Todos los presidentes de la República han deseado e intentado hacer una reforma tributaria que aumenten los ingresos del Estado para no depender ni del petróleo ni de la deuda como fuentes de financiamiento del desarrollo del país.
Es una realidad que México es de los países con menores ingresos tributarios en todo el mundo.
El gobierno mexicano recauda apenas el equivalente a 13.4% del Producto Interno Bruto, muy por debajo del promedio del 20% que recaudan los países latinoamericanos.
Y muy lejos del 35% que vemos en los países de la OCDE.
Durante años, allá por finales de la década de los 70 y principios de los 80, el gobierno se financiaba con deuda.
Hasta que en 1982 caímos en la insolvencia y México suspendió el pago de la deuda externa.
El descubrimiento de Cantarell, en ese mismo sexenio, el de López Portillo, permitió financiarnos con ingresos petroleros.
Pero eso también se acabó y hoy por hoy, los ingresos petroleros representan sólo 3.8% del PIB.
Frente a ese panorama, los requerimientos financieros del sector público llegaron ya al 54.7 por ciento del PIB y para 2021 la deuda total del país alcanzará el 59.8 por ciento del Producto Interno Bruto.
Por eso, en todos los sexenios se ha querido realizar una reforma tributaria que mejore esos números y evite la dependencia del endeudamiento y de los ingresos petroleros.
Lo intentó Vicente Fox, pero fracasó en una ruda pelea en la Cámara de Diputados.
Lo mismo pasó con Felipe Calderón cuando trató de dar los primeros pasos en favor de un IVA generalizado.
Enrique Peña Nieto hizo una tímida reforma tributaria en 2014 y López Obrador llegó con la promesa de no crear nuevos impuestos ni aumentar los ya existentes.
¿Qué pasa con la reforma tributaria?
Ningún mandatario de la época reciente ha tenido tantas posibilidades como López Obrador para realizar una reforma tributaria integral.
Su mayoría en la Cámara de Diputados, que ningún presidente ha tenido desde los primeros tres años de gobierno de Ernesto Zedillo, le abre la puerta para realizar esa reforma impositiva con la que han soñado todos los presidentes mexicanos en los últimos 50 años.
Hasta ahora, lo único que ha hecho este gobierno es tener un Sistema de Administración Tributaria más rudo, que raya incluso con el terrorismo fiscal.
Pero necesitan mantener la mayoría en la Cámara de Diputados para hacer una reforma tributaria que se convierta en una de las columnas de la Cuarta Transformación del país.
El único problema es que el presidente López Obrador no planteará un cambio impositivo donde todo mundo pague impuestos.
Sino, donde los ricos y las empresas sean quienes lo hagan para que el gobierno tenga dinero suficiente para financiar a los pobres.
Ese es el gran sueño de la 4T y por eso la mayor preocupación de AMLO no es ganar las gubernaturas de los Estados.
Su preocupación es mantener la mayoría en la Cámara de Diputados para hacer la gran reforma tributaria de la 4T.
Con esta, empresarios y ricos pagarán los programas sociales de este gobierno con más y mayores impuestos.
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