20 de abril de 2025

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Cruzando líneas | La magia de las primeras veces

Ellos han vivido primeras veces conmigo. Yo también he sentido miedos y amores que nunca había descubierto, como la vez que terminaron en el hospital o cuando casi se rompen un par de dedos.

Él tenía la mirada fija en el escenario y yo lo veía a él, tan grande y guapo, tan emocionado y preadolescente. Ya le falta muy poquito para cumplir 11 años, pero sigue siendo -casi todo el tiempo- un niño despistado, inocente, travieso y curioso. Solo cuando le pide a la Alexa que toque tal o cual canción me doy cuenta de que estamos muy lejos de esos días de “La Gallina Pintadita”. Así que verlo entonar canciones de desamor a todo pulmón me dio una sacudida de realidad. El tiempo sí pasa tan rápido como dicen y los niños crecen en un parpadear. Su primer concierto fue, para mí y mi hijo, un despertar.

Tengo mucha suerte de estar en esas primeras veces que debes vivir con alguien que te ame mucho, de a buenas, para siempre: la primera hospitalización o ver la Torre Eiffel, en vivo y a medianoche, iluminada por luces que parecen estrellas; los primeros pasos y el primer concierto… ojalá me toque el primer amor y poder abrazarlo cuando le rompan el corazón. Me gusta saber que estoy ahí, a veces de lejitos y otras de empalagosa, en esos momentos que podría compartir con cualquier otra persona, en una etapa diferente de su vida, pero elegimos hacerlo juntos. 

Con ella me pasa lo mismo. La he visto cambiar los moños por unas mariposas que intentan domar su cabello enmarañado; cada vez usa menos faldas y qué esperanza que se ponga un vestido con dibujos o flores. Ella es una fuerza de la naturaleza; a veces una dulzura y otras un terremoto. Pero también se anima a recorrer el mundo conmigo; le tocó disfrutar de mis beneficios de viajera frecuente cuando la ascendieron a primera clase en un vuelo largo (cuando yo tardé 42 años en llegar a tener ese privilegio) y por primera vez disfrutó de museos en Nueva York con los que soñábamos muchos años antes su abuela y yo.  

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A ella, que tiende a ser menos expresiva y más combativa, también la vi gritar emocionada en ese mismo concierto y cantar con ímpetu canciones que harían jurar a cualquiera que se ha enamorado como en telenovela. Otra primera vez que disfruto al máximo. Ellos como fanáticos de un artista y yo como la presidenta del club de admiradores de ese par que me revolucionan -todavía- todos los sentidos y sentimientos. 

Pero solo ellos han vivido primeras veces conmigo. Yo también he sentido miedos y amores que nunca había descubierto, como la vez que terminaron en el hospital o cuando casi se rompen un par de dedos. También nos hemos convertido en coleccionistas de momentos, viajes, suspiros, lágrimas y abrazos. Ellos descubren el mundo y yo redescubro la vida a través de ellos. No es de todos los días, pero sí hemos conquistado muchas primeras veces, que a la vez me dan nostalgia que sean las últimas. Pero las guardo, las escribo, las grabo, las apapacho, las disfruto, aunque solo sean instantes, para que no se me olvide a mí esa promesa que hice cuando nacieron: desde su primer suspiro hasta el último nuestro.