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Opción inesperada | Huberto Meléndez

Había una concurrencia fuera de lo común en la cooperativa de la comunidad, algunas personas salían contentas, porque recibían los remanentes de la comercialización del ixtle de palma y lechuguilla. Desde el inicio del año cada quien tenía una pequeña tarjeta de cartón y algunas familias disponían de una libreta en miniatura, donde cada vez que iban a entregar su fibra, el encargado anotaba ahí el número de kilogramos entregados. Conforme a la cantidad, cada año recibían dividendos, parecidos a las utilidades en las empresas.

Cuando cierta familia tuvo necesidad de dedicarse a ello, ante la falta de lluvias y otras fuentes de empleo, le negaron la tarjeta para registrar sus kilogramos vendidos. Se argumentó que no eran ejidatarios y por lo tanto, no eran socios de la cooperativa. Era un agravio como tantos otros que suceden en las familias vulnerables. Todos sabían perfectamente el destino de la parte correspondiente a los talladores sin afiliación.

Un muchacho terminó la secundaria y ocupó las vacaciones con sus primos, dedicándose a esa humilde y poco remunerable actividad. Recibió como préstamo las herramientas básicas, y las instrucciones para cortar las pullas, acondicionar un lugar debajo de un huizache, un mezquite o el tronco de algún arbusto (planta gobernadora, junco, hojasén), en el cual apoyar el tallador para despuntar y destroncar las hojas de la lechuguilla.

Terminado el verano pretendió seguir estudiando, pero las circunstancias familiares eran adversas. Sólo podía aspirar a ser obrero en una de las minas de la región, emplearse como cargador en una tienda de abarrotes, incorporarse de aprendiz en algún taller de carpintería, mecánica o albañilería, o dedicarse a las labores del campo.

El papá hizo esfuerzos extraordinarios para pagar la inscripción en una academia comercial.

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Se enteró de la apertura de una escuela Normal para beneficiar a la región ixtlera, en el norte del estado de San Luis Potosí.

El primer impulso del hijo fue negarse, pero recapacitó ante problemas económicos y pocas opciones disponibles.

El padre entró en contento por algo que él sabía de antemano, era una excelente oportunidad para su vástago, pues sería beneficiario de una beca para cursar la carrera de cuatro años, cubriendo las necesidades básicas.

Circuló la noticia entre la familia, se despidió de compañeros, maestros, primos, amigos, hermanos y padres con los ojos húmedos aguantando el llanto.

Llegó a la nueva escuela, donde encontró muchas cosas nuevas. Condiscípulos de los Estados de San Luis Potosí, Coahuila, Tamaulipas, Nuevo León y Zacatecas, todos con costumbres diferentes a las suyas, con sonsonetes diversos al hablar, con vocablos y personalidades inusuales. En la localidad había aun más novedades en la forma de vida, los alimentos y las costumbres.

Ironías del destino. En su momento la familia se vio restringida a los beneficios adicionales al producir ixtle y su hijo fue uno de los pocos beneficiados por la paraestatal y estudiar en la escuela Normal.