28 de abril de 2025

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Inseguridad y falta de información para migrantes que van a la COMAR

Inseguridad y falta de información para migrantes que van a la COMAR
Texto de Nadia Sanders

El único camino es una calle sin pavimentar, con charcos de lodo y olor a sangre, en una zona con naves industriales, donde el paisaje lo forman torres de alta tensión y una ciudad perdida que se formó a lo largo de unas vías del tren. En medio de una atmósfera árida, sin comercios ni servicios básicos, se encuentran las oficinas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) a donde cada día llegan cientos de personas extranjeras a iniciar el trámite para regularizar su estancia en México y evitar regresar a su país a través del refugio humanitario. Muchos de ellos quedaron varados en México a partir del 20 de enero, cuando el presidente Donald Trump canceló el sistema de solicitud de asilo con la aplicación CBP One en Estados Unidos. La cola de gente que rodea la nave industrial es la señal de que se está en la COMAR. De un lado, hay familias o personas que van a rectificar sus datos y a preguntar por qué no les ha llegado el correo para avanzar con su solicitud; del otro, están quienes van por primera vez. La mayoría está formada en el orden que le indica un grupo que se comporta como si regularan quién pasa y en qué orden. “¿Ya tiene ticket?”, es lo primero que dice un joven que se acerca a quienes van llegando. Ante la cara de sorpresa, comienza a decir: “Sólo atienden a un número determinado de personas y usted no va a poder faltar al trabajo otro día, o explíquele eso a su patrón”. Cada viaje a la COMAR 1 implica para algunos pagar unos 250 pesos, más la pérdida de un día de trabajo, que, a la larga, sirve para completar el pago de la renta y otros gastos. La mayoría de las personas con las que fue posible conversar trabaja de manera informal en restaurantes o taquerías, haciendo reparaciones en casas y mercados. Para ir a la COMAR 1 hay quienes pagan un taxi en la madrugada porque no hay transporte público a esa hora. La gente comienza a llegar desde las 2 o 3 de la mañana, a veces hasta pernoctan desde un día antes en un municipio con altos índices de violencia. La COMAR 1 se encuentra en el municipio de Naucalpan de Juárez, en el Estado de México, donde el homicidio doloso ha crecido el doble en el último año y el narcomenudeo
ha crecido cinco veces, según el Observatorio Nacional de Seguridad Pública con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Los engaños a las puertas de la COMAR

Un grupo de 12 a 15 personas es el que trata de controlar la fila para entrar a la COMAR, hablan como si supieran cómo es el proceso, le gritan a los que no les hacen caso para formarse en el orden que ellos dicen y se acercan a mujeres solas para ofrecerles servicio de taxi o simplemente pedirles su teléfono. No piden dinero, pero invitan a dar una cooperación voluntaria. La verdad es que los tickets que entregan no són más que un pedazo de papel con un número de tres dígitos y una oración pidiendo ayuda a dios. El mismo grupo también ofrece un banquito por 9 pesos para que las personas no se queden de pie durante horas. Mientras pasan las horas, la fila va creciendo y la gente mata el tiempo platicando: “De dónde es usted?…” y se escuchan historias como: “Cuando llegamos a Chiapas, cruzando el río, unos hombres con la cara cubierta nos desviaron, nos quitaron el dinero y nos tuvieron esperando hasta que Migración les dijera que podíamos pasar. Nos subían a las rutas y el que iba manejando reportaba por radio por dónde íbamos”, cuenta un hombre de unos 50 años. A unos metros, dos mujeres y un hombre joven cubano comienzan a hablar de cómo padecen la comida mexicana: “A mí, mi pareja me dice que cuando salga a la calle mejor no hable ‘¡No hables! Tú, ¡no hables!’”, dice una mujer que viene de Venezuela y asegura vivir con un mexicano que es petrolero y vive con su mamá. “Yo ya no me voy a Estados Unidos”, dice un joven cubano con pelo rubio. Las risas no faltan. la buya, las burlas repitiendo peladeces de los chilangos.
Por un café aguado se pagan 20 pesos en la espera a que abran las puertas de la COMAR.

Conexión Migrante

‘Parece que sólo quieren desgastarnos’

A las 9:00 de la mañana se abre un zaguán por donde podría pasar un tráiler. La entrada a la COMAR se da por grupos, las personas originarias de Haití entran juntas porque requieren asistencia para la traducción del creole o francés al español. En otro, pasan los que van en familias y luego el resto. Una vez dentro, el personal de COMAR les pide que escriban en una pieza de papel su nombre, la dirección en donde están viviendo y que dejen su celular en un locker mientras están dentro, llenan un formato, les preguntan cuándo entraron a México, cómo se enteraron de la COMAR y otros datos para evaluar si se les va a dar el carácter de refugiados. Ahí les dicen qué es la COMAR, qué beneficios tendrán mientras realizan su trámite de solicitud de refugiados y les aclaran que las personas de afuera no tienen nada que ver con la COMAR ni deben hacerles caso. Demasiado tarde para los que ya dieron dinero. Al concluir la entrevista o llenado de formulario, las personas deben verificar su correo electrónico porque por ese medio les va a llegar una cita para ir a las oficinas de la COMAR 2, que está en Iztapalapa. El cambio de sede es abismal porque a esas oficinas se puede llegar por metro, está cerca de la estación Escuadrón 201, y se encuentra en la Ciudad de México. Con suerte, las personas solicitantes de refugio reciben el correo al día siguiente y en dos días ya están siguiendo su proceso en Iztapalapa. Pero otra persona que fue el mismo día, a la misma hora, puede quedarse esperando semanas sin recibir noticias sobre su trámite. “Parece que lo que quieren es desgastarlo a uno para que se devuelva a su país”, comentó un joven extranjero. “Yo quedé en la bancarrota después de tres días de ir a la COMAR y ahora me tengo que reponer”.

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El refugio en México se pide en una calle sin salida.

No siempre fue así, Mariana, una mujer venezolana que vende empanadas fritas afuera de la COMAR dice que ella llegó a ir a las oficinas en la Ciudad de México, cuando el trámite se hacía en la colonia Juárez. Esas oficinas cerraron el 29 de mayo ante las quejas de vecinos que hicieron manifestaciones porque cientos de personas acampaban en las calles. Las autoridades anunciaron que se iban a reubicar en la colonia Anzures, en la alcaldía Miguel Hidalgo, gobernada por el PAN, opositor al gobierno federal, pero los vecinos también se opusieron, Por más de dos meses, la COMAR en Ciudad de México estuvo cerrada, no recibió solicitudes de refugio y hasta el 5 de agosto abrieron las puertas en una zona industrial de Naucalpan. Mujeres solas, infancias y familias que han sobrevivido a atracos, extorsión y secuestros en su travesía a Estados Unidos ahora tienen que pedir refugio frente a un muro de concreto y en una calle sin salida.

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