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Miller vs. Kushner: Dos visiones de EUA sobre migración

Algunos funcionarios de la Casa Blanca aseguran que los esfuerzos de Miller y Kushner se complementan, pero los dos tienen visiones muy diferentes acerca de la inmigración y de la forma en que debería gobernar Trump.

Mientras Donald Trump se queja de la llegada de migrantes, Miller y Krushner, dos de sus principales asesores sobre el tema, ofrecen visiones contrastantes respecto a la política de migración.

Luego de orquestar una renovación de la cúpula del Departamento de Seguridad Nacional, Stephen Miller presiona para implementar políticas más duras en la frontera con México. Esto va en contra de lo que plantean otros colaboradores del presidente y el propio yerno de Trump, Jared Kushner, quien lleva meses trabajando en propuestas sobre una reforma a las leyes de inmigración.

Sus distintos enfoques en torno al tema más prioritario de la campaña que llevó a Trump a la presidencia reflejan algo más que diferencias ideológicas entre ambos; más bien manifiestan viejas diferencias filosóficas en el Ala Occidental de la Casa Blanca respecto a cómo encarar la campaña de reelección.

Miller, el principal promotor de la prohibición al ingreso de musulmanes y otras políticas de línea dura sobre inmigración, ha sido siempre el ideólogo combativo que alienta a Trump a asumir posturas cada vez más drásticas para contener el flujo de migrantes.

Kushner, cuya confianza en su capacidad negociadora es casi tan grande como el fervor de Miller, lleva meses reuniéndose con legisladores y distintos sectores, tratando de formular una propuesta integral de leyes y medidas de seguridad que los republicanos puedan usar como caballito de batalla en las elecciones del 2020.

Los dos caminos paralelos –uno que persigue políticas cada vez más rígidas y otro que busca una reforma legislativa aceptable y unificadora– han generado confusión e incertidumbre dentro de la rama ejecutiva y en el Congreso.

El conflicto se hizo evidente en un reciente encuentro en la Casa Blanca, cuando Trump prácticamente coronó a Miller, diciendo que a partir de ese momento manejaría el tema de inmigración. A Kushner, sin embargo, ya se le había encomendado la preparación de un proyecto legal sobre la inmigración, de cuyos progresos Trump fue informado esta semana.

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“Hablaremos pronto contigo”, dijo Trump el miércoles en alusión el plan de Kushner, agregando que era una iniciativa “muy interesante, muy importante para el país”.

A pesar de los distintos enfoques, funcionarios del gobierno aseguran que no hay recelos entre Kushner y Miller, quienes han tenido una buena relación laboral en la Casa Blanca y en la campaña de Trump. Ambos son de los pocos sobrevivientes del estrecho grupo de colaboradores del 2016 que todavía están en la Casa Blanca, aportando y ayudando a escribir discursos, incluido el de Trump en la convención republicana.

Pero los dos tienen visiones muy diferentes acerca de la inmigración y de la forma en que debería gobernar Trump.

Miller, implacable e intransigente, cree que la inmigración, tanto legal como ilegal, plantea una amenaza existencial a la seguridad nacional y a los trabajadores de Estados Unidos, y considera a Trump como un líder único dispuesto a impulsar cambios drásticos.

Kushner, un empresario inmobiliario que supo apoyar a los demócratas en el pasado, estima que el sistema inmigratorio no funciona y que es un problema que se puede resolver con propuestas apropiadas.

En este contexto, a veces ambos terminan trabajando con objetivos opuestos.

Cuando Trump amenazó con cerrar la frontera con México hace dos semanas, Kushner fue uno de los funcionarios con los que elementos de seguridad nacional hablaron para convencer al mandatario de que reconsiderarse esa amenaza. Para ese departamento, Kushner es alguien que acepta las limitaciones legales y que puede tranquilizar a Trump, no darle cuerda, como creen que hace Miller en el tema de la inmigración, según tres funcionarios del gobierno al tanto de esta dinámica. Los tres hablaron a condición de no ser identificados porque no estaban autorizados a comentar deliberaciones internas.

Algunos funcionarios de la Casa Blanca aseguran que los esfuerzos de Miller y Kushner se complementan: Miller se aboca a los problemas cotidianos de la frontera y Kushner se enfoca en las soluciones a largo plazo.

Al final del día, “el presidente Trump es quien fija una política inmigratoria pensada para resolver la crisis humanitaria en nuestra frontera, prevenir el ingreso ilegal a nuestro país y proteger al pueblo estadounidense”, expresó el vocero de la Casa Blanca Hogan Gidley en un comunicado.

Trump negó que otros manejasen la política inmigratoria.

Cuando se le preguntó el miércoles si consideraba nombrar a Miller para que dirigiese el Departamento de Seguridad Nacional, acéfalo tras la renuncia de la directora de ese organismo Kirstjen Nielsen, el mandatario respondió: “Stephen es un gran tipo. Una persona maravillosa. (Pero) Para ser sincero, hay una sola persona que maneja esto. ¿Y saben quién es? Yo”.

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Ex funcionarios afirman que el que no haya jerarquías definidas y la reciente purga en seguridad nacional contribuyen a generar confusión y obligan a esa dependencia a implementar los puntos de vista que salgan airosos cada día.

“¿A quién escuchamos? ¿Quién fija las prioridades?”, preguntó David Lapan, exsecretario de prensa de esa dependencia.

Thad Bingel, quien desempeñó cargos altos en seguridad nacional y ayudó en el proceso de confirmación de Nielsen, se hizo eco de esas inquietudes y dijo que cuando no está claro quién manda, los departamentos “se esfuerzan por satisfacer a varios jefes”.

Otro factor a tomar en cuenta es que Kushner no es un simple asesor de la Casa Blanca: Es el yerno del presidente y ya ha demostrado que puede forzar destituciones al más alto nivel. Incidió en la partida de dos jefes de despacho y de quien fuera el principal estratega de su suegro.

Trump le encomendó a Kushner que elaborase una propuesta que le permita conseguir dinero para construir un muro en la frontera. Asesores dicen que Kushner trabaja en un proyecto que incluiría un sistema de inmigración “basado en méritos” del potencial inmigrante y medidas para reforzar la seguridad fronteriza como la modernización de puertos de ingreso y cambiar la forma en que se detiene y envía de vuelta a sus países a las personas que ingresaron ilegalmente.

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