La cena con el Presidente de la República el pasado 12 de febrero, donde se les puso a los empresarios, no el menú si no una hoja compromiso para la compra de boletos para la rifa, en efectivo, del avión presidencial es un movimiento muy desafortunado.
Los cien hombres de negocios que estuvieron sentados ahí tomando su atole y su tamal de ninguna manera están contentos.
Si no se habían dado cuenta, ya se dieron, de que el poder del Presidente se puede ejercer de muchas maneras en contra de ellos.
Ninguno será tan imprudente para, con una mala cara, un gesto de desprecio, una crítica, poner sus negocios en riesgo.
Ninguno desaprovechará la ocasión para, luego, pedir que se le den obras o trabajos que le produzcan ingreso a sus negocios.
La cena se parece a la del 23 de febrero de 1993 que el autor de esta columna reporteó, escribió y publicó en el periódico El Economista, del que era director general y en la que el entonces mandatario Carlos Salinas de Gortari les pidió a los más importantes empresarios reunidos en una cena, que aportaran 25 millones de dólares, sí, de dólares, para capitalizar al PRI y con ello deslindar al partido, del gobierno.
Es decir, un PRI capitalizado con dos mil millones de dólares, que era la meta, no tendría necesidad de pedirle dinero al gobierno.
Por lo mismo, los funcionarios no tomarían recursos públicos para apoyar al Tricolor.
La publicación de la cena en el periódico El Economista evito que se concretara la aportación empresarial.
Pero tampoco en aquel momento les gustó a los empresarios que les pidieran dinero.
Simplemente, no podían decirle que no a un poderoso Presidente de la República como lo es ahora Andrés Manuel López Obrador.
A los empresarios no les gusta que les pidan dinero
La diferencia es que aquella cena fue privada y ahora se trató de un evento público donde se puso a los hombres de negocios en un aparador; también, que en 1993 el dinero era para financiar al partido en el poder; ahora, dizque para comprar equipo médico.
Este hecho se suma a otros del actual mandatario, que han asustado a los inversionistas.
Los datos del INEGI dicen que la inversión se cayó 2.8 hasta noviembre del año pasado y aunque no hay cifras oficiales aún se estima que la inversión extranjera se habría caído alrededor del 12%, la cifra más baja desde 2009.
Es decir, es claro que a los inversionistas no les gusta México para poner sus capitales.
Y no les gusta México porque no consideran que las acciones gubernamentales no garantizan un ambiente donde el crecimiento, la aplicación de la ley, las reglas, ofrezcan la suficiente seguridad para colocar sus recursos.
Por eso la inversión se ha caído, por eso la economía está paralizada y por eso una recuperación es casi imposible.
Hoy, 2020 se está haciendo lo mismo, o peor, que en 2019.
Hasta el próximo lunes y mientras, no deje de seguirme en mi página de FB, Perspectivas de Luis Enrique Mercado y en mi cuenta de twitter @jerezano52