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Perspectivas | La realidad se va imponiendo

Podría suceder que la de Andrés Manuel López Obrador con la sociedad mexicana sea la luna de miel más corta de la historia, ya que luego de la primera, amplia y buena recepción de las medidas anunciadas, el paso de los días lleva a poner algunas de ellas en duda.

Por ejemplo, someter a consulta popular el futuro del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México parece acertado así a primer bote. “Qué bueno que ya nos dejan decidir a nosotros, qué bueno que ya no deciden solo ellos”.

Pero al paso de los días también saltan las dudas. “Porque me preguntan de algo que no se, porqué me van a consultar algo que está tan lejos de donde yo vivo”.

No es que se desprecie la consulta popular, siempre y cuando no sea en temas técnicos. Construir infraestructura, modificar la política tributaria, adoptar una política pública en materia educativa o comercial son temas técnicos que se deben decidir con argumentos técnicos y no desde el “me late” que puede significar una consulta popular o incluso desde el pensamiento de que “es acertado, pero no me conviene.”

Poner a la sociedad a definir temas técnicos es tanto como si el doctor somete a consulta popular si opera o no a un paciente.

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También, el paso de los días ha empezado a sembrar dudas sobre si es acertado desperdigar la mayoría de las secretarías de Estado y de muchas dependencias por todo el territorio nacional.

A primera vista pareciera que de lo que se trata es de acercar las dependencias a donde más falta hacen.

Parece que está bien que Turismo se vaya a Chetumal, lo más cerca de la joya turística del país. Pero esta dependencia no atiende turistas sino empresarios del sector para quienes Chetumal les queda muy lejos; o que Ganadería se vaya a Jalisco; pero es probable que el potencial ganadero no esté en ese Estado.

Las experiencias de mover dependencias indica que no es algo sencillo y que la evaluación de los resultados no necesariamente indica que fueron buenos.

Acaso lo más cerca que tengamos en ese tema es el traslado del INEGI de la ciudad de México a la de Aguascalientes a finales de 1985. Aún ahora no se sabe si estuvo bien o no.

Primero, hay que recordar que el cambio fue un proceso difícil, complicado, que se llevó casi seis años y aún ahora, más de 30 años después, los hidrocálidos tienen opiniones dividas sobre lo bueno o malo para su entidad que el INEGI llegara. Lo que sí está en la mente de muchos trabajadores de INEGI fue lo difícil que fue para ellos el traslado, desde el punto de vista económico, familiar y personal.

La verdad es que la burocracia si necesita una sacudida, que haya dependencias que lo mejor será que estén en otro lado; pero las decisiones deben ser resultado de un estudio, técnico, que aconseje o no los traslados y no fruto del calor de una campaña electoral donde muchas de las promesas suenan bien para lograr votos, pero no son acertadas a la hora de tomar decisiones de gobierno.

Hasta el próximo lunes y mientras, no deje de seguirme en mi página de FB, Perspectivas de Luis Enrique Mercado.