Las campañas presidenciales nunca son justas. Siempre hay un candidato que despunta y a veces es el mismo que escandaliza, como Donald Trump. No es ninguna sorpresa. Recuerdo que en 2016 solíamos cerrar el noticiero con un “kicker” de la piñata copetuda, los tacos de lengua y otras “curiosidades” en honor al magnate republicano. Puedo contar con las manos los días que le dimos el mismo espacio a su contrincante demócrata, Hilary Clinton. La balanza de la cobertura mediática nunca encontró el equilibrio. Se publica por rating y con cansancio. En este 2023 siento que estoy viajando de regreso a esa época.
Cruzando Líneas | Se saborean la Casa Blanca
El tiempo aire no es proporcional a la intención del candidato de alcanzar la justicia social. El espacio en las ocho columnas tampoco se define por las intenciones de hacer de las elecciones un proceso justo. Hablemos con sinceridad: Entre más descabellado sea el mensaje en la contienda, más exposición mediática. A veces no son las promesas de campaña, si no los escándalos alrededor de ellas. Nosotros, los que estamos en esas salas de redacción cada vez más escuetas y explotadas, también tenemos la culpa del declive de la democracia.
Reconozco que el periodismo también le echa leña al fuego; mucho más cuando no somos capaces de reconocer el papel que jugamos -lo queramos o no- en la política local. Por eso hoy tomo las riendas de los tumbos dados y el camino por recorrer. Ya basta que sean ellos, los políticos, los que definan la estrella que guíe nuestra cobertura en miras de las presidenciales de 2024 en Estados Unidos.
Me atrevo a pensar en voz alta y amplias letras. Quizá sería buena idea que los medios de comunicación tuviéramos una política de transparencia mucho más clara y accesible con nuestras audiencias. Sería imperante tener colgados en nuestros sitios no solamente nuestros valores, sino una misión que guíe nuestra cobertura democrática y cívica, con una sección de preguntas frecuentes que nos ayude a que nuestras audiencias entiendan cómo funciona la toma de decisiones editoriales internas y así promover que sean nuestras comunidades las que nos responsabilicen cuando no cumplimos con nuestro objetivo de un periodismo útil, informativo y balanceado.
Pienso (y deseo de todo corazón no estar sola en esto) que es crucial que tú sepas porqué escogemos cubrir tal contienda, a cuál candidato, por qué hicimos una guía y no otra, cuáles son las preguntas que nos despiertan el interés en los debates y cuáles preferimos dejar de lado. Sincerémonos: ¡No todo cabe en las ocho columnas!
También tenemos que ser muy conscientes de nuestras perspectivas, privilegios, y esos puntos ciegos que se nos van por el simplemente hecho de ser humanos. Porque creo que cuando logramos determinar cuál es nuestra estrella, solo entonces podemos saber cuál es el antídoto para esta humanidad que a veces nos juega en contra.
Me encantaría leerte, escucharte, entenderte y servirte. ¿Un café?