En las últimas semanas se han dado diversos tiroteos en los Estados Unidos de América (1, El Paso y Dayton, entre otros) con consecuencias fatales. El común denominador en dichos eventos es una legislación anacrónica con profundas raíces en la cultura norteamericana que les ha permitido a jóvenes un fácil acceso a armas de asalto.
El problema de los tiroteos en los Estados Unidos de América no es nuevo, las masacres de Newtown (2012), Las Vegas (2017), Parkland (2018), entre otras, reflejan los resultados de una “política insensata”, en los términos de Barbara Tuchman (1985), pues es contraria a la razón y a los propios intereses del pueblo norteamericano.
El siguiente gráfico permite visualizar la magnitud del problema en los Estados Unidos de América:
Las implicaciones de la legislación sobre armas de fuego en los Estados Unidos de América, para México, tampoco son nuevas. Se estima que el 70% de las armas que se utilizan en México para cometer delitos provienen de dicho país.
Sólo en 2018 se registraron más de 20 mil homicidios dolosos y 10 mil lesiones intencionales con armas de fuego cuyo origen era los Estados Unidos de América. (Weigend & Lindsay-Poland, 2019). Sin embargo, la problemática de las armas en el vecino del norte nunca se había manifestado en la vertiente de terrorismo contra la población mexicana.
El tiroteo de El Paso, Texas, significó la evolución de un problema endémico de los Estados Unidos de América, cuyas consecuencias en México se limitaban al tráfico de armas para su uso en actividades criminales, y ahora a un problema con tintes raciales y de choque de civilizaciones, en los términos de Samuel Huntington (2011).
El problema de los tiroteos
La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos de América mediante una campaña basada en un discurso anti-mexicano, que dibuja a la migración como una invasión y señala a la población migrante como criminales y violadores, hizo eco en algunos sectores de la población norteamericana que sienten que su cultura y estilo de vida están en peligro.
Un país con amplios sectores de población, que creen en el destino manifiesto y la excepcionalidad del pueblo norteamericano, fue terreno fértil para el discurso anti-migración de Trump.
Aunado a lo anterior, pareciera que un sector de la población norteamericana experimenta lo que Huntington (2011) denominó “choque de civilizaciones”.
Dicho sector no ve con buenos ojos a una población migrante que habla español, rinde culto a la Virgen de Guadalupe y come tacos y burritos. Para ellos la población migrante debiera asimilarse a su nuevo país, es decir, hablar el inglés, practicar deportes como el baloncesto o fútbol americano y comer los alimentos típicos de su nuevo país.
El hecho de que los migrantes mexicanos mantengan sus tradiciones y hábitos pone en peligro la cultura norteamericana, según este sector.
En este sentido, un joven que siente el choque de civilizaciones, y ha sido radicalizado por el discurso de Donald Trump, pudiera transitar a la violencia, agravándose el caso si tiene acceso a armas de asalto. Es el caso del joven que perpetuó la masacre de El Paso, Texas.
En las investigaciones posteriores a la tragedia, se ha revelado que el joven tenía la intención de matar a la mayor cantidad de mexicanos posible; manejó desde Dallas, Texas, con esa finalidad y justificaba sus acciones con un discurso similar al de Trump respecto a una invasión de mexicanos y el peligro que esto representa para la cultura norteamericana.
Conforme a la legislación en Texas, dicho joven no sólo tenía acceso a poseer el arma, sino también a portarla, haciendo prácticamente imposible prevenir la tragedia para las instituciones de seguridad norteamericanas.
En la cultura norteamericana, la posesión de armas es un derecho consagrado en la segunda enmienda
Es el resultado histórico de la expansión norteamericana hacia al oeste y la incapacidad del gobierno para garantizar la seguridad en los territorios más alejados.
A través del tiempo, la legislación que permite la venta y posesión de armas se ha mantenido bajo la justificación del derecho a la defensa personal y su uso para actividades recreativas como la cacería.
Aunado a lo anterior, la industria de armas de fuego ha establecido una red importante de cabildeo en favor de la venta y posesión de armas de fuego, cuya máxima expresión es la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés).
El sistema político norteamericano, estructurado en un colegio electoral para asegurar que los estados rurales del centro del país no pierdan representatividad, favorece el estatus quo en materia de venta y posesión de armas, pues es justamente en esos estados donde hay una opinión pública más favorable hacia la venta y posesión libre de armas. Dichos estados son la base del partido republicano, por lo cual dicho partido se ha convertido en el principal defensor del estatus quo, en materia de armas de fuego.
Lo anterior se debe, en gran medida, a la propia racionalidad limitada de la condición humana (Simon, 1957), las emociones y pasiones que también influyen en las decisiones (Stone, 2011) y procesos de disonancia cognitiva.
En este sentido, al apoyo de un amplio sector de la población norteamericana al estatus quo en materia de venta y posesión de armas, hacen difícil transformaciones significativas a la legislación en la materia.
El contexto actual indica que, por el momento, sólo es factible incrementar las revisiones de antecedentes que se realizan a los posibles compradores previo a la venta de armas, en particular en lo relacionado a salud mental.
Es particularmente relevante para México que el sector poblacional que tiene una opinión favorable respecto a la libre venta y posesión de armas en los Estados Unidos de América es también el sector que presenta un mayor sentimiento anti-inmigrante, y la base de votantes del presidente Donald Trump.
También es relevante para México que el estado de Texas, con una alta proporción de población de origen mexicano, sea la fuente de tráfico del 41% de las armas de fuego hacia México (Weigend & Lindsay-Poland, 2019) y 35.7% de su población posea por lo menos un arma (Kiersz & LoGiurato, 2015). Lo anterior se combina con un incremento en los crímenes de odio contra mexicanos. Sólo en 2017, el Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés), señaló un incremento del 24% en los crímenes de odio contra latinos (Sanchez, 2019).
En resumen, un sector de la población norteamericana con alta prevalencia de posesión de armas de fuego ha incrementado su sentimiento anti-inmigrante, derivado de la retórica del presidente Donald Trump, aumentando el riesgo de que jóvenes cometan actos de odio con armas de asalto contra la población de origen mexicano en aquel país.
Recomendaciones
El Gobierno de México ha lanzado la campaña #DenunciaElOdio e incrementado los recursos en consulados para la atención de mexicanos víctimas de crímenes de odio (Arista, 2019).
Sin embargo, la medida puede ser insuficiente dado que los Estados Unidos de América entrará pronto en un proceso de elección presidencial en el que Donald Trump muy probablemente recurrirá al discurso anti-inmigrante nuevamente, especialmente ante las pocas probabilidades de reelección y una inminente recesión económica.
También es importante destacar que estados como Texas, tradicionalmente republicanos, estarán en juego por primera vez en una elección presidencial, incrementado las probabilidades de que los republicanos recurran al discurso anti-inmigrante y pro-armas.
En este sentido, el Gobierno
de México debe asumir un rol más
activo respecto a la discusión en
materia de armas en los Estados
Unidos de América, no sólo
limitarse a atender a las víctimas
de crímenes de odio.
El contexto actual de debilidad de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), y el reclamo por revisiones de antecedentes más exhaustivas en muchas zonas de los Estados Unidos de América, presentan una oportunidad para avanzar en la regulación de la venta de armas, en particular en lo relacionado a armas de asalto.
El giro a la izquierda de un amplio sector de la población de Texas, y el efecto de la tragedia en El Paso, pudieran abrir una ventana de oportunidad para que un estado con legislación excesivamente laxa, en torno a venta y posesión de armas, avance en su regulación.
Lograr que Texas tenga un mayor control sobre la venta y portación de armas debiera ser un objetivo estratégico de la política exterior mexicana, tanto por sus implicaciones en cuanto a tráfico de armas hacia México, como en lo relacionado a prevenir crímenes de odio.
En este sentido, México debiera promover activamente una mayor regulación en los Estados Unidos de América respecto a venta y portación de armas, en especial en Texas. Para lograr lo anterior, el Gobierno debiera aprovechar al máximo a sus aliados estratégicos en dicho estado, así como la relación con las comunidades de origen mexicano. Incluso pudiera ser parte de la negociación, en lo que respecta a política migratoria, tema prioritario para el presidente de los Estados Unidos de América.
Los Estados Unidos de América no están listos para prohibir la venta de armas o realizar modificaciones a la segunda enmienda, el Gobierno de México debiera tener eso claro. Sin embargo, dentro de los márgenes de la segunda enmienda, sí es posible lograr avances considerables en materia de revisiones de antecedentes, registro de las armas, seguimiento post-venta, entre otros.
Este es un artículo escrito por el doctor José Andrés Sumano Rodríguez