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Soberbia y dedocracia

Soberbia y dedocracia – ¿Realmente Andrés Manuel López Obrador quiere ser presidente de México?

No es la primera vez que me hago esta pregunta ni creo que el cuestionamiento sea ocioso, porque finalmente este personaje lleva ya más de 20 años ocupando espacios estelares en la vida pública nacional, definiendo agenda y manteniéndose como la principal figura de oposición social, política y electoral en nuestro país.

Ello le ha dado cargos y recursos de los cuales ha vivido y vive cómodamente. Tiene su propio partido político en el que no se mueve un lápiz sin su consentimiento, y maneja a su antojo un presupuesto que ya rebasa los 600 millones de pesos al año, además de posiciones, candidaturas, iniciativas, vetos y pronunciamientos en torno a un proyecto cuyo fin último es supuestamente el acceso al poder presidencial.

Sin embargo, en 2006 vimos a un Peje que dilapidó una importante ventaja que le daban las encuestas incluso un par de meses antes de la elección de aquel año; que se sintió ganador antes de tiempo y por ello se rehusó a debatir con sus contrincantes; que insultó a un presidente en funciones cuya cuestionable popularidad desdeñó; que inventó un fraude para justificar su muy apretada derrota.

¿Quería, quiso López Obrador ser presidente 6 años después si paralizó la ciudad de México y con su radicalismo perdió los votos que quizá lo hubieran hecho ganar en 2012 de haber mantenido una posición más serena y paciente?

¿Quiere el tabasqueño en verdad ganar el año que entra si ahora, candidato único en el tablero y por lo tanto líder en todas las mediciones de intención de voto, muestra lo más rancio de su talante soberbio y autocrático?

No puedo dejar de hacerme estas preguntas cuando Andrés Manuel critica una mafia que es capaz –según él- de manejar criterios, voluntades, medios de comunicación, cónclaves papales y hasta fenómenos meteorológicos, y él es capo absoluto de su franquicia Morena, que en su nombre ratifica efectivamente regeneración, pero de los vicios más deleznables de nuestra cultura política: el dedazo, el voluntarismo y la ausencia total de autocrítica.

No veo mucha diferencia entre los errores de años anteriores y la farsa de la encuesta que quiere ocultar lo inocultable: que él y sólo el decidió que la candidata de Morena al gobierno de la ciudad de México sería y será Claudia Sheinbaum.

Con ese ejercicio supuestamente demoscópico pero obviamente dedoscópico, López Obrador no calló a la chachalaca, pero sí a la oportunidad de gritar que su partido es capaz de ser diferente a los demás: inclusivo, democrático, transparente.

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En este 2017, a menos de un año de su tercera elección, Andrés Manuel no bloquea Paseo de la Reforma, pero sí el camino a su credibilidad y la de Morena, que por un lado defiende con su silencio a un oscuro personaje que trabaja de Jefe Delegacional de Tláhuac, y por otro desconoce y sacrifica sin piedad a una diputada veracruzana que recibía dinero para su causa.

Ya no hay “cerco informativo” en los medios de comunicación, pero sí supuestos y perversos personajes de corte nazi que dictan líneas impresas en los periódicos que lo critican, incluso aquellos que alabó cuando publicaron encuestas a su favor, ahora y antes.

Peligroso, si alguien que dice tener la voluntad y los medios para transformar al país sugiere que si no se está con él entonces se pertenece a esa mafia del poder, o a la prensa inmunda que no entiende su noble propósito.

Todo apunta a que Morena ganará el gobierno de la ciudad de México –si Ricardo Monreal no dice otra cosa- y probablemente Sheinbaum pudiera hacerlo mejor, pero ¿no será que lo único que quiere AMLO es asegurar el bastión capitalino y la presidencia de su partido si pierde nuevamente la elección presidencial?

18 años más viejo, con problemas de salud propios de su edad y de sus frenéticos –loables- recorridos por todo el país, ¿querrá de verdad enfrentar la responsabilidad y el desgaste del ejercicio del poder?

Pareciera que no se atrevió en el Estado de México y él mismo debe saber que muchas de sus propuestas y soluciones mágicas que promete para ganar adeptos son poco transitables por no decir inviables.

¿Pensará en el fondo que está mejor como está? Lo veremos. Por lo pronto, yo lo veo empeñado nuevamente en perder la ventaja que lleva.

Claro, faltan las campañas….y la elección. Ya veremos.