Cuando Henrique Cymerman contestó la llamada pensó que se trataba de una broma.
-Habla el papa Francisco-, escuchó.
-Y yo soy Napoleón-, respondió entre risas.
-Verdad, Henrique, yo también sé coger el teléfono-, le dijo con buen sentido del humor esa voz argentina que le resultaba familiar.
Estaba incrédulo. El sumo pontífice le hablaba para saludarlo y saber cómo iban los planes de su primera visita como papa a Tierra Santa. Era 2013 o quizá principios de 2014, unos meses antes de la Plegaria Por La Paz.
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Cymerman es un reconocido periodista portugués de madre española y padre polaco que vive en Israel. Migró a los 16 años y desde entonces cuenta historias de una de las zonas de conflicto más polémicas en el mundo. Se ha sentado a conversar con reyes, ministros, deportistas, celebridades, presidentes y las personalidades más difíciles de tener frente a una cámara de televisión. Y un día, sin buscarlo, la suerte tocó a su puerta.
Durante una gira por América, en su parada en Argentina, un rabino lo invitó al Vaticano; le confesó que el papa Francisco seguía su trayectoria periodística y quería invitarlo a su residencia privada Santa Marta en Roma.
“Y yo pensé: -¿qué habrá bebido este señor antes? Creí que me estaba tomando el pelo-”, expresó.
Pero no, meses después comió con el sumo pontífice en una reunión privada en la que acordaron que Cymerman se encargaría de las gestiones para la primera visita del papa Francisco a Israel.
“Fue más difícil que firmar la paz”, recuerda el periodista.
Desde entonces, Cymerman y el papa Francisco son amigos. Se llaman por teléfono con frecuencia y se escriben correos. Están pendientes el uno del otro y se cuidaron a distancia durante la pandemia. Fue una relación espontánea en la que la religión no importaba. El periodista es judío. “Pero soy un judío Bergoliano”, bromea.
Conocí a Cymerman en una pequeña cafetería local en el centro de Tel Aviv. La ciudad se preparaba para Janucá y él para su siguiente encuentro con el papa; nosotros descubrimos a través de su experiencia el futuro de Israel. Nos confesó que alista los detalles para una segunda Plegaria Por La Paz, que podría complicarse con la situación política a la que se enfrenta el país y, bueno, el mundo.
“-Tenemos un movimiento en el sistema político en las últimas elecciones que ganó Netanyahu, de nuevo el ave fénix de la política israelí… Dicen que al ave Fénix en la mitología le tardaba miles de años o cientos de años en renacer y a él le tardó solo un año y volvió-”, dijo con preocupación.
Quizá por eso es aún más necesaria esa congregación de credos; sabe que es crucial para la relación entre israelíes y palestinos, en un intento de, si no es llegar a una tregua, al menos puedan negociar… y así hacerle honor al nombramiento de Ángel de la Paz que el papa Francisco le dio justo al lograr lo que muchos pensaban imposible en su primer viaje como papa a Tierra Santa.