Somos cómo nos decimos. Es posible saber mucho más de una persona por la forma en que se refiere a sí misma, que por otras características que se podrían considerar fundamentales, como sus pasatiempos o su profesión.
De igual manera sucede cuando, a fuerza de repetición, un argumento falaz puede convertirse en una verdad, simplemente por la frecuencia con que se enuncia. De tal forma que, cuando se trata de migración, la narrativa es precisa: el migrante es un problema, entraña en sí mismo una serie de conceptos amenazantes.
Y de esta serie de argumentos falsos, se han aprovechado políticos, líderes religiosos y personas privilegiadas para dañar, pero sobre todo, para abusar de esta narrativa y sacar provecho, eso, que hay una ganancia derivada del racismo y el clasismo que estos argumentos, en boca de estos grupos de personas, generan.
¿Qué provecho tienen todas estas mentiras sobre los migrantes? Triunfos electorales, obviamente, pero sobre todo logran una ruptura en el tejido social, permite que se filtren retóricas retrógradas y fascistas, donde se valida la injusticia, el abuso y la violencia, nos separa de la comunidad o nos impide formarla.
Por otro lado, dentro de este filtro, vale la pena observar qué se dicen de sobre si mismos estos perpetradores del abuso. Aquí un ejemplo de, por ejemplo, el anticarismático Donny:
“No creo que exista otro gobierno en la historia de este país que haya hecho más cosas en dos años -y aún no las hemos cumplido-“, aclara.
“No es fanfarronería cuando te digo que soy una ganador. Tengo experiencia en ganar. Es lo que se llama liderazgo. Eso quiere decir que la gente me sigue y se inspira con lo que digo…”.
Él se cree guapo, irresistible, encantador, un seductor nato… así como tantas personas que por ser blancas, tener una carrera, un trabajo, tener dinero, mucho obviamente; ser heterosexuales, tener dos o más hijos, etcétera; sienten que pertenecen a una estirpe superior: a una elite ejemplar, pulcra, honorable, y que por esto pueden sentir desprecio por los que son diferentes, mucho más si éstos aspiran a ser y tener lo que ellos tienen: el privilegio blanco, un privilegio que no les costó más que la casualidad de haber nacido en esa circunstancia.
Y aunque para los estudiosos este antipático Donny no es más que un caso típico de un narcisista infantilizado, un abusador, un mentiroso, un sujeto que impone su deseo sobre los otros violentando y abusando de normas y valores, este sujeto es quién representa a los blancos aspiracionistas en USA. Y por supuesto, los intereses perversos del neoliberalismo.
Se me ocurre que los migrantes tienen que comenzar a hablarse a sí mismos con dignidad, con respeto, a decirse a ellos mismos con gallardía, con valentía y honradez, a representar en su narrativa quiénes son, no quiénes les decimos que son, a construir una patria, un territorio seguro de palabras, conceptos, y a través de estos proclamar sus derechos y exigencias, desde la alta cumbre que otorga en esta experiencia humana el hecho de dejarlo todo para buscar un mejor porvenir.
Que así sea.