Generalmente, al pensar en situaciones de racismo que viven los mexicanos, pensamos en sus experiencias en Estados Unidos. Nos ofenden las detenciones arbitrarias en lugares públicos y de trabajo, ejecutadas por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE por sus siglas en inglés) y que en su mayoría se llevan a cabo en barrios mayoritariamente latinos y de personas afrodescendientes.
El problema es que el peligro no solamente lo experimentan las personas migrantes indocumentadas, sino cualquier persona racializada, sea o no ciudadano o residente legal en Estados Unidos. Según un estudio, entre 2003 y 2010 más de 20 mil ciudadanos estadounidenses fueron detenidos o deportados “por error”. Y es que un oficial puede detener a cualquier persona basándose solamente en sus rasgos físicos. Lamentablemente, el racismo es un elemento intrínseco de la política migratoria estadounidense y estas acciones han sido normalizadas.
Por otro lado, en México existe la creencia de que en nuestro país esto no sucede. Aquí no somos racistas. Desafortunadamente, sí lo somos, y en México como en Estados Unidos el color de piel de una persona determina en gran medida el trato que recibirá de las autoridades.
Desafortunadamente México es un país racista
La Ley de Migración facilita la identificación de personas como migrantes y permite su estigmatización como extranjeras. Por lo tanto, el Instituto Nacional de Migración (INM) puede detener a cualquier persona basándose solamente en su apariencia física. Un proyecto de resolución de la Suprema Corte sobre la constitucionalidad de la Ley de Migración afirma que “todo individuo que, a juicio de la autoridad, no cumpla con lo que [la autoridad] considera como “fenotipo mexicano“, será considerado migrante y deberá acreditar su situación legal en el país”. Pero ¿Qué es el fenotipo mexicano?
Los afro-mexicanos son regularmente detenidos por agentes del INM y en ocasiones, a pesar de presentar documentos que acreditan su nacionalidad mexicana, son deportados a diferentes países de América Central y del Caribe porque, como afirma Federico Navarrete: “en el imaginario de muchos de nuestros funcionarios, no se puede ser mexicano y negro al mismo tiempo”. Se invisibiliza a este grupo poblacional, a pesar del número importante de personas afrodescendientes en México 2.5 millones en el 2020.
Lo mismo sucede con las personas pertenecientes a comunidades indígenas en México que migran internamente. Los detienen si sus características físicas parecen centroamericanas, como si se pudiera identificar a simple vista a un mexicano de un guatemalteco. Se nos olvida que las fronteras actuales han sido trazadas arbitrariamente por parámetros que poco tienen que ver con las realidades sociales de las personas que habitan los territorios.
Políticas mexicanas favorecen la discriminación
Estas prácticas de perfilamiento racial implican que un agente encargado de hacer cumplir la ley trate negativa o sospechosamente a una persona basándose en aspectos físicos, como su color de piel y no en motivos legítimos. Como consecuencia, el perfilamiento racial ha sido causa de innumerables violaciones a los derechos humanos de las personas migrantes entre ellas:
- El derecho a la libertad personal
- Nacionalidad
- A la libertad de circulación
- A la no discriminación y
- Al acceso a la justicia
Inclusive, la vida misma de las personas racializadas está en juego. El pasado 27 de marzo, Victoria Salazar, mujer originaria de El Salvador, reconocida como refugiada en México, fue asesinada por policías en Tulum. Evidentemente, no es el único caso de violencia racista de las autoridades mexicanas, pero sirve para ejemplificar no solamente la estigmatización que viven los migrantes en México, sino el problema de violencia de género al que nos enfrentamos.