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“Los cuatro miembros de casa estamos desempleados”

Reloj de arena y monedas
“En mi caso, los empleados nos quedamos sin trabajo y sin apoyo de un día para otro. Y debido a mi estatus migratorio, las cosas se han complicado porque no puedo aplicar a ninguna ayuda por desempleo”

Unos pueden laborar desde su hogar, otros tienen que seguir saliendo a las calles aunque con miedo, pero muchos más se encuentran desempleados. Este es el caso de Pedro tras el cierre del restaurante donde trabajaba cada día antes de que el coronavirus llegara a Los Ángeles.

Nació hace 30 años en Tlacolula, Oaxaca, pueblo conocido por su tejido de canastas, jaulas y biombos. De hecho, Pedro fue artesano en su pueblo hasta el 2012, año en el que decidió probar suerte en Estados Unidos como migrante indocumentado. Confiaba en que en el país vecino encontraría una vida mejor.

Tras cruzar la frontera, no eligió su oficio. Se adaptó a las circunstancia. Como muchos otros latinos, encontró una oportunidad en restaurante mexicano -propiedad de un empresario estadounidense- en donde laboraba como cocinero preparando delicias de Oaxaca y de otras regiones de México.

Las cosas marcharon bien hasta el 19 de marzo, día en el que autoridades de Los Ángeles anunciaron el cierre de todos los negocios no esenciales debido al coronavirus. El empleo de Pedro se esfumó, pero no fue el único afectado en su casa.

Afectación para todos, escasez de alimentos y desempleo

En Los Ángeles, Pedro comparte vivienda con dos hermanos y uno de sus cuñados. No tiene hijos.

“En mi caso, los empleados nos quedamos sin trabajo y sin apoyo de un día para otro. Y debido a mi estatus migratorio, las cosas se han complicado porque no puedo aplicar a ninguna ayuda por desempleo”, se lamenta.

El problema, dice, es que ahora mismo también están sin trabajo los otros tres miembros de su familia con los que comparte casa. Cuatro desempleados en casa al mismo tiempo.

Pedro ha hecho trámites para recibir ayuda, pero no ha tenido ninguna respuesta.

En donde vive, alimentos y otros productos de despensa a higiene comenzaron a escasear desde la primera semana de la cuarentena, o sus precios se fueron al cielo, comenta. Así que compró lo que pudo y ahora aguarda paciente a que el teléfono suene, pidiendo que sea su jefe anunciando buenas nuevas.

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Mi madre está sola

Mientras transcurre el confinamiento en Los Ángeles, Pedro recuerda incesamente a su Oaxaca natal.

Ser migrante no ha sido fácil para él. Pero hace ocho años, cuando comenzaron los conflictos en el gremio de los maestros, con huelgas, cierres de carreteras y accesos, los turistas dejaron de llegar. “La situación ya no se compuso y es cuando decidí dejar mi pueblo”.

“Ha sido muy difícil porque nosotros tenemos que mandar a nuestros pueblos, en mi caso mi mamá está sola, mi papá ya falleció y yo tengo que mandarle para su comida”, dice.

La decisión de vivir en Estados Unidos también ha tenido un alto costo familiar, acepta. Durante el tiempo que ha estado en la tierra de Donald Trump murieron su padre y sus abuelas y no pudo ir a México a despedirlos.

Ahora mismo, su madre está sola en Oaxaca y no hay familiares cerca que puedan brindarle apoyo, y el acceso a los alimentos tampoco es fácil en esos lugares remotos.

“Me estaba contando mi mamá que cerraron el camino y dejan a la gente salir a hacer sus compras fuera, pero no permiten la entrada a los vendedores interesados en llevar sus productos hasta el centro del pueblo (por miedo a los contagios)”, dice.

Se inquieta, pero no puede hacer mucho al respecto.

En espera de recuperar sus empleos

Pedro tiene comunicación con sus compañeros de trabajo, quienes también están angustiados porque ninguno ha podido obtener apoyos por desempleo.

“Los más afectados somos la población indocumentada”, afirma.

Algunos están yendo por desayunos a escuelas ahí están dando a todos los que lo necesiten.

Son desayunos del Distrito escolar de Los Ángeles “y es lo único que nos está apoyando ahorita, por el área donde trabajaba yo todo está cerrado”, dijo Pedro.

“Ahorita todas las ayudas están saturadas para los ciudadanos y residentes aquí, pero sigo esperando todavía si algún día me llaman para algún apoyo donde he aplicado en línea “.

“Hasta ahora aún estoy pagando mis impuestos, me tocó pagarle al gobierno, pero solo pude cubrir la mitad. Ya no puede pagar al IRS la otra parte que me falta”, se inquieta.

“Espero que esto pase pronto para poder trabajar de nuevo, en el restaurante o en cualquier otro empleo”, concluye.

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