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OPINIÓN | Entérese de la historia antes de opinar

El año pasado nuestra isla del encanto, caracterizada por sus montañas vestidas de verde, su cielo azul y sus hermosas playas, se convirtió en lugar de escombros luego del paso del huracán María.

María me enseñó que los huracanes no solo poseen la fuerza para arrasar ceibas y arrancar techos, sino que también tienen el poder de desenmascarar narrativas como las que he venido escuchando de mis colegas no-puertorriqueños aquí en los Estados Unidos. Narrativas que, al igual que el huracán María, han logrado exponer las raíces de un problema que lleva toda una vida presente en el territorio puertorriqueño.

“But, Puerto Ricans are American citizens”, han repetido hasta el cansancio. Lo he oído tanto o quizá más que la canción “Despacito” cuando pegó en la radio el año pasado. Mientras muchos en la isla siguen en la oscuridad, del mismo modo les sigue tomando meses a mis colegas en comprender el significado de esa situación. Son mis colegas periodistas los que en realidad continúan a oscuras, sin entender las ramificaciones que tiene esta frase.

Decir que los puertorriqueños somos ciudadanos americanos resulta ser una frase algo incompleta porque presume que la solución para la isla de Puerto Rico es convertirse en parte de los Estados Unidos. Como si al obtener el estatus de “estadidad” se le resolvieran todos los problemas a los puertorriqueños. Además, lo dicen como si los derechos de los ciudadanos americanos fueran, en Puerto Rico, los mismos derechos de los ciudadanos estadounidenses en los cincuenta estados.

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Pero no quiero meterme tanto en politiquerías. Simplemente, quisiera arrojar algo de luz sobre la situación. Me parece solo apropiado mencionarlo en virtud al Paro Nacional celebrado este primero de mayo en Hato Rey, San Juan de Puerto Rico, luego de observar en las redes sociales como los policías tiraban gas lacrimógeno para neutralizar a un pequeño grupo de manifestantes. Sin embargo la gran mayoría de los trabajadores que protestaban pacíficamente junto con ellos por las medidas de austeridad impuestas por una junta (Junta de Control Fiscal) no-electa por los puertorriqueños también se vieron afectados por ese ataque. Los comentarios a través de Twitter y otras redes sociales decían que estaríamos mejor como “ciudadanos americanos completos”. ¿Qué quieren decir ellos por completos? Me explico:

Los puertorriqueños tenemos la ventaja de tener la ciudadanía americana, pero esto no vino de gratis. Puerto Rico se convirtió en una colonia de los Estados Unidos en el 1898, cuando los Estados Unidos le compraron la isla —y a su gente— a España como parte del Tratado de París, que dio por finalizada la guerra española-estadounidense. Filipinas fue oficialmente entregada a los Estados Unidos por 20 millones de dólares, y Guam, junto con la isla de Puerto Rico, se convirtieron también en propiedades. Cuba, sin embargo, declaró su independencia.

El tratado se firmó sin la presencia de los representantes de los territorios invadidos por los Estados Unidos. Y desde luego, Puerto Rico ha pasado por una serie de situaciones que lo llevó a tener algo de ciudadanía con el Jones-Shafroth Act del 1917. La ley estipula que los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses, sin embargo, en efecto, eran considerados ciudadanos a medias.

Digo “algo de ciudadanía” porque no podemos votar por el presidente de los Estados Unidos desde la isla; no podemos escoger a los cinco representantes que, tomando como base la población, tendríamos derecho, ni contar con dos senadores velando por nuestros reclamos tal como cada estado de la unión tiene. Ahora, con la situación económica del país, muchos sentimos un gran nivel de impotencia.

Impotencia porque al Presidente Donald Trump le parece todo un juego, tal como lo demostró en la isla cuando comenzó a tirar productos de emergencia (toalla Bounty, aparentemente) a los ciudadanos como si se encontrase en un juego de baloncesto, como si con ese papel pudiésemos limpiar la destrucción de los huracanes.

Sean dichas verdades, como puertorriqueños no tenemos las libertades de determinar un futuro cierto debido a nuestro estado colonial. Por lo menos, así lo sentimos muchos boricuas.

La realidad es que nuestra lucha como boricuas de determinar nuestro futuro político de ser estado federado, país soberano-asociado, o país independiente, no se encuentra en nuestras manos, sino en las manos del Congreso. Necesitamos de la acción de todos, ya sea en Illinois, en Ohio, o en Hawaii de llevar nuestros reclamos a nuestros congresistas y presionarlos para que la discusión llegue a las esferas de quienes pueden ejercer cambios.

Mi esperanza es que la próxima vez que alguien diga, “But, you are American citizens”, tengan un poco de conocimiento sobre la complejidad que esa frase implica.

Si algo positivo trajo el huracán María a nuestra isla es que revivió este tema para muchos de los que se quedaron y los tantos otros que se fueron. De aquí en adelante, la oportunidad de crear nuestra propia historia de autodeterminación a través de nuestras formas de manifestarnos depende de todos, no solo de los puertorriqueños.

Por Gabriella Cruz-Martínez

Cruz-Martínez es estudiante del programa de maestría en periodismo de Columbia College Chicago.