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Ramiro González Cruz, el joven que pasó del campo a Harvard

Foto: ONU Noticias
Gracias a su entusiasmo, su capacidad y la generosidad de las becas, Ramiro González, , un indígena zapoteco, pudo cumplir sus sueños | Con información de Noticias ONU

Nacido en Oaxaca, cuando era niño Ramiro González Cruz soñaba con irse a trabajar a Estados Unidos, ahora este joven indígena zapoteco de 24 años terminó la licenciatura, estudió en la Universidad de Harvard y busca conseguir becas para promover que más niños y adolescentes de su pueblo continúen sus estudios.

Hasta el momento, este joven ha logrado conseguir y gestionar becas para ocho estudiantes de bachillerato con un promedio de calificaciones mayor de 9.

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De pizcar chile y jitomate en el campo, este joven pasó a ser ganador del Premio Estatal de la Juventud 2021 de Oaxaca. En la actualidad Ramiro González también colabora como intérprete en la Defensoría Pública del Estado, donde auxilia a personas indígenas en situación de reclusión que no hablan español a enfrentar las audiencias legales que requieren para alcanzar la libertad.

Acualmente, la labor que más le apasiona es la promoción de la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Aunque todos le parecen importantes, son dos a los que ha dedicado su trabajo y labor altruista:

  • El número 1, que establece el fin de la pobreza
  • El 4, que aboga por una educación de calidad.

Ramiro González, el primero en terminar la escuela

Originario de San Isidro El Costoche, Oaxaca, Ramiro no sólo fue el primero de su familia en terminar la escuela; también lo es en su comunidad, de menos de mil habitantes.

En su pueblo, normalmente los jóvenes como él solo tienen dos opciones posibles:

  • Casarse y convertirse en campesinos
  • Migrar hacia los Estados Unidos y enviar remesas a sus familias.

Al concluir el bachillerato, Ramiro decidió viajó a Sinaloa para trabajar en la pizca, específicamente en la cosecha de tomate, tomate verde y chile.

Ramiro González trabajaba 12 horas al día por un salario que como máximo sólo podía llegar a los 24 dólares o 500 pesos mexicanos diarios.

Por más de medio año envió una parte del dinero que ganaba a su mamá, el resto lo ahorró para juntar lo suficiente para ir a EE.UU. y continuar trabajando como jornalero allá.

“Estuve trabajando en los campos de tomate, tomatillo y chile en Sinaloa. La veía muy difícil, muy pesada… tenías que darle con todo para poder ganar un poco más de dinero. Mi meta era irme a trabajar a Estados Unidos como muchos de mis paisanos”, contó en una entrevista con Noticias ONU.

La decisión de estudiar

Después de estar 6 o 7 meses en Sinaloa, Ramiro cayó en un surco mientras cargaba cuatro botes de tomate, fue ahí cuando decidió tenía la posibilidad de estudiar una carrera profesional.

Una vez tomada la decisión, el camino fue todo menos sencillo. La familia de Ramiro está conformada por seis integrantes además de él:

  • sus padres Simplicio González y Cecilia Cruz
  • Sus tres hermanos: Alicia (quien no terminó la escuela), Pedro (que estudia la secundaria) y María Natividad, una niña de cuatro años.

Su papá, campesino de oficio, genera alrededor de 4 mil pesos mensuales (190 dólares estadounidenses), que deben alcanzar para mantener a toda la familia.

A pesar de esto, Ramiro González venció a sus circunstancias y logró terminar primero la preparatoria, luego una carrera técnica y finalmente la licenciatura. Se tituló como Licenciado en Innovación de Negocios y Marketing.

La pobreza obstáculo para la educación

Para conseguir los 2 mil 500 pesos mensuales (120 dólares) que costaba la colegiatura, y cubrir los gastos de su hospedaje en la ciudad de Oaxaca (a cinco horas de su pueblo), el joven trabajó en invernaderos de tomate, limpió establos, vendió quesos, pizzas, pan de dulce y hasta productos de belleza por catálogo.

“Lamentablemente es muy triste. Soy el único y el primer profesionista en mi comunidad, no tenemos a nadie más. Es muy triste ver a jóvenes que lo tienen todo y no les interesa estudiar; por otra parte, vemos que hay jóvenes que les interesa, pero no pueden hacerlo por problemas sociales, familiares o económicos”, contó.

La única opción de Ramiro para seguir estudiando era trabajar y conseguir becas que apoyaran su desempeño. Así fue como aprendió a hablar español, francés e inglés, además de su lengua originaria, el zapoteco.

Ya en la licenciatura, aplicó para el Programa Encrucijada para Líderes Emergentes (Crossroads Emerging Leaders Program, en inglés) de la Universidad de Harvard. No fue fácil, pero obtuvo la beca y logró estudiar en línea en la tercera mejor Universidad del mundo.

“Los requisitos que me pidieron fue tener menos de 26 años, ser de una comunidad rural, indígena o marginada, ser el primero de mi familia en estudiar en la universidad y tener actividades en mi Estado. Fui aceptado dentro del programa y estuve tomando el curso de Emprendimiento en Economías Emergentes, compartiendo aula con jóvenes de todo el mundo, de América Latina, Norteamérica, Europa, Asia y África, es una gran diversidad”, explicó.

El camino ha sido largo, pero no ha terminado. Con el conocimiento que adquirió tras su paso por Harvard, Ramiro sueña con impulsar la educación en su comunidad, así como mejorar la vida de sus vecinos.

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