En el Fondo de Cultura Económica, la empresa editorial de los mexicanos, encuentras la antología de poemas de la gran escritora chiapaneca Rosario Castellanos. Ahí está Meditación en el Umbral, que escribió en 1948. Es un poema poderoso, que resuena con fuerza hasta nuestros días.
“No, no es la solución
tirarse bajo un tren…
Debe haber otro modo…
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.”
Por eso mi columna adopta el nombre Meditaciones Migrantes. Definitivamente debe de haber otro modo de ser humano y ser libre. Podríamos decir que esa es la esperanza que mueve a las personas migrantes, la esperanza de encontrar un lugar en donde se puedan asumir como humanos libres. Es un acto de profunda crueldad e inhumanidad arrebatar a las personas el horizonte de esperanza de un mundo mejor.
Mi familia precisamente es una familia migrante. Mi madre y mi padre, mixtecos, salieron de su pueblo natal, al sur de Puebla, en la década de 1960, para buscar un mejor lugar donde vivir. La ciudad les ofreció mejores condiciones que su lugar de origen, pero también los enfrentó a la realidad del racismo contra su lengua materna y su color de piel.
Tristemente, en algún punto de la crianza de sus hijos, mis padres tomaron la decisión de no enseñarle a sus hijos mixteco, para tratar de mantenerlos a salvo del racismo y la exclusión. Esto que narro no es ajeno a la población migrante al interior del país y fuera de él.
Si bien nací en la Ciudad de México y el español es mi lengua primaria, no es mi lengua materna, esta situación ha significado en mi vida una condición particular en cuanto a mi sentido de pertenencia y mi identidad. Puedo dar testimonio de situaciones y adversidades enfrentadas como resultado de mi color de piel, por el racismo latente contra la población indígena.
En 1994, cuando estaba empezando la licenciatura en sociología en la UNAM, aconteció el levantamiento zapatista en el estado Chiapas, donde nació Rosario Castellanos. A partir de ahí, México no fue el mismo por muchas razones. La más significativa para mi fue que se aceptó una realidad y el INEGI empezó a contar a la población indígena porque hablaba su lengua materna, pero también por AUTOADSCRIPCIÓN, que significa que uno, y no ninguna institución, se declara así mismo indígena. Desde entonces es posible asumirse indígena porque el orgullo hace que a uno se le dé la gana. Otro modo de ser humano y libre.
Mi familia también es migrante porque algunos de sus integrantes, hace años, se fueron de la Ciudad de México a vivir a Estados Unidos en busca de una mejor situación social, educativa, cultural y económica. El mixteco es nuestra lengua materna, el español nuestra lengua primaria y el inglés nuestra lengua secundaria.
Mis Meditaciones también son migrantes porque estarán en constante movimiento: visitando la literatura, el cine, los medios de comunicación, la música, las redes sociales, las calles, las políticas públicas, los movimientos sociales y las personas. Todos somos migrantes. Te compartiré temas diversos, que siempre tendrán por hilo conductor la historia y la identidad migrante, de los que nos quedamos aquí, de los que están allá, de los que estando en una ciudad tan grande, estamos en migración constante por cuestiones laborales y de vida.
Meditaciones Migrantes tienen como horizonte de esperanza la tarea de construir entre todas y todos “otro modo de ser humano y libre”. Me encantará que se conviertan en una conversación entre la familia, los vecinos, los paisanos, nuestras gentes y comunidades, pues solamente desde el sentido de comunidad es que se puede hacer de este un mundo mejor.
Decía muy bien Rosario Castellanos: ”’No aceptar ningún dogma sino hasta ver si es capaz de resistir un buen chiste”. La libertad de pensamiento es lo que nos interesa, en oposición a los dogmatismos, esas verdades que algunos asumen como incuestionables y absolutamente ciertas. Contra las verdades autoritarias, la libertad en conexión con la comunidad. En Conexión Migrante, todo por escribir, todo por cambiar.