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Visas humanitarias: una luz para los migrantes en Tapachula

Visas humanitarias: una luz para los migrantes en Tapachula

Hace poco más de un siglo, un joven obispo italiano, Juan Bautista Scalabrini, visitaba cada día la estación de tren de Milán junto con otros sacerdotes para llevar comida y consuelo a centenares de hombres y familias que partían hacía Génova, desde donde iniciarían ruta hacia América. El dilema al que se enfrentaban era: “emigrar o robar”.

Su trabajo creció y echó raíces hasta México a través de una congregación de misioneros. La Casa del Migrante de Tapachula -conocida por todos como el Albergue Belén- ofrece alimento y hospedaje temporal a los migrantes que viajan de sur a norte. Pero además les concede una regalo peculiar: la obtención de una visa humanitaria para vivir y trabajar legalmente en México durante un año.

Julber Gordillo, encargado de recibir a los migrantes que tocan la puerta del albergue chiapaneco, explica a Conexión Migrante la importancia de la Aldea Arcoiris perteneciente al albergue.

“Es un centro de capacitación en donde ofrecemos a los migrantes talleres de corte y confección, estilismo, computación o refrigeración, con una duración de tres meses. Quienes toman estos cursos con compromiso y llegan hasta el fin, obtienen un diploma. Pero aquellos que además lograron buenas notas son recompensados con una visa humanitaria”.

No esconderse más

Una visa humanitaria es un remanso de paz y seguridad. Gordillo explica que “al estar ubicado en Tapachula, al albergue acuden sobre todo migrantes de Centroamérica. Yo diría que 80% son salvadoreños y hondureños, y el 20% restante son nicaragüenses, guatemaltecos, y también hay algunos cubanos y mexicanos. Todos se dirigen hacia el norte, pero su tránsito por México puede ser muy peligroso”.

La visa humanitaria se canjea por un permiso emitido por el Instituto Nacional de Migración “que permite al migrante transitar por toda la República Mexicana y trabajar durante un año en nuestro país. Para ellos es algo muy valioso porque ya no tienen que esconderse y arriesgarse en el tren”, explica Gordillo.

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El tren al que hace referencia el entrevistado es “la Bestia”, el temido titán que transporta mercancías, pero también a millares de migrantes centroamericanos y mexicanos que, subidos ilegalmente en su lomo, atraviesan el territorio azteca en su camino hacia Estados Unidos.

La visa humanitaria es una iniciativa imaginada y defendida por el padre Flor María Rigoni. Un sacerdote de la Congregación de los Misioneros de Scalabrini. Un día decidió dejar su natal Italia para brindar apoyo a los migrantes y refugiados de países en desarrollo. Antes de llegar a México, en donde vive desde hace más de tres décadas, el padre Rigoni ofreció apoyo a refugiados en África.

5 mil personas al año

No todo mundo busca una visa humanitaria en Tapachula. La misión primordial de la Casa del Migrante de esta ciudad es dar asilo temporal a los migrantes y recibe entre 15 y 20 de ellos cada día. Esto se traduce en un flujo de hasta 5 mil personas al año.

“Suelen quedarse dos o tres días, los alojamos, les ofrecemos un desayuno y una cena, también disponen de servicios médicos, odontológicos, psicológicos y de asesoría legal”, dice Julber Gordillo.

La atención psicológica y la asesoría legal son importantes “porque muchos de ellos sufren asaltos y son víctimas de delitos y violaciones durante su tránsito. Necesitan ayuda y nosotros se las brindamos”.

Como el resto de las casas dedicadas a recibir a migrantes, el Albergue Belén vive a base de ayudas de la población local y de donativos que se reciben directamente en la casona colindante con la selva chiapaneca ubicada en Av. Hidalgo, sin número, en San Antonio Cahocán, en Tapachula o a través de transferencias financieras.

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