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El conflicto Rusia-Ucrania y su repercusión en la América Latina

Cientos de personas atrapadas en teatro de Ucrania debido al conflicto Rusia-Ucrania. | Foto: VOA / Associated Press.
El conflicto Rusia-Ucrania no es extraño para América Latina y sí dejará repercusiones en la región a mediano plazo

Rusia, la mayor superpotencia energética del mundo, está en guerra. El país con casi la décima parte del territorio del planeta, con las mayores reservas inexploradas de riqueza energética y el mayor arsenal nuclear, insiste en ser aún más grande. Luego de haberse anexado la península de Crimea en 2014 tras el Euromaidán y la guerra del Dombás, el gigante rojo ha invadido su vecina Ucrania, el segundo país más grande de Europa y su principal obstáculo en el dominio absoluto del Mar Negro. 

Las repercusiones de este conflicto no quedan supeditadas únicamente a Asia y Europa, sino que atañen a todas las naciones, y las latinoamericanas no son la excepción. Muchos mercados también se han visto afectados en pequeña o gran medida, sobre todo el energético y el agrícola. No obstante, rubros como el de la producción audiovisual se han ido en alza por la demanda de las noticias, tanto en transmisiones en directo como pregrabadas —en este último el editor de videos de Clipchamp ha tenido gran demanda—.

A continuación, una mirada más profunda a las repercusiones de este conflicto en Latinoamérica:

El superpoder energético ruso y la nueva guerra fría

Tras la caída definitiva de la Unión Soviética en 1991, el medio siglo de Guerra Fría dio paso a un escenario de relativa distensión en el cual, sin embargo, no cambió el telón de fondo. Hoy por hoy, tres décadas después y cuando se creía haber superado ese capítulo, la historia nos pone frente a la “Nueva Guerra Fría”. 

La única diferencia del panorama actual respecto al pasado —además de tener como centro la invasión a Ucrania—, es el cambio de arsenal: el poder nuclear por el poder energético. 

Un juego de ajedrez muy complejo

Rusia, como principal productor de gas y petróleo del mundo, ha generado una peligrosa dependencia energética en occidente, especialmente en Norteamérica. Consciente de ello, Putin ha venido moviendo su ajedrez geopolítico ante todas y cada una de las jugadas en las que Washington ha intentado despojar a la Federación Rusa de tal ventaja.

Por su parte, Rusia ha ejecutado en las últimas décadas una variedad de medidas de protección y contraataques a lo que considera amenazas y ataques indirectos de EEUU. Entre las agresiones más evidentes para el Kremlin están la incorporación a la OTAN de países colindantes con la frontera rusa y, muy especialmente, todas las formas de apoyo provenientes de Estados Unidos para la consolidación de la democracia en Ucrania.

La guerra energética global

Bajo esa óptica, la mayor ofensiva estadounidense de los últimos años ha sido lograr su independencia definitiva en el ámbito energético, cuyo principal bastión ha sido la explotación no convencional de sus reservas de hidrocarburos con técnicas como el fracking. Esto ha permitido, además de lograr la paulatina desvinculación de Rusia, apuntalar firmemente a disolver el nexo con Venezuela y Arabia Saudita.

La consecuencia más grave para estas naciones no alineadas con Washington, como es evidente, es la pérdida de su supremacía energética. Al mismo tiempo, esto podría suponer para economías y gobiernos vulnerables como Venezuela, Irán y Ecuador una eventual y profunda debacle económica.

Sin embargo, Rusia no parece dispuesta a dejar a la deriva estas naciones aliadas, entre las que se cuentan, aunque de manera no oficial, potencias geoestratégicas como Argentina y Brasil. Sus recientes acercamientos y conversaciones con los líderes de ambos países así lo sugieren, aunque luego del panorama que se ha dibujado tras la invasión a Ucrania, las relaciones diplomáticas han entrado en una especie de trance.

Impacto económico de la guerra en Latinoamérica

En la dimensión económica, resulta evidente que el creciente aumento de los precios del crudo y de los alimentos puede beneficiar en el corto plazo a los países exportadores de dichos rubros. Venezuela, Ecuador y Perú ya han empezado a beneficiarse del alza del petróleo, mientras que Brasil y Argentina lo ha visto evidenciado en los cereales. 

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No obstante, ese mismo incremento del precio del crudo ha traído consigo el aumento de sus derivados. Esto puede golpear seriamente las economías de los países centroamericanos y del Caribe, ya notablemente heridos por el profundo impacto del COVID-19.

Otro aspecto importante a destacar es que las sanciones a Rusia podrían reducir el acceso a su fertilizante. De dicho rubro depende en gran medida la producción agrícola sudamericana, la cual ya ha venido siendo debilitada por sequías sin precedentes en la región.

En Centroamérica, la consecuencia más notoria podría tener lugar en El Salvador, el primer país del mundo en adoptar el bitcoin como moneda de curso legal en septiembre de 2021. La marcada depreciación del valor de los criptoactivos por el actual conflicto bélico puede representar un golpe muy duro para la pequeña nación centroamericana, que además se encontraba a las puertas de emitir los “Bonos Volcán”, los primeros bonos de estado respaldados en Bitcoin.

Otras tres aristas de la guerra en el continente americano

Juan Gabriel Tokatlian, sociólogo y vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella en Buenos Aires, en declaraciones concedidas a CNN, identifica tres situaciones de importancia capital derivadas de las ondas expansivas del conflicto bélico en Ucrania. La última de ellas, quizá la menos divulgada, es la que representa un escenario que debería ser de preocupación global.

Una región fragmentada

Bajo el cristal de la diplomacia continental, la guerra ha demostrado un dramático nivel de fragmentación a lo largo de la América Latina, señala el sociólogo argentino. “Ningún comunicado oficial de ninguno de los países de la región coincide con el del vecino. No ha habido ningún acuerdo entre Argentina, Brasil y México, o entre Colombia y Chile, por ejemplo”. Como clara evidencia de esa fractura, la reciente declaración de la OEA en torno a la invasión rusa en Ucrania no fue firmada por Argentina, Brasil, Jamaica y Uruguay.

Los vínculos latinoamericanos con la OTAN

Tres países sudamericanos se encuentran indirecta pero significativamente alineados con la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN: Argentina, Brasil y Colombia. Los dos primeros son aliados extra OTAN de los Estados Unidos, condición que exige cooperación, provisión de materiales y recursos si fueren requeridos. No obstante, dichas exigencias no comprometen estratégicamente a dichos países, pues no están obligados a asociarse o cooperar en otras áreas.

Colombia, en cambio, es un socio global de la OTAN, lo cual le permite un marco de acción bastante diferente. Aunque tampoco reviste condiciones obligatorias, podría participar en operaciones militares, si así lo decidiera eventualmente, cuyo impacto en toda la región sería, cuando menos, alarmante.

Además, la escalada en las tensiones con su vecino país, Venezuela, supone un elemento de máxima importancia en el actual estado de fragmentación del continente, cuyos gobiernos han hecho uso de la guerra para avivar el enfrentamiento. Esta tensión tiene todo el potencial para convertirse en un escenario geopolítico delicado, que podría verse catalizado por el impacto de la guerra a escala continental.

El gigante nuclear dormido del Sur

Argentina y Brasil, los dos países más grandes y estratégicos de la región, son potencias nucleares con fines pacíficos. Si llegase a proliferar nuevamente la implementación de tecnología nuclear con usos distintos a los actuales, el continente podría tener que habérselas con una situación en extremo delicada y de máxima preocupación mundial.

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