18 de abril de 2025

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Apuntes de la Diáspora | La depresión, el acompañante indeseable de la migración

La depresión es considerada por la OMS como una epidemia mundial, si bien no se trata de una enfermedad contagiosa, es probable que las causas sí refieran a un sistema de contagio generalizado. ¿Por qué, cómo podemos nombrar a un sistema económico, político y social, que orilla a que las personas vivan en constante ansiedad y permanente desvalorización de sí mismos y sus esfuerzos?

Al ser una enfermedad mental se infieren estigmas por parte de la sociedad como pensar que está en las manos del enfermo su cura, pero esto, obviamente, no es así, se requiere de ayuda profesional y tratamiento. 

Las condiciones de marginación como son la pobreza, la migración forzada, la movilidad, son factores de riesgo que están determinados por no cumplirse las necesidades básicas del ser humano, y esto, a su vez, aumenta las brechas de desigualdad relacionadas con la salud.

Algunos de los síntomas de la depresión pueden ser: disminución del interés o capacidad de disfrutar las actividades, pérdida de peso o aumento del apetito, insomnio o hipersomnia, agitación o lentitud psicomotoras, fatiga o pérdida de energía, sentimientos de inutilidad o de culpa excesiva, disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, pensamientos recurrentes de muerte, ansiedad y ataques de pánico.

Acudir a un especialista no es fácil si se está en movilidad, si se tiene que buscar refugio, si además hay que trabajar para conseguir la comida del día, las políticas de salud respecto a este padecimiento son urgentes, así como las políticas específicas para las personas en situación de movilidad migrante.

Pero permítanme detenerme un poco, hacer la siguiente reflexión sobre lo que la cultura globalizada pide de nosotros como personas, porque pienso que es en esta cultura donde se gesta parte importante, si bien no del problema de neurotransmisores y recaptación de sustancias en el cerebro, sí de cómo nos percibimos a nosotros mismos y cómo nos exigimos hasta el abuso y el maltrato permanente.

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El sistema capitalista niega al individuo, lo lanza a una competencia donde todo sentido de la existencia pasa por tener dinero, esto no quiere negar que no sea necesario cubrir las nececidades que tenemos de seguridad básica: casa, alimento, educación, salud, etc. Más bien me refiero a la manera en que a través de la publicidad genera paradigmas de éxito, formas de vida, normas estéticas, nos dice, en pocas palabras, cómo ser aceptados, reconocidos y respetados. Nos inocula una voz interior permanente que nos tortura porque no tenemos un carro del año, un diamante gigante, una casa en la playa, un cuerpo perfecto, todo según los estándares del discurso capitalista, donde el individualismo, la competencia, la envidia y el dinero se convierten en valores deseables. 

Básicamente nos hace despreciarnos, y nos otorga como solución el generar dinero para adquirir los objetos que determinarán que somos personas exitosas y buenas. Nada más lejos de la realidad, el vacío no se alimenta con vacío, el desprecio a uno mismo no se cubre con joyas, esta ficción hace que estemos perdidos en un mar de deseos insatisfechos.

Si hoy no tengo dónde vivir, no una casa, un país, si tengo que dejar a mis hijos y huir, si no hay qué comer, ni trabajo, si hoy no tengo dónde dormir y no sé dónde amaneceré mañana, ni por cuánto tiempo estaré vivo. 

¿Algún día, cuando tenga un carro, o una casa, un plato caliente de comida, estaré satisfecho y agradecido conmigo mismo por mi esfuerzo, me amaré como soy? ¿O este monstruo de tentáculos implacables seguirá dictando cuándo y cómo y por qué tengo que sentirme agradecido y bien el día de hoy?