Casi finaliza el sexenio y una vez más fue imposible romper ese círculo perverso de la economía mexicana, de elevada inflación y bajo crecimiento. Si bien nos va, el sexenio terminará con un crecimiento alrededor del 2% anual y una inflación arriba del 3 por ciento.
Es verdad que en estos seis años se consolidó el manejo responsable de las finanzas públicas, con ajustes en la forma cómo gasta el gobierno y con caída en la inversión gubernamental; al parecer, porque habrá que confirmarlo, con un freno al endeudamiento que se inició en el sexenio anterior, con claridad respecto a la importancia de mantener sólidos los fundamentos económicos y con reformas estructurales que, sin duda, abren expectativas favorables.
Gracias a estos esfuerzos, la economía mexicana ha resistido bien los choques externos de los últimos tiempos, aunque a estas alturas ha crecido el balance de riesgo hacia el futuro a corto y mediano plazos.
México tiene enfrente dos riesgos enormes. Un mal resultado en la renegociación del TLC y el proceso electoral y su resultado en 2018.
Por el lado del TLC está aumentando la percepción de que el asunto no terminará bien ante la necedad de Estados Unidos por introducir medidas proteccionistas al Tratado, lo cual podría obligar a México a levantarse de la mesa o que Trump termine con el TLC tan abruptamente como terminó el Tratado de París este mismo año.
Y aunque este escenario no sería una tragedia para México, sí provocaría turbulencias en el mercado cambiario y en el ánimo de los inversionistas, que traerían consecuencias tanto en la inflación como en el crecimiento.
Por otra parte, el proceso electoral del año que entra y su resultado también son factores de riesgo.
Hoy por hoy no tranquiliza el pleito interno en el PAN ni el surgimiento de una manada de candidatos independientes que apuntarían a un proceso electoral lleno de ataques y descalificaciones y, tampoco, que hoy, que el candidato con más posibilidades de triunfo sea Andrés Manuel López Obrador.
Un proceso electoral similar a una batalla campal no favorece en nada a la economía y a los negocios y, desde luego, un triunfo de Andrés Manuel López Obrador sería altamente desfavorable para el futuro de la economía mexicana.
López Obrador, se quiera o no, sigue siendo un peligro para México y su posible triunfo inquieta a los mercados, a los inversionistas y a las empresas, porque sus soluciones a los problemas se han quedado en las que se aplicaron en los años 70s y que produjeron 30 años de crisis y se asemejan mucho a las que se han utilizado en Venezuela y que han colapsado la economía de ese país.
El problema en sí es que estos riesgos ni se pueden minimizar ni existe una respuesta clara que los neutralice. Lo único que se puede esperar es que las autoridades hacendarias mantengan hacia 2018 el escenario que apuntaron en el paquete económico y que el cielo inspire a la Junta de Gobierno de Banxico en su toma de decisiones.
México ha resistido bien el impacto de los choques externos de los últimos años, pero es claro que en el futuro a corto y mediano plazos los riesgos son altos y las medicinas contra ellos no son tan eficientes como se desearía.
Hasta el próximo martes. Mientras, no deje de seguirme en mi página de FB. Perspectivas de Luis Enrique Mercado.