Este 02 de noviembre, millones de mexicanos celebraremos el Día de Muertos, tradición milenaria que es una manera de sentir cerca a los seres queridos que han partido al misterioso y fascinante “lugar de los muertos”.
Esta celebración está enmarcada por una bella tradición: el altar de muertos,que es una construcción simbólica, una muestra de cariño para honrarlos con una ofrenda en la que se disponen los platillos y bebidas que fueron las favoritas de las personas a lo largo de sus vidas.
Los elementos esenciales en la ofrenda son el agua, la sal, velas, veladoras, copal, papel picado, incienso, flores, retratos del difunto, calaveras de azúcar, comida, bebida y dulces.
En esta parte cabe destacar que un pedacito de nuestro campo, origen de los alimentos que nos dan vida, está ahí en la ofrenda y vemos que productos de nuestra agricultura como las flores de cempasúchil, calaveras de azúcar, frutas y comida de diferentes tipos, la engalanan, la llenan de una existencia única.
La tradición perdura gracias a que México produce todo lo que da vida a la ofrenda, por ejemplo: flor de cempasúchil 11 mil toneladas, calabaza de cáscara dura, poco más de 46,600 toneladas, naranja más de 4 millones de toneladas, tejocotes 4,300 toneladas, mandarina más de 269 mil toneladas.
Esta es una época de retornos, los vivos vuelven a participar en los preparativos de la celebración, las almas de los seres queridos regresan a compartir los alimentos que les ofrecemos con cariño, entonces, vivos y muertos están juntos nuevamente.
La muerte, debemos recordar, no es más que un paso a otra forma distinta de estar presente, ya sea en el recuerdo de quienes nos aman o bien en la herencia de una enseñanza de vida.
Texto vía: Sagarpa