Cuatro años tardó el gobierno de Andrés Manuel López Obrador para tener una reunión formal y organizada con líderes de la comunidad mexicana en Estados Unidos. No con el Presidente, no; con su Secretario de Relaciones Exteriores.
Pero eso sí, López Obrador los usa y los llama “héroes” cada vez que el país registra un récord en el envío de dinero de los migrantes a sus familias en México.
Para que los hombres y mujeres que se van de este país huyendo por falta de oportunidades y en búsqueda de una mejor vida sean dignos de una mención en la mañanera, necesitan pagar por ello, enviar remesas históricas.
Cuando hablamos de derechos, de derechos mínimos, ahí es donde la cosa se complica.
Los mexicanos que viven en Estados Unidos, y que son la no despreciable cifra de 34 millones de personas, solo quieren tener los mismos derechos que quienes viven en México.
Prometer no empobrece, dar es lo que aniquila
En la reunión con el canciller Marcelo Ebrard se presentaron una serie de peticiones como el que los consulados atiendan y trabajen para la comunidad.
Y aunque Relaciones Exteriores nos quiera vender sus maravillosos números, aumentos y estadísticas de los consulados, para quienes usan los servicios es más que claro que las cosas no funcionan como debieran.
El derecho a la identidad es una de las peticiones más básicas de los migrantes y que todos creíamos muy simple; sin embargo, ¿sabías que las credenciales del INE y la matrícula consular no son válidas en México?
Entonces, cuando alguien regresa de Estados Unidos a México vive un viacrucis para tener una identificación que le permita reintegrarse a la economía.
El otro derecho que causa polémica entre los políticos es el derecho a votar y ser votados. El proceso electoral para los mexicanos en el exterior es complicado, engorroso y no refleja el peso político de esta comunidad.
Aquí, los partidos políticos le han quedado mal a los migrantes. Primero, por intentar que no tengan representación en el Congreso, luego por intentar engañar a la comunidad con diputados “cachirules” que no los representan y luego por no legislar para que sea el voto directo de los migrantes el que permita elegir a sus representantes.
Uno de los puntos de interés es recuperar los programas que existían para la comunidad, como el fondo para retornados y el programa 3×1.
El próximo año, prometieron en la SRE, se iniciará una prueba piloto de un mecanismo para que los migrantes inviertan en sus comunidades.
Y así, con una reunión y la promesa de seguimiento, los líderes comunitarios regresaron esperanzados a Estados Unidos, pero con la conciencia de que poco se avanzará en dos años.
Cuatro años… cuatro años se tardó la cita.