Son madres, hijas, esposas y hermanas, pero también son la fuerza trabajadora en la Central de Abastos de la Ciudad de México (CEDA-CDMX), donde representan el 40 por ciento de los 90 mil trabajadores en este mercado, que es considerado el más grande del continente americano en su tipo.
La labor que diariamente realizan las mujeres en la Central de Abasto es fundamental para hacer posible que los alimentos lleguen diariamente a los hogares de la Zona Metropolitana del Valle de México y de prácticamente todo el país.
Muchas historias femeninas caminan de la mano con el mercado mayorista, y a quienes compradores y proveedores miran con aprecio y agradecimiento.
Ejemplo de ello es Julia Silis Arias, vendedora de tamales de 88 años en el Sector Flores y Hortalizas.
“Hago tamales desde hace más de 70 años, comencé con mi mamá frente al Palacio Nacional en tiempos del presidente Miguel Alemán, después nos movieron a Jamaica y ya tengo 32 años en la Central, primero en el área de Subasta y luego aquí. De los tamales di carrera a mis seis hijos y la Central es y seguirá siendo mi vida”, cuenta.
Otro ejemplo del poder de la mujer en la CEDA es Violeta Zárate, quien en la nave I-J vende frutas junto a sus hermanas y madre.
“Mi mamá, como muchos aquí, viene desde la Merced, allá vendía legumbres, pero junto a mis cuatro hermanas hemos consolidado esta bodega que a diario abrimos a las 4 de la mañana”, dice orgullosa.
Preparación y perseverancia son las características de Margarita Rodríguez, quien además de comercializar cítricos, encabeza a la UNCOFYL, que es la asociación con mayor número de agremiados en el mercado.
“La tarea de mantener unidos a los Participantes en beneficio de la Central es de 24 horas prácticamente, pero lo hago con gusto porque estoy enamorada de este mercado desde que era una niña”, detalla.
Pero también afuera de las bodegas y locales el trabajo femenino está presente, como Gabriela Chávez Buendía, quien desde hace 16 años se desempeña en la Coordinación de Administración.
“Este fue mi primer empleo y vengo siempre con gusto porque aquí encontré una segunda familia”, asegura.
Ya sea en Envases Vacíos, en un local de comida o de papas, los olores, colores y sabores de la Central de Abasto de la capital de México están impregnados, además, de un aroma especial: el de la mujer trabajadora que aquí habita y labora.