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“Me contagié de Covid en el trabajo; tras recuperarme el reto es la escasez de empleo”: Carlos López

“Me contagié de Covid en el trabajo, tras recuperarme el reto es la escasez de empleo”: Carlos López
Carlos López es un mexicano que migró a Estados Unidos. Al trabajar como mesero, se contagió de Covid-19 y logró recuperarse.

El migrante mexicano Carlos López se contagió de Covid-19 el año pasado, pero tuvo suerte porque su recuperación fue buena y su familia no se enfermó. Durante el último año, la salud y la escasez en el trabajo han sido sus principales desafíos. Lo positivo: la pandemia le ha permitido acercarse más a sus hijos.

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Conexión Migrante acompaña la historia de Carlos López desde mayo del 2020. Nuestro entrevistado lleva más de 25 años viviendo en Estados Unidos. Cuando inició la pandemia trabajaba en un restaurante de Nueva Jersey como mesero. El confinamiento lo dejó sin empleo hasta julio, mes en el que los restaurantes reabrieron parcialmente ofreciendo comida para llevar y servicio en mesas que ubicaron en sus estacionamientos.

“En mi caso, el restaurante donde yo trabajo no tiene park (estacionamiento). Así que no pudieron acondicionarse mesas en este espacio, solo ofrecimos comida para llevar. Pero en las primeras semanas de trabajo tuvimos varios casos de coronavirus y el restaurante tuvo que cerrar de nuevo”, recuerda.

En septiembre, iniciaron nuevamente las operaciones con protocolos de higiene muy estrictos: el establecimiento opera a solo 35% de su capacidad, él debe usar cubrebocas todo el tiempo y desinfectar constantemente las mesas y las sillas. Hay trabajo, pero es más escaso que antes.

Carlos López se contagió de Covid

Caros López cuenta que aunque se cuidó en extremo, el 1 de diciembre de 2020, dio positivo a Covid-19.

“Tuvo que ser en el trabajo porque no voy a ningún otro lado, solo del trabajo a mi casa y de regreso”.

Además, varios compañeros habían dado positivo al coronavirus antes.

“No sé, pudo haber sido un cliente o un empleado (quien me contagió)”, reflexiona.

Carlos empezó con cuerpo cortado como si le fuera a dar una gripa, fiebre, dolor de cabeza. Al sentirse mal decidió ir al hospital, lo valoraron y su test dio positivo al virus. Estuvo confinando tres semanas, pero no tuvo que internarse.

“Fui de entrada por salida al hospital. Bendito Dios, todos en mi casa están bien, nadie más se contagió. Tengo dos hermanos con los que convivimos mucho, nos reunimos una vez por semana a comer. Me empecé a sentir mal justo después del Día de Acción de Gracias, pero gracias a Dios nadie más se enfermó”, dice aliviado.

“Mi mujer me dejaba la comida en la puerta, yo abría y la recogía, pero ni siquiera la miraba. Nos comunicábamos por video. Es extraño y difícil porque uno tiene ganas de salir, está a 15 pasos de salir del cuarto, pero no se debe”, afirma.

Durante este tiempo, confirma, no recibió ningún tipo de apoyo económico federal.

Mayor conexión con sus hijos

A juicio de Carlos López no todo ha sido malo durante la pandemia. Ésta le ha permitido estrechar los lazos con sus hijos. Su hija mayor, Keni, una veinteañera que vive en México, hija de su primer matrimonio, se comunica con su papá una o dos veces por semana por videoconferencia.

Y está también su hijo pequeño (9 años), con quien vive en Estados Unidos al lado de su segunda esposa. Él necesita múltiples cuidados porque tiene Síndrome de Down. Los seis meses que estuvo sin trabajo permitieron a Carlos pasar más tiempo con su hijo.

“No es independiente, todavía usa pañal. No me había dado cuenta lo difícil que es cuidarlo, entenderlo, comunicarse con él. Así que, gracias a la pandemia me he comunicado emocionalmente con él de forma más cercana. Estamos más conectados. Honestamente, me sirvió estar en casa atendiéndolo solo a él, ayudando a darle de comer o cambiarlo de ropa”, dice.

Ahora, en 2021, nos dice que la vida retoma su ritmo. Su hijo regreso a la escuela presencial en febrero, aunque solo va media jornada. Debe llevar puesto un cubrebocas todo el tiempo. Los menores deben llevar su propia comida porque la cafetería de la escuela está cerrada y los grupos son muy pequeños.

Su esposa, por su parte, hace limpieza en distintas casas. Los ahorros que tenían permitieron a esta familia no incurrir en deudas y tampoco pedir apoyos.

“No nos gusta mucho ‘moverle’ a los trámites federales debido a nuestra situación migratoria. Mejor agarrar de los ahorros y evitarse alguna complicación futura porque uno nunca sabe cuándo una ayuda solicitada puede perjudicarnos a la larga”, asevera.

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