2 de mayo de 2025

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La vida de una centroamericana pausada por un trámite; ¿Te ha pasado?

Grupo de teatro espontáneo de la obra
La vida de una centroamericana pausada por un trámite; ¿Te ha pasado?

Huir no es una elección sencilla, es una decisión forzada por el miedo, la violencia y la falta de oportunidades. Miles de mujeres centroamericanas llegan a México en busca de refugio, pero en lugar de encontrar un camino claro, se enfrentan a un sin fin de trabas para hacer un simple trámite.

Bajo el seudónimo de Clara Campoamor, en honor a la abogada sufragista española que luchó por los derechos de las mujeres, se esconde la historia de una joven mujer nicaragüense que ha convertido la adversidad en fuerza, enfrentando el exilio y un sistema mexicano sin empatía.

La Clara que compartió su historia con Conexión Migrante nació en Nicaragua, se encuentra estudiando un posgrado y está comprometida con los procesos sociales y de las poblaciones indígenas y rurales. Su historia revela no solo los obstáculos que enfrentan quienes buscan protección, sino también la resistencia, el apoyo comunitario y la necesidad urgente de reformar un sistema que, en lugar de brindar soluciones, muchas veces se convierte en un muro más difícil de atravesar.

De estudiante a exiliada

Inicialmente, Clara llegó a Chiapas con una visa de estudiante, lo que le permitía regresar a Nicaragua cuando quisiera. Sin embargo, en una de esas oportunidades, su país se vio sacudido por un estallido social. El 18 de abril de 2018, las protestas comenzaron en Nicaragua, en un contexto que inicialmente giraba en torno a una reforma al sistema de salud, pero que rápidamente se transformó en una movilización contra el gobierno del presidente Daniel Ortega.

“Hubo un estallido social y empezó la persecución a todas las personas que eran consideradas de oposición, pero como tal no éramos oposición, sino éramos movimientos estudiantiles, movimientos de la sociedad civil, organizaciones en defensa de derechos de las mujeres. Todo esto al gobierno empezó a representarle un caldo de cultivo para ‘desestabilizarlos’, según ellos. Empezaron a cerrar muchas organizaciones de la sociedad civil, a expulsarlos del país, apresaron a todos aquellos que consideraban oponentes. Fue muy complicado poder estar allá; mirábamos muchos retenes, incluso podía haber un retén camino a casa y significaba que te detuvieran, el simple hecho de que supieran que mis papás vivían solos y que yo llegué, significaba una alerta”.

Conexión Migrante
Protestas estudiantiles en Nicaragua, 30 de julio de 2018 l Foto: Vatican News

En una ocasión, durante una de sus visitas a Nicaragua, la policía irrumpió en la casa de sus padres para interrogarles acerca de las constantes salidas del país de su hija. Este hecho activó una alarma: se dio cuenta de que su familia estaba expuesta y que ella se encontraba en la mira. Fue en ese momento cuando decidió exiliarse en México y solicitar asilo, lo tenía que lograr rápido porque tenía su visa de estudiante próxima a vencerse.

Ese regreso de Clara a México no fue fácil, pues venía ya no como estudiante, sino como exiliada. Se encontró con múltiples desafíos: inestabilidad laboral, incertidumbre sobre dónde establecerse y la falta de un seguro médico agrandaban su preocupación.

“La primera vez al llegar a México fue hermoso porque podía compartir experiencias (con otras personas), pero ya después en situaciones de riesgo o venirme así tan pronto, fue un golpe de realidad, de decir bueno yo también soy migrante, yo también estoy pasando y atravesando situaciones difíciles que han vivido otras compatriotas”.

Un trámite lleno de falta de empatía

Pero Clara tuvo que volver a Nicaragua. El miedo justificado de ser detenida en su país le hizo meter una solicitud de asilo en México antes de que venciera su visa de estudiante, no esperó los seis meses fuera del país que México pide a las personas extranjeras para hacer esa solicitud. Eso complicó su trámite, pero la organización mexicana “Sin Fronteras” le ayudó, a través de un juicio, a tramitar una nueva petición de asilo. La espera de la resolución fue larga.

“Pasó año y medio para obtener una respuesta y que dijeran que pudiéramos volverlo a intentar solicitar el asilo. ¡Fue muy grave esta situación! yo me hubiera podido quedar a conseguir un trabajo en México, pero como no tenía un documento (que hiciera legal mi estancia), eso me obligó a regresar a mi país, pero hubiera podido quedarme presa”.

Exponerse ante agentes migratorios en México no sólo representa un riesgo físico para las personas extranjeras que están pidiendo asilo, su integridad emocional también se ve vulnerada al ser obligados a contar una y otra vez la historia de terror por la que debieron dejar su país. La interminable serie de declaraciones y testimonios, a menudo recibidos sin la empatía necesaria, deja cicatrices en la estabilidad emocional de las y los migrantes.

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Los trámites en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) suelen ser muy tardados y confusos; entre requisitos poco claros y documentos difíciles de obtener, hacen que la experiencia sea aún más frustrante. Lo que debería ser un procedimiento claro y eficiente muchas veces se transforma en una espera interminable que termina afectando su bienestar.

Empezar de cero

Cuando finalmente obtuvo refugio en México, Clara tuvo el desafío fue reconstruir una vida desde cero. En Nicaragua ya tenía una trayectoria: tras terminar sus estudios, se encaminaba hacia la docencia universitaria y veía un futuro estable tanto profesional como familiar. “Yo sentía que ahí ya era mi vida (…) pero al salir de ahí y venirme para acá a México en estas condiciones, una siente que esos sueños se mueven, o al menos esa posibilidad de ya establecerse laboralmente, sientes que todo se mueve, yo tenía mucha claridad sobre el futuro, sobre mi vida y sobre todo del acuerpamiento familiar, sentía que era más estable y tuve que salir de mi país”.

La historia de Clara demuestra cómo quienes atienden los casos migratorios hacen que quienes buscan ayuda se sientan invisibles, “ni te voltean a ver mientras les cuentas”, recordó Clara una y otra vez durante la entrevista. Como si sus emociones y vivencias fueran simples datos para archivar en un expediente. No consideran que los procesos resultan aún más complicados porque no cuentan con sus papeles en regla (por la misma burocracia mexicana), lo que significa que no pueden disponer de un sustento económico estable a través de un empleo que les permita financiar los gastos de transporte y traslado necesarios para continuar con los trámites de documentación.

Teatro para sanar

Afortunadamente, Clara no estuvo sola en su proceso. Contó con el apoyo del programa “Casa refugiados” y formó una red de apoyo junto a otras mujeres migrantes centroamericanas, con quienes puso en escena la obra de teatro “Poética del desplazamiento”. En ella, compartían sus vivencias como migrantes, lo que también les servía como terapia para sanar. Estas experiencias las impulsaron a decidir ayudar a otras personas que, al salir de sus países y llegar a México, necesitan cobijas, un lugar donde dormir y apoyo emocional.

“Somos muchas y estamos muy acompañadas. Formamos una red de mujeres que luchan y somos increíblemente resilientes. Es fundamental que perdamos el miedo de expresar lo que estamos viviendo, de no guardar nuestras preocupaciones, sino de abrirnos, denunciarlas y compartirlas con quienes puedan escucharnos, porque siempre existen salidas, hay formas de avanzar. A veces esos apoyos no se encuentran en los espacios esperados, y la sensibilidad humana se concentra en las mismas mujeres que llevamos esta carga. Mis condiciones migratorias han sido emocionalmente duras, lo que me ha impulsado a fortalecer redes de apoyo para otras mujeres.”

La historia de Clara también evidencia las graves fallas en los procesos de documentación para migrantes y la falta de respuestas oportunas que los obliga a arriesgar su seguridad por un trámite. Es urgente que las autoridades y las instituciones responsables agilicen y humanicen estos procesos, garantizando el derecho de las personas migrantes a una vida digna y libre de miedo. La burocracia no puede seguir siendo un obstáculo que ponga en peligro sus vidas. Se necesita voluntad política para reformar los procedimientos, brindar asesoría accesible y asegurar que cada persona en situación de movilidad reciba el trato digno que merece.

El camino de la joven Clara estuvo marcado por el miedo, la incertidumbre y la falta de respuestas de un sistema, sin embargo, en medio de la adversidad, encontró en la sororidad y el acompañamiento una forma de resistir y sanar.

Su experiencia no solo muestra las fallas en los gobiernos, sino también la fuerza de quienes, a pesar de todo, siguen luchando por su derecho a un futuro digno. Clara, como muchas otras mujeres, convirtió su dolor en acción y ahora es un apoyo para quienes llegan a México en busca de una nueva oportunidad.

¡Nadie merece que su vida se vea pausada por un trámite!

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