridad en narcotráfico, el secuestro el feminicidio todo eso y la gente si ya está cansada y aunque viva uno aquí uno va para allá para su lugar de origen y es muy difícil”, dice quien pide que la identifique como Verónica, originaria de Jalisco y que lleva viviendo en Estados Unidos 25 años.

“A lo mejor podemos ser mejores y ya no habrá necesidad de tener que venir hasta acá ¿no cree?”.

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No es ni mediodía, pero ya no hay forma de votar. La gente no se va. Tiene la esperanza de que saquen más espacios, como conejos de la chistera de un mago, y que todos puedan participar. Algunos hablan de cerrar la calle y tomar el consulado, pero la policía que resguarda desde lejos esfuma esa posibilidad.

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