Hay explicaciones “obvias” para las masacres de El Paso y de Dayton que en gran medida acepto: la facilidad para conseguir armas en Estados Unidos (más sencillo que comprar una Miller Lite) y el discurso racista de Donald Trump contra los mexicanos: “nos traen las armas, los crímenes, son violadores”, dijo, por ejemplo, al iniciar su campaña presidencial.
Sin embargo, algunos analistas cuestionan estas explicaciones “obvias”, y algunos ofrecen otras que, aunque suenan complicadas, no deben descartarse apresuradamente.
¿Admiradores de Trump?
He ahí que culpar del todo a Trump de los tiroteos, por su discurso, podría ser errado. Hay tiradores que no simpatizan con Trump. Connor Betts, el tirador de Dayton, Ohio, no era republicano, informa Paul Kengor. Era demócrata, es más, socialista, y en su blog amenazó con matar a los fascistas.
¿Fácil acceso a las armas?
Es más, al menos una gran mayoría de los legisladores de Estados Unidos no creen que las armas por sí mismas produzcan las masacres. No pocos políticos argüirán incluso que en los estados en que fácilmente se compran armas los delitos son menores, porque los maleantes le temen a quienes defienden sus casas con pólvora.
Cabría advertir que esas armas en sus casas más frecuentemente se usan para suicidarse que para defenderse de los malhechores.
¿Locos armados?
De cualquier modo, Trump, como muchos políticos americanos, atribuye los tiroteos a problemas mentales de los tiradores, no a sus pistolas.
Aunque lo diga Trump, me inclino también a pensar que debieron estos tiradores de estar muy locos, o al menos drogados, a la hora de cometer sus crímenes.
Por ello Trump propone restricciones de armas a quienes, como los enfermos mentales, pudieren representar una amenaza a la sociedad, restricción que sería una medida mínima para frenar las masacres. Pide además que a los locos peligrosos se les confine en manicomios (ahora en Estados Unidos no es fácil hacerlo por respeto a los derechos humanos de los enfermos mentales).
Pide también una prohibición de los videojuegos violentos porque promueven una cultura agresiva, lo cual dudo que se acepte por el gran negocio que hay en esos jueguitos y por la defensa que se haría de la libertad de expresión, según está consagrada en la Primera Enmienda.
Aunque sea persuasivo el argumento de locura, Lori Ann Post lo califica de inexacto y estigmatizante: “La salud mental definitivamente tiene un papel en los disparos de armas de fuego a individuos y los tiradores son su mayoría personas deprimidas y se suicidan, sin embargo, no ocurre así con los tiradores que disparan de manera masiva”.
Según Lori Ann Post, entrevistada por CNN, quienes disparan de manera masiva tienen estas características: “‘Uno de ellos es el crimen de odio’, dijo Post, refiriéndose al tirador de El Paso, Texas y los tiroteos masivos anteriores en una iglesia de Charleston, Carolina del Sur en 2015, y el tiroteo en el club nocturno Pulse 2016 en Orlando, Florida”.
‘También vemos asesinatos por venganza’, dijo, refiriéndose a algunos tiroteos en el lugar de trabajo. ‘Entonces también tenemos algunas personas cuyos motivos son principalmente matar a tantas personas como sea posible’ o algunas están ‘orientadas a la misión’.
“‘Otra tipología es la violencia doméstica con esteroides’, dijo Post, refiriéndose a cuando un cónyuge violento podría matar a toda una familia. La mayoría de los tiroteos masivos caen dentro de las categorías de violencia doméstica, crímenes de odio o asesinatos retribuidos, agregó”.
“Si bien estos escenarios son importantes para la investigación, Post dijo que los tiroteos masivos en general son ocurrencias raras”.
Jacqueline Howard añade: “Las personas con enfermedades mentales graves tienen más de 10 veces más probabilidades de ser víctimas de delitos violentos que la población en general. Solo alrededor del 3% al 5% de los actos violentos pueden atribuirse a enfermedades mentales graves”.
¿Control de armas?
Sobre la eficacia del “control de armas”, el arzobispo Chaput, de Filadelfia, acepta lo siguiente: “los rifles de asalto no son un derecho de nacimiento, y… la Segunda Enmienda no es un becerro de oro. Yo apoyo chequeos exhaustivos de antecedentes y acceso más restrictivo a las armas para quienes deseen comprarlas”.
Pero el arzobispo también advierte que la experiencia “me enseñó que sólo un tonto puede creer que el «control de armas» va a resolver el problema de la violencia masiva. Las personas que usan las armas en estos hechos repugnantes son agentes morales con corazones perversos; y la perversidad es producida por la cultura…que comercializa la violencia de docenas de maneras diferentes, los siete días de la semana”, una cultura en que “ciertas clases de homicidios ya ni siquiera cuentan oficialmente como «homicidio». A ciertos tipos de homicidios los consagramos como derechos y los protegemos por ley [se refiere al aborto]”.
¿Muchachos abandonados por sus padres?
Algunos analistas, como Kengor, agregan datos estadísticos sobre los tiradores: suelen provenir de hogares destrozados y donde faltó la figura del padre. ¿Qué relevancia estadística tiene este dato cuando la mayoría de los hogares norteamericanos están destrozados? No lo sé.
Aunque en una mayoría de los hogares viven personas casadas, dos tercios de ellos ya han pasado por el divorcio o la separación.
¿Darwinismo cultural?
De Prada lamenta que cierto darwinismo cultural todavía alimente las creencias de “grupos raciales superiores” que, dentro de la “supervivencia del más apto”, deben desechar a los “grupos raciales inferiores”: “El determinismo racial, en fin, es una consecuencia lógica del poligenismo, una de las ideas medulares de la ciencia y filosofía modernas, que se puede proclamar por las bravas, disparando balas (como hace el energúmeno «supremacista»), o se puede maquillar, disparando ideas melifluas.
Pero el único remedio verdadero contra este determinismo racial es afirmar (como hace el pensamiento tradicional) la unidad de procedencia de la especie humana, la comunidad de origen y de sangre de todos los hombres, su fraternidad constitutiva”.
En esta línea de pensamiento, no se puede olvidar que Margaret Sanger fundó la hoy abortista Planned Parenthood como un instrumento de control de natalidad de la población de raza negra.
¿Ricachones astutos?
Entre otras ideas, he oído a no pocos autores quejarse de que, para evitar la lucha de clases económicas, los poderosos han inventado la lucha entre razas, géneros y grupos culturales. Claudio Ferrufino nos explica la “proletarización de los Estados Unidos”:
“Las élites cercan de muros cada vez más altos sus exclusivos barrios. El ghetto se va moviendo de un lado a otro, empujado por las apetencias y poderes de los que pueden. El ghetto se agiganta y no se mezcla; nada mejor que entre pobres peleen, que se acusen entre sí de males y deficiencias que vienen de fracasadas políticas. El enemigo dentro y el enemigo fuera, las divisiones de clase alejan sus orillas hasta un límite que ya no podrá juntarlas. Los blancos pobres, de los que hablaba Joe Bageant, y los negros y latinos, se proletarizan pero parecen no comprenderlo. El lavado de cerebro y la euforia americana todavía impiden ver que la situación se tornó dramática”.
Así, los “blancos” pobres no se rebelarán contra sus explotadores sino contra los falsos enemigos que les han hecho creer.
Que los pobres se peleen entre ellos preservaría el orden de la plutocracia, según Joan Fuster: “Eugenlo d’Ors, convencido—y con razón—de que eso de la «sociedad de clases» va para siglos, recomendaba esta útil prudencia a los sectores dominantes. No cambiar de ricos: sencillamente, cambiar de pobres”.
Y este cambio, en favor de la plutocracia, se daría promoviendo pleitos entre ellos.
¿Irracionalidad discursiva de Trump?
Yo agregaría a todo esto la polarización e irracionalidad en los debates políticos y culturales, lo cual no puede achacársele del todo a Trump, porque le antecede: previo a él se daba ya la
“political correctness” que considera “a priori” ciertas posturas como incuestionables.
De ella proviene mucha de la sensiblería actual que busca solucionar problemas con apapachos y muestras obligatorias de simpatía hacia el que mejor llore, cuando cualquier mejora real no consiste en sentirse bien sino en crecer en las virtudes, en ser bueno.
Este artículo forma parte del especial “Tiroteos en Estados Unidos y desafíos para la frontera con México”, publicado por el Colegio de la Frontera Norte (Colef).