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CRUZANDO LÍNEAS | La frontera desde el privilegio

Se refieren siempre al futuro con una memoria muy corta del pasado. No se entiende como un todo. No hay una conversación profunda del individuo… del migrante. ¿En dónde se tienen los puentes humanos?

Para recorrer la frontera se requieren todos los sentidos. Hay que vivirla. No se puede entender en un vistazo. Hay que cruzarla de ida y vuelta. Pensar que en un parpadeo se desvelará la complejidad de migración es una utopía. ¿Cómo se entiende lo que pasa cerca del muro cuando la herida del migrante sangra desde más lejos?

Cuando Joe Biden visitó El Paso, Texas, por primera vez como presidente de Estados Unidos, solo tuvo una mirada empañada de la frontera. No es lo mismo un recorrido guiado que un calvario migrante. Es un primer paso, cierto, pero de buenas voluntades está lleno el infierno.

¿Qué pasa con los que viven en este mundo el mismo purgatorio?

A la frontera se le entiende desde las entrañas, con las historias y los cólicos de los muchos tráficos; con los puentes humanos que nos tiende la familia y la cercanía, con los tantos muros que hemos construido y los otros de los que nos hemos burlado. Uno solo logra verla cuando los ojos están tan hambrientos como el corazón. A esta zona no se le puede desnudar desde el privilegio. 

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No es solo la tierra, la barda, las garitas y el comercio; no basta con acercarse al río y quemarse el rostro en el desierto; tampoco es el uniforme o las mochilas que se deshacen en el camino, es el todo con lo que se abona un fenómeno del que nos cuesta hablar con sinceridad, sin el chaleco antibalas de empatía… es bajarse del pedestal en el que se monta la política. Entender la frontera es desgarrarse un poco por dentro.

Pero todos escupen declaraciones cuando se trata de hablar de seguridad pública y control fronterizo. En la agenda presidencial se enlistan políticas de disminución de cruces irregulares y decomisos, cumbres y reuniones con mandatarios, estrategias de reacciones siempre y muy pocas soluciones. Se refieren siempre al futuro con una memoria muy corta del pasado. No se entiende como un todo. No hay una conversación profunda del individuo… del migrante. ¿En dónde se tienen los puentes humanos?

¿Cuándo existirá la libertad y voluntad política para abordar las causas de la migración y lo que pasa en la frontera?

No es una conversación si es solo uno el que marca la pauta, el que diseña las reglas del juego, el que decide quién va de que cuál lado del muro, el que arbitrariamente implementa medidas proteccionistas que blindan imaginariamente fronteras o el que tira la piedra y esconde la mano. No hablar de la responsabilidad histórica de la migración, de los infiltrados, de las carencias, de los sueños, de la humanidad es también una declaración política.

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