Fabiola Montoya es una mujer originaria de la Ciudad de México, de 48 años, madre de cinco hijos y migrante en Estados Unidos desde hace 25 años. Radica en Oregon, donde ha enfrentado los desafíos de la migración y las dificultades personales que la llevaron a sufrir adicciones al alcohol y al cristal. Aunque lleva un tiempo sin consumir, Fabiola comparte su historia con la esperanza de inspirar a otros a buscar la rehabilitación y la sanación. Su testimonio refleja la fortaleza de quien, pese a las adversidades, mantiene la fe en una recuperación completa y en el poder de empezar de nuevo.
En busca del sueño americano
“Tenía muchas metas, pero la urgencia económica me desvió de mi crecimiento espiritual y académico”,
Fabiola estudiaba la preparatoria en el Colegio de Ciencias y Humanidades cuando las dificultades económicas y la necesidad de generar ingresos la llevaron a abandonar sus estudios e ir en busca del “sueño americano”. Decidió migrar a Estados Unidos, aunque la experiencia fue traumática para ella. Su camino estuvo marcado por el miedo, la incertidumbre y la violencia. “Nos asaltaron, me quitaron mis tenis y lo poco que llevaba”. Pasó parte de la noche en la intemperie y después en un tráiler en condiciones deplorables, sin saber si alguien iría por ellos. Era el año 2000.
Estando en Estados Unidos, Fabi comenzó a trabajar en una fábrica con jornadas de 5 de la mañana a 2 y media de la tarde, a veces incluyendo sábados con horas extras. Luego sumó un segundo empleo en un restaurante de comida rápida, donde trabajaba de 5 de la tarde a 11 de la noche. Aunque su rutina era agotadora, estaba decidida a ahorrar dinero con la esperanza de regresar a México lo más pronto posible.
La adicción, una enfermedad
El proceso de migración, las relaciones tóxicas, la violencia y la sensación de soledad fueron factores que impulsaron a Fabiola a comenzar a beber alcohol, poco a poco se le hizo un hábito. Luego, gente de su círculo cercano la motivó a probar el cristal, y pronto esta sustancia se convirtió en una adicción. A pesar de ingresar a varios centros de rehabilitación en busca de ayuda, no logró completar los tratamientos, sin embargo, ella sigue luchando contra estas adicciones.
La adicción se reconoce como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1956, pues como una gripa o la diabetes, tiene síntomas específicos y puede ser diagnosticada y tratada adecuadamente.
“Entré (a un programa de recuperación) con mucha ilusión, pero también me llevé muchas desilusiones, entras con una inocencia e ignorancia de muchas cosas, yo considero que en cierta parte no hay apoyo, y también es comprensible, pues cada persona tiene sus propios traumas, pero siento que me ha llevado ciertas decepciones..”
La falta de apoyo dentro de estos espacios fue una de las mayores dificultades para su rehabilitación, pues en lugar de encontrar compañerismo, enfrentó burlas y descalificaciones. “Algunos me llamaban ‘la maestra de las recaídas’ o ‘la loca de los libros’”. En muchos casos de adicción, las recaídas se ven como una señal de debilidad o fracaso, sin comprender que son parte del proceso de recuperación. Esto genera en las personas un ciclo de vergüenza y culpa que las aleja del apoyo profesional que necesitan para continuar su proceso.
“No dejen pasar el tiempo por el que dirán, valen mucho, van a lograr superarse, no se encierren, vayan por ayuda, ahí está la psicología, si te hacen creer que ir al psicólogo es porque estás loca (no es así)”
El camino de una mujer hacia la recuperación
Durante su proceso de rehabilitación, Fabiola ha encontrado un apoyo crucial en centros dirigidos a la comunidad latina, donde ha recibido atención en español y ha experimentado un ambiente libre de juicios. Estos lugares no solo ofrecen sesiones terapéuticas individuales o grupales, sino que también cuentan con clases sobre cómo actúan el alcohol y las drogas en el cuerpo, lo cual ayuda a las personas entender más sobre su enfermedad.
Organizaciones como Recovery y el Instituto Latino de Adicciones, dos de los espacios donde Fabiola intentó su recuperación, han tenido un papel esencial para la comunidad latina. Estos centros no solo se dedican a tratar, sino que buscan salvar vidas, ofreciendo un espacio de respeto y comprensión donde las personas no son etiquetadas, sino que se les brinda una verdadera oportunidad de sanar, considera Fabiola.
El camino hacia la recuperación es doloroso y lleno de retos, Fabiola, ha tenido que separarse de sus hijos para buscar ayuda, pero es por ellos por quienes está luchando. Para ella, es esencial que quienes luchan contra las adicciones sepan que no están solos en su camino y que, aunque el proceso sea largo y complicado, las recaídas no definen su capacidad de sanar.
Aunque Fabiola tomó la decisión de probar el alcohol y el cristal, haber llegado a la adicción no es completamente su responsabilidad. Su contexto y las circunstancias de su vida también jugaron un papel crucial. Comprender que la adicción es una enfermedad la ha motivado a conocer más sobre el tema y a entender mejor su proceso, esperando algún día ayudar a otras personas que pasan por situaciones similares.
Detrás de cada historia de adicción, como la de Fabiola, hay una persona con sueños, sentimientos y una vida que recuperar.
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