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Perspectivas | El Banco de México, con los dedos en la puerta

Perspectivas | El Banco de México, con los dedos en la puerta

Todos los pronósticos sobre la inflación han fallado. Ni ha llegado a sus máximos ni ha empezado a descender, y cada día se ve más lejos que en 2018 regrese a los niveles de 3%, como quiere el Banco de México.

El problema es que ahora la preocupación sobre la evolución de los precios se completa con una economía que se marchita y que en el tercer trimestre del año estuvo ya en cifras negativas.

Es decir, combatir la inflación con una mayor alza de tasas de interés pueden tener como costo hundir a la economía mexicana en la recesión.

La Junta de Gobierno del Banco de México, bajo la conducción de Agustín Carstens, actuó con la creencia de que, allá por junio, la inflación empezaría a dar la vuelta y con dicha creencia movieron las tasas de interés con enorme prudencia. Un tantito cada vez para no afectar el crecimiento de la economía y para no separarse mucho de lo que la Reserva Federal de Estados Unidos ha estado haciendo. Mover sus tasas aún con mayor prudencia que el Banxico.

Pero la inflación no respondió a la creencia de los miembros de la Junta de Gobierno del instituto central y en noviembre, una vez más, rompió los pronósticos. Creció mucho más de lo que se esperaba, 1.03% en un solo mes y llegó a su nivel récord de la última década, 6.63 por ciento.

Y, como cada mes que el alza de precios se va por encima de los pronósticos, hay una explicación racional. La de noviembre fue que el alza se debió a que finalizó el subsidio eléctrico de verano en diez ciudades de país.

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Como se ven las cosas, al Banco de México no le quedará más camino que subir la tasa de interés de referencia, aun cuando, con ello, presione más una economía que ya está en cifras negativas.

Tradicionalmente, el Banco de México pronostica bien la evolución de la economía y de los macroindicadores; pero con la inflación simplemente no le ha atinado. Y ahora dice que la inflación bajará a niveles de 3% para finales del año que entra, aunque todavía no se vean por ningún lado las señales de que eso sea posible.

Lo más seguro es que, cuando mucho, en 2018, en algún mes, la inflación dé la vuelta y que termine por niveles cercanos a cinco por ciento.

Bajarla a 3% significaría subir las tasas con rapidez y con ello llevar a la economía a la recesión, cosa que no es conveniente nunca y menos en medio de un proceso electoral.

Alejandro Díaz de León, el nuevo gobernador del banco central, no tendrá para nada un día de campo. Cumplió su sueño de ser el gobernador del Banco de México, pero en el peor momento. Lo que haga causará efectos que a nadie gustarán. Subir las tasas encarecerá el crédito de toda la economía y frenará aún más al crecimiento; no subirlas será abrir la puerta para que la inflación no regrese al 3% ni en el mediano plazo.

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