Estados Unidos, Perú, México, son sólo algunos países de destino para miles de migrantes que deciden dejar sus tierras para buscar una mejor, vida, escapar de la xenofobia o el sueño americano. ¿Por qué estos países son destinos pese a tener sus propias dificultades?
El equipo de Distintas Latitudes realizó un análisis de datos con las variaciones entre los flujos migratorios regionales de 2015 y 2020. Dicho estudio se basa en los cálculos y estimaciones del departamento de población de la Organización de las Naciones Unidas— para entender de dónde vienen y hacia dónde van las personas migrantes, así como también lo que dejan atrás y lo que esperan tras alcanzar su destino.
En América Latina, esta investigación identificó un claro cambio en los patrones migratorios. Si bien para 2015 Argentina, Chile, Brasil, Ecuador y Paraguay representaban los destinos predilectos de estos flujos migratorios, en 2020 Argentina, Colombia, Chile, Perú y Ecuador pasaron a convertirse en los cinco destinos principales. ¿Qué provocó este cambio? ¿Qué similitudes comparten estos países receptores? A excepción de Chile, todos tienen una proximidad geográfica con Venezuela.
Las restricciones de movilidad para contener la Covid-19 han ralentizado la migración en la región, sin embargo, no han logrado detener los desplazamientos por completo.
La migración en Venezuela
Los migrantes venezolanos, quienes en 2015 alcanzaban los 394 mil 453 en todo el continente, llegaron a superar los 4 millones 800 mil en 2020. Hasta el pasado 5 de febrero de 2021, el número de migrantes venezolanos en el mundo ascendía a 5 millones 478 mil 377, de acuerdo con datos de la Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela.
La migración venezolana cambió los destinos tradicionales de la región y convirtió a las naciones vecinas en los nuevos receptores de migrantes de la región.
Si nos desplazamos unos kilómetros hacia el norte, la situación no ha variado tanto en el último lustro. Los destinos de los migrantes no han cambiado significativamente en Centroamérica desde 2015.
En los últimos años, México, Costa Rica, Panamá, Guatemala y Belice lideran la lista de países receptores. Sin embargo, el número de migrantes recibidos sí ha aumentado, motivado, principalmente, por el desplazamiento de venezolanos.
Únicamente en el caso de México, el incremento no se atribuye solo a migrantes de este país, sino también a quienes se desplazan desde El Salvador, Honduras y Haití. Personas que huyen de la violencia extrema en el Triángulo Norte o de la pobreza en el Caribe, ya no ven a México como un país de tránsito, sino como el anhelado destino.
Cálculos de esta investigación, basados en estimaciones del Departamento de Población de la ONU, evidencian que la población de salvadoreños aumentó 54% entre 2019 y 2020, mientras que la de hondureños creció 153% durante el mismo período. Sin embargo, la migración más pronunciada en ese tiempo fue la de los haitianos, que registró un incremento de 872%.
El desplazamiento silencioso
La migración silenciosa de caribeños se hace cada vez más evidente en los países de la región. Esto es por las crecientes políticas migratorias que dificultan el paso hasta Norteamérica sin hacer escalas.
Pese a este obstáculo, alimentado en los últimos años por el discurso xenófobo del expresidente Donald Trump, Estados Unidos continúa siendo el mayor receptor de migrantes latinoamericanos, mientras que México sigue a la cabeza como país de origen.
Todos estos destinos, ya sea en el norte, en el centro o en el sur, llevan a cuestas sus propios problemas, estos pueden ser:
- Económicos
- Sociales
- De inseguridad
- De discriminación
Sin embargo, sus condiciones siguen siendo mejores que las de los principales países productores de migrantes: Venezuela, El Salvador, Honduras y Haití.
“La razón por la cual la gente sigue yendo a países donde han sido históricamente discriminados —yo me permitiría decir que no solamente han sido discriminados, sino donde se les viola de manera consistente sus derechos humanos, sus derechos universales— es porque hay una cuestión que llamamos en ciencias sociales la subjetividad o el subjetivismo, a través del cual la gente entiende la relación, por decirlo así, economicista, costo-beneficio”, explicó a Distintas Latitudes el Dr. Enrique Javier Rodríguez Balam, antropólogo e investigador de la UNAM.
“Cuando tienes ese contexto de pobreza, segregación, de exclusión, donde has tenido décadas de sufrimiento, donde tu contexto es muy doloroso… pasar por procesos de discriminación no es que sea deseable ni aplaudible, pero cabe dentro de lo que la gente considera que es un costo que están dispuestos a pagar. Consideran que aun así, por triste que eso suene, es mucho mejor que el lugar de donde están saliendo, el lugar de origen”.
Subsistencia, principal motor de la migración
En tanto, el antropólogo guatemalteco Joel López Muñoz coincide con Rodríguez Balam y subraya que la subsistencia es lo que está en jaque para estos migrantes. “Pones en balance las cosas: si en tu país no puedes salir después de las 9:00 pm porque te pueden matar, no le puedes dar la cuota calórica alimenticia diaria a tus hijos o no tienes ni con qué vestirte. No es por un lujo o un placer que surgen las migraciones, sino es porque te estás jugando la subsistencia, te estás jugando la vida”, dice.
En pocas palabras: los países receptores son destinos porque, pese a todas sus precariedades, ofrecen una mejor vida en un lugar cercano a casa. También ofrecen:
- Más seguridad
- Oportunidades de empleo
- Mejores salarios
- Un mejor estado de derecho
- O todas las opciones anteriores.
“Las emociones fundamentales y más grandes de todo ser humano son el miedo y la esperanza”, dice López. “El miedo a no sobrevivir y la esperanza de tener una vida mejor”.
Las historias que Distintas Latitudes presenta a continuación ponen rostro al miedo y a la esperanza a la que se refiere López.
Se trata de las historias de Carlos, un ingeniero mexicano que emigró con su esposa a Estados Unidos huyendo de la violencia; Raúl y Marleidy, una pareja de periodistas que salió de Cuba para evadir la censura y buscar una mejor calidad de vida, y Andrea, una artista venezolana que encontró en México un lugar para crecer pero no para quedarse.