Leí el libro Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, por primera vez en 1991, había salido dos años antes. Recuerdo que me impresionó la historia, por la situación injusta a la que se enfrentaba su protagonista. Tita, no se había podido casar porque tenía que cuidar a su mamá hasta que muriera. No era el único personaje que la pasaba mal frente a un sistema patriarcal opresivo, también lo padecía Nacha, Chencha, Gertrudis, y muchas más.
En 1992 salió la película con el mismo nombre, dirigida por Alfonso Arau. En aquellos años, también hubo cierta polémica sobre la coherencia (o no) de la película con la historia, a pesar de que la adaptación la hizo la propia Laura Esquivel; también hubo a quien no le gusto, porque no seguía fielmente lo que decía el libro sobre los personajes. Pareciera que el libro tiene esa enorme virtud: generar polémica; como a finales del 2024 cuando salió una nueva adaptación en formato serie, Como agua para chocolate (HBO), teniendo como productora a la actriz Salma Hayek.
Considero que esto se debe a que el libro plantea cuestiones fundamentales de la vida, temas sobre los que no hay acuerdo y sobre los que es necesario hacer un cambio: la desigual distribución de las tareas de cuidados sobre los que funciona la sociedad y que asumen mayoritariamente las mujeres.
La novela muestra que una mujer joven de clase social solvente, pero del medio rural, pues vive en una hacienda y no puede tomar decisiones sobre su vida, porque de acuerdo al sistema patriarcal debe hacerse cargo del cuidado de su madre; no es que su madre sea la encarnación del mal, sino que encarna el rol asignado por el sistema. Nacha, otro personaje de la novela, vivió la misma historia, pero sumando que era joven, pobre, indígena; Gertrudis además, carga con la pesada loza de ser producto de una relación fuera del matrimonio y, para colmo, con un color de piel que la conecta con la población afromexicana, y podríamos seguir, por eso se dice que hay una “deuda histórica” con las mujeres, porque tiene cientos de años perpetuándose.
Laura Esquivel señala que el problema es un sistema patriarcal que no permite el desarrollo pleno de las mujeres. Problemática que se sigue repitiendo hasta la fecha.
Al inicio del sexenio de Claudia Sheinbaum como presidenta en México, se ha planteado la necesidad de impulsar un Sistema Nacional de Cuidados, para atender la deuda histórica que se tiene con las mujeres, en primer lugar con las trabajadoras más vulnerables: las maquiladoras y las jornaleras agrícolas migrantes.
Las tareas de cuidado son necesarias para toda sociedad, alguien las tiene que hacer, pero no hay ninguna razón para condenar a las mujeres y solo a las mujeres a llevarlas a cabo, sin la participación equitativa de todos los integrantes de la familia. Otra cosa hubiera sido de Tita si las tareas de cuidado, como hacer la comida, eso que mantiene en vida a cada miembro de la familia, se hubieran distribuido de forma equitativa en la familia y en la comunidad. Lo mismo para todas las otras mujeres, que tuvieron que renunciar a sus proyectos de vida.
La creación del Sistema Nacional de Cuidados en México es necesaria y urgente, pero no solo es tarea del gobierno y las instituciones, requiere que todas las personas participemos en reconocer, redistribuir y reducir la carga de trabajo de cuidados en las familias y, principalmente, quitarles carga a las mujeres. Colaborar en casa es para todas las personas, independientemente de sus características de color de piel, edad, condición social, lugar de nacimiento, lengua materna o cualquier otro rasgo diferenciador.
Quizá soy extremadamente optimista, pero creo que la serie de Como agua para chocolate logra llegar al público actual, pero sobre todo, logra detonar la reflexión sobre algo fundamental: reconocer, redistribuir y reducir la carga de trabajo de cuidados, para cambiar el sistema opresivo que impide el
desarrollo pleno de las mujeres y de todos los integrantes de la sociedad. Otro mundo es posible.