15 de marzo de 2025

| Dolar:$20.07

Luis, migrante michoacano entre la deportación, el desplazamiento forzado y la lucha por un nuevo comienzo

Te contamos la historia de Luis, migrante michoacano a quien el crimen organizado ha alcanzado en distintas etapas de su vida.

Luis es un migrante michoacano de 42 años originario de la ciudad de Zamora que ha vivido una vida marcada por la migración, el crimen organizado y la búsqueda de un futuro mejor.

Entre dos fronteras y con un pasado que aún pesa sobre él, Luis busca una vida digna para su hijo, lejos del crimen que alguna vez lo atrapó.

Un sueño que lo llevó lejos

Desde niño, Luis soñó con un futuro lejos del campo en Zamora, Michoacán. Criado en una familia numerosa y con un padre que dependía de los temporales, decidió migrar a Estados Unidos con su primo y su hermano mayor en 1995.

Con solo 13 años, cruzó la frontera con un pasaporte que no era suyo.

“No fue tan difícil, me daba miedo, aunque les dije que no. Pasamos en un carro, no sé ni cómo no se dieron cuenta que no era yo el del pasaporte”.

Ya en Oregon, el migrante michoacano comenzó a trabajar, pero en menos de dos años encontró una forma más rápida de ganar dinero.

“Empezamos a mover mercancía, nos llegaba y no la vendíamos ahí, era para enviarlo todo a Hawái por FedEx y UPS. Ya encontramos las horas y los días para mandar los paquetes”.

Su economía mejoró considerablemente, permitiéndole comprar casa y vehículos.

“Organizábamos bailes con grupos en vivo para disfrazarla. Cuando a uno le gusta agarrar dinero fácil, se engancha”.

La vida en el crimen organizado

En 2003, la vida de Luis cambió radicalmente. Con una esposa y una hija en camino, creyó haber alcanzado estabilidad. Sin embargo, su detención coincidió con el nacimiento de su hija.

“Ese día le dije a mi compadre que me acompañara a tomar, era el último día que lo haría. Cuando le paramos, todo desvelado fui a entregar un encargo en una tienda donde me citaron. De ahí me iba al hospital.

Pero en la tienda estaba raro. El parking estaba lleno, pero en la tienda no había ni una persona. Me metí a un pasillo y me encontré al que me citó, pero no le quise entregar ahí”, comentó el migrante michoacano.

Le dije que nos saliéramos, pero cuando me acerqué a la puerta, vi muchas lucecitas apuntándome. Me habían puesto”.

Condenado a ocho años de prisión por tráfico, Luis se negó a cooperar con las autoridades.

Después supe que cuando agarraron a un compañero, tiempo antes, él me había delatado”.

Durante su tiempo en prisión, se adaptó a la vida carcelaria, al punto de temer su liberación.

“Cuando se acercaba el día de salir de prisión me daba miedo. Yo ya no quería irme, ya me habían dicho que venía para México, pero yo ya no conocía mi país, ya no estaba morrillo”.

Regreso a México y la sombra del crimen

Tras cumplir su condena, el migrante michoacano fue deportado y regresó a su estado natal, donde intentó rehacer su vida trabajando como taxista. Fue en este periodo cuando conoció a la madre de su segundo hijo.

Sin embargo, su vínculo con una familia relacionada con el crimen organizado lo puso en una posición incómoda.

“El problema es que ella es familia lejana de uno de los grupos de allá y era estar en fiestas gigantes, con mucha gente, todo el pueblo, comida, grupos, el que te puedas imaginar.

La regla es no usar el celular para tomar videos ni fotos, nomás al escenario si quieres, pero no publicas nada de lo que ves ahí ni a quienes están en las fiestas”.

Luis contó que en Michoacán, trabajar para el crimen organizado o mantenerse al margen no era una elección sencilla.

“Yo aprendí que ya no quiero más de lo mismo. Ahí están mis papás y no tiene caso, antes de venirme vi cómo le dieron (le dispararon) a uno, me fui de ahí como pude. Me siguieron y pedí ayuda a los familiares de mi esposa. Yo no tuve nada que ver y tampoco iba a decir quién fue, solo no vi nada”.

Luis, migrante michoacano que tuvo que huir para proteger a su familia

El migrante michoacano optó por irse del estado cuando las amenazas se volvieron insostenibles.

“Un primo y un amigo de la infancia sí se metieron a eso y me insistieron en que le entrara. Si de buenas los rechazas, lo toman mal. Y aunque pasé un rato sin que me molestaran, volvían a decirme.

Total que terminaron amenazando de muerte a mí y a mi mujer con mi hijo… hasta me dijeron que si no entraba yo, ahí estaba el niño que tomaría mi lugar. Salí de allá para no volver”.

Antes de partir, su esposa decidió no acompañarlo, pero le entregó a su hijo de entonces, nueve años.

“Llegué a Tijuana siendo ‘papá luchón’. Ya tiene 12 años y me sigue en todo lo que hago. ¿Qué otra motivación quiero para hacer las cosas bien?”.

Ahora trabaja como conductor de plataforma y aunque reconoce la violencia en Tijuana, la compara con la de Michoacán.

“Cinco muertos al día sí se ven allá, pero en varios pueblos. Aquí pasa todo en la misma ciudad, aunque aquí sí sales a la calle a gusto, trabajas bien. Allá no, hasta nos cobraban piso por el taxi y aquí aún no pasa eso”, agregó.

Un futuro incierto pero con esperanza

Durante la existencia del programa CBP One, Luis consideró solicitar asilo para proteger a su hijo, pero su antecedente penal le generó dudas.

“Hubo quienes me dijeron que por la felonía que tengo, no me agarrarían, otros me dijeron que sí, pero no me animé. Aquí estoy bien todavía. El que quiere mejorar, mejora, no importa si está aquí o allá. Lo importante es estar seguro”.

El migrante michoacano aún enfrenta incertidumbre, pero con la determinación de mantenerse alejado del crimen y ofrecer un mejor futuro a su hijo.

Tal vez te interese:  ¿Qué es el sarape mexicano y cómo se produce?

En Tijuana ha encontrado una segunda oportunidad, una ciudad que, a pesar de la violencia, le ha permitido rehacer su vida.

Mientras tanto, este migrante michoacano sigue trabajando y buscando garantizar la seguridad de su familia, con la esperanza de un futuro más estable y libre de amenazas.

Te contamos la historia de Luis, migrante michoacano a quien el crimen organizado ha alcanzado en distintas etapas de su vida.
Luis migrante michoacano que ahora ha encontrado en Tijuana una nueva forma de empezar. Foto: Janette De Los Reyes

Notas
Relacionadas

Más Noticias