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Decidido a ver de nuevo a su hijo de dos años

“Andres L.” habla con investigadores de Human Rights Watch en el Instituto Tamaulipeco en Nuevo Laredo, México. © 2017 Human Rights Watch
Andrés nunca contrajo matrimonio con “Karen”, la madre de Anthony, pero intentó que tuvieran un hogar estable, no solo para Anthony sino también para Karen y los seis niños que ella tenía de una relación anterior.

Cuando “Andrés L.” fue deportado de regreso a México en julio, una de las primeras cosas que hizo fue tatuarse en la muñeca el nombre y la fecha de nacimiento de su hijo estadounidense Anthony.

“Quiero que siempre esté conmigo. Él es todo para mí”, dijo Andrés.

Andrés nació en Ciudad de México y creció en el estado cercano de Michoacán. Su familia vivía en una pequeña hacienda con acceso a un pozo de agua. Esa ventaja se convirtió en una maldición, dijo Andrés.

La disponibilidad de agua, sumada a que su hermano era policía municipal, hizo que la familia se convirtiera en blanco de los cárteles, contó Andrés.

Se levantó los pantalones en ambas piernas para mostrar cicatrices. “Recibí una bala en cada tobillo”.

En 2000, el hermano de Andrés logró sacar a toda la familia de México y llevarlos a Houston, Texas, de a uno por vez. Andrés consiguió empleo como techador, pero poco después empezaron los problemas en el trabajo. A veces no le pagaban todo el dinero acordado —estimaba que en total le debían algo de USD 1.500— y posteriormente su jefe empezó a darle palizas.

Luego de tres años, Andrés ya no pudo tolerar el hostigamiento y los engaños, y dejó el empleo, debido a lo cual prácticamente quedó viviendo en la calle. Ahí fue cuando conoció a “Raymundo”, quien lo acogió, le ofreció una habitación en su propia casa y más tarde le dio trabajo en su tienda. “Raymundo es como un padre para mí”, afirmó.

Raymundo siguió creyendo en Andrés pese a los dos roces que había tenido con la ley. En 2005, tras haber sido obligado a detener su vehículo por exceso de velocidad, Andrés pasó 10 días en la cárcel y pagó una multa de mil dólares por tenencia de marihuana, que según dice un amigo suyo dejó en la guantera de su camión. Y en 2014, Andrés fue multado por participar en carreras.

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Andrés nunca contrajo matrimonio con “Karen”, la madre de Anthony, pero intentó que tuvieran un hogar estable, no solo para Anthony sino también para Karen y los seis niños que ella tenía de una relación anterior. El problema, según Andrés, era que Karen a menudo regresaba con su anterior pareja. En septiembre de 2016, Andrés volvió a casa del trabajo y encontró a Karen preparándose para irse. Dijo que tuvieron una discusión y ambos terminaron llamando a la policía. Su objetivo era evitar que Karen se llevara a Anthony de visita a la casa de su expareja, pues él creía que no era una buena persona. Fue interrogado por la policía y acusado de interferir con una llamada al 911, pero posteriormente se desistió del cargo.

El día siguiente a su detención, Andrés pagó la fianza. Sin embargo, en vez de liberarlo, lo llevaron al piso superior de la Cárcel del Condado de Harris, hasta el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (Immigration and Customs Enforcement, ICE). Fue trasladado por agentes del ICE hasta el centro de detención inmigratoria de Houston, y el 21 de septiembre de 2016 Andrés ingresó en el Centro de Detención de Río Grande, donde hizo lo posible por defender su caso durante casi 10 meses, hasta que el 14 de julio fue deportado.

En todo este doloroso proceso, los recuerdos de su hijo son lo que han ayudado a Andrés a seguir adelante. “A Anthony le encanta jugar en el agua”, nos cuenta sonriendo. “Yo solía bañarlo, y pasábamos horas chapoteando y moviendo las manos en el agua”.

Andrés no sabe cuánto tardará en regresar a Houston, pero está decidido a ver de nuevo a su hijo.

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