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17 de septiembre de 2024 | Dolar:$19.30

Apuntes de la Diáspora | El valor de la derrota

“Creo que es necesario educar a las nuevas generaciones en el valor de la derrota. En la humanidad que de ella emerge. En construir una identidad capaz de advertir una comunidad de destino, en la que se pueda fracasar y volver a empezar sin que el valor y la dignidad se vean afectados. En no ser un trepador social, en no pasar sobre el cuerpo de los otros para llegar primero.

Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de hacedores falsos y oportunistas, de gente importante, que ocupa el poder, que escamotea el presente, ni qué decir el futuro, de todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser. Ante esta antropología del ganador, de lejos prefiero al que pierde…”

Pier Paolo Pasolini

El budismo considera la impermanencia (el cambio permanente) como la única condición segura en la vida, o sea que no existe la seguridad absoluta en realidad, y ahondando más, tampoco existe la realidad en tanto cada quién la percibe a través de sus múltiples filtros… Hay muchos tipos de país en una nación, depende la clase social a la que pertenecemos, o si somos mujeres, si tenemos alguna enfermedad crónica y si ésta es física o mental, por ejemplo…

Decidir migrar o verse obligado a migrar implica una derrota, ya sea ante la expectativa que se tenía y se transforma o ante la imposibilidad por factores externos. Migrar entraña un duelo, una pérdida, una renuncia. Y a su vez estos conceptos devienen en incertidumbre, vulnerabilidad, indefensión ante nuevos sistemas jurídicos, policiales, políticos y culturales.

La doble moral que permea en los países receptores de migrantes hace que la narrativa hacia éstos los convierta en seres no sólo ilegales sino indeseables y de segunda, dependiendo, claro, de la circunstancia. Si se trata de mano de obra barata, de evadir impuestos, de quién haga el trabajo indeseable… O por el contrario, mano de obra especializada y un significativo aporte multicultural.

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El migrante pierde en orden de recuperar, pero este trabajo significa muchas veces la renuncia a la dignidad y la confianza en sí mismo y el mundo que le rodea. La historia de las diásporas de la humanidad nos ha vuelto más empáticos pero también ha radicalizado las posturas de la derecha, legitimando discursos de odio. Como nunca antes, después de la Segunda Guerra Mundial, los líderes políticos de derecha de las potencias mundiales remontan sus discursos fascistas. 

Sin embargo, ante esta situación también existen comunidades de destino, personas y organizaciones que de múltiples formas han acogido y apoyado a los migrantes en sus nuevos caminos, en sus luchas sociales. Pienso en colectivos como el de Las Patronas en México, que reparten comida para los migrantes, o el proyecto Artistas Migrantes que busca difundir la obra de artistas migrantes latinoamericanos desde Mendoza, Argentina.

En Europa la PICUM, y cientos de miles de personas que acogen, respaldan, orientan y trabajan con la sociedad residente para sensibilizar la problemática de los migrantes. En algún momento determinado todas las personas hemos tenido que derrotarnos y volver a empezar, saber que nada está perdido cuando se pierde todo, y acercarnos a las comunidades de apoyo sin estigmatizarnos como fracasados, es parte de dignificar el nuevo comienzo, de reforzar la empatía y ejercer la solidaridad entre todos y para todos.