En la historia política de la relación México-Estados Unidos domina la narrativa de rivalidad, competencia e intervencionismo del país de las barras y las estrellas sobre el de la nación del águila devorando a la serpiente.
Estados Unidos ha pasado a la historia como el vecino gandalla que siempre quiere más e intenta constantemente controlar lo que pasa en el vecindario. Y los hechos respaldan casi siempre esta idea.
Pero quisiera abrir un espacio para iluminar algunos hechos que nos recuerdan algo que fácilmente olvidamos cuando hablamos de estos asuntos: el famoso gandalla es el Gobierno de los Estados Unidos y su política exterior, no su pueblo.
Crisis en los pueblos de México y Estados Unidos
Y es que existen evidencias suficientes de que, en momentos de crisis, las comunidades de ambos países han sabido unirse, en solidaridad o por conveniencia mutua, frente a la opresión, la violencia y la tragedia.
Durante la Guerra Civil de los Estados Unidos, las comunidades de esclavos que se emanciparon del sur no solo encontraron refugio en los estados del norte de ese país.
Poco se sabe que muchos esclavos encontraron en México refugio y libertad, al punto de que esa fue otra de las razones que provocaron la separación de Texas de México.
Posiblemente, miles de esclavos cruzaron la frontera al sur y se establecieron en México para convertirse en ciudadanos libres, como nuestra constitución lo establece.
Del mismo modo, el famoso batallón de San Patricio dejó las filas del Ejército estadounidense para solidarizarse y luchar al lado de los mexicanos en la defensa de su territorio.
Y en años más recientes, han sido las comunidades fronterizas y en ciudades santuarios las que le han abierto las puertas a millones de migrantes mexicanos a su país.
Cierto es que las personas migrantes contribuyen con millones de dólares a las economías locales y federales, pero también es cierto que cuentan con el respaldo de ciertas comunidades establecidas en este territorio.
Hoy, frente a la proliferación de las armas que están matando igualmente a mexicanos y a estadounidenses; la devastación ambiental que no tiene fronteras y la crisis de derechos humanos que pesa sobre las personas migrantes en ambas naciones, es urgente crear una ola ciudadana binacional que ponga la exigencia de visas, derechos, igualdad, salud, trabajo y justicia ambiental al mismo nivel que el mismo Tratado de Libre Comercio o del Entendimiento Bicentenario.
Necesitamos cambiar la agenda binacional, dejar de poner al comercio y la Seguridad Nacional por encima de los Derechos Humanos, el combate a la desigualdad y la justicia ambiental.
Por eso es que más de 40 organizaciones, comunidades y colectivas de México y Estados Unidos estamos convocando a la Cumbre por la Paz, en febrero 2023, en la Ciudad de México.
Por un futuro donde nuestros pueblos sumen sus voces en defensa de la vida y terminen con la historia de gandallismos, armas y desigualdad.
