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ProPublica muestra la realidad de los adolescentes migrantes que trabajan por las noches

Estos jóvenes migrantes tienen que trabajar de noche y estudiar de día para mantenerse a sí mismos y a sus familias. | Foto: Pixabay.
En su artículo, ProPublica habla sobre lo que muchos adolescentes migrantes viven en EEUU: largas jornadas, accidentes de trabajo y ningún tipo de protección.

En un artículo publicado el 19 de noviembre, ProPublica habla sobre la vida de los adolescentes migrantes que tienen que trabajar de noche para sobrevivir en EEUU.

Para realizar este artículo, el medio entrevistó a 15 menores de edad y también a algunos adultos jóvenes en Benseville, Illinois. Todos ellos han trabajado en fábricas o negocios bajo condiciones en las que las leyes federales y estatales hubieran prohibido su contratación.

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No queda otra opción para estos adolescentes

Aunque es un secreto a voces que en Estados Unidos muchas empresas contratan migrantes adolescentes de manera ilegal, nadie ha tomado medidas duras al respecto. Mientras tanto, los afectados no quieren levantar la voz por temor a represalias dado su estatus migratorio.

Los jóvenes entrevistados por ProPublica (todos de origen guatemalteco) llegaron a la Unión Americana para solicitar asilo. Al entrar al país, estuvieron en albergues mientras las deudas de inmigración se acumulaban.

Una vez fuera, el gobierno les puso una condición para darles el asilo: que terminaran el colegio sin meterse en problemas. Además, no pueden trabajar mientras estudian.

Estos migrantes han tenido que aceptar turnos nocturnos para poder asistir a la escuela durante el día. Sin embargo, las lesiones o el cansancio hacen que, en muchas ocasiones, tengan que abandonar sus estudios.

Pero abandonar el trabajo no es una opción. Sobre todo porque algunos de estos adolescentes todavía deben dinero a los “coyotes” que les ayudar a cruzar la frontera. Y, además, porque los padres de algunos de ellos tuvieron que pedir préstamos o empeñar hasta sus casas para que sus hijos se fueran.

Esto es en algunos casos. En otros, los jóvenes decidieron dejar Guatemala por la violencia familiar, por miedo a ser atacados por sus preferencias sexuales o por buscar a sus padres que llegaron a EEUU antes que ellos.

Y ya en Estados Unidos, las cosas no son más sencillas. Aunque sus tutores están obligados a cubrir los gastos de estos adolescentes, la realidad es que muy pocas veces lo hacen.

Ese es el caso de García, un adolescente que pidió cambiar su nombre por temor a perder su trabajo y afectar su caso migratorio.

García dijo a las autoridades migratorias que una tía se haría cargo de él. Aunque su tía aceptó, se lo dejó claro desde el principio: ella no podría mantener a nadie más. Así que García tiene que trabajar para cubrir sus propios gastos y mandarle dinero a su familia.

¿Quiénes les dan el trabajo?

Al igual que algunos de estos adolescentes, muchos migrantes consiguen trabajo en EEUU por medio de agencias de trabajo temporal.

Estas agencias reciben los documentos falsos de menores de edad. Además, ayudan a las empresas a no meterse en problemas por el estatus migratorio de sus empleados ya que ellas dejan de ser los contratistas directos.

Por otro lado, la ley federal limita el trabajo de menores de edad a 3 horas en día de escuela y 8 horas los fines de semana. Sin embargo, los adolescentes contratados por estas agencias suelen trabajar turnos de hasta 12 horas por 6 días a la semana.

Ellos trabajan en panificadoras, fábricas recicladoras de metales, empacadoras de carne o de dulces y otros lugares de riesgo.

“Miguel”, por ejemplo, tenía 15 años cuando trabajó limpiando tornillos y tuercas con químicos calientes. Muchas veces, las sustancias quemaban sus brazos. Pero él no se quejaba: daba gracias por tener dinero para mandarle a su hermana pequeña en Guatemala.

Además, no podía solicitar ayuda médica. Al igual que muchos otros adolescentes, no tenía seguro y la empresa no le otorgaba esos beneficios.

En estos casos, tampoco se quejan. Y, sin quejas, los departamentos de trabajo no pueden hacer nada.

Las escuelas se adaptan a esta realidad

Estos adolescentes necesitar terminar sus estudios. Por ello, acuden a lugares como la Escuela Secundaria Comunitaria York. Pero allí tampoco es tan sencillo.

Además de lidiar con el cansancio diario, integrarse a una comunidad donde la mayoría de las personas habla inglés no es sencillo.

Por su parte, algunos profesores intentan comprender a estos jóvenes migrantes que tienen que trabajar. Sin embargo, la labor no es sencilla cuando muchos de los estudiantes están atrasados en materias como matemáticas o ciencias.

Ahora, con la pandemia, la situación no es mejor. Algunos de los adolescentes toman sus clases desde los lugares de descanso de las fábricas, después de que se han convertido en el único soporte de sus familias.

Puedes leer el artículo de ProPublica completo dando click aquí.

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