8 de diciembre de 2024

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Duarte se queda en la cárcel

Al final no pasó del susto y Javier Duarte de Ochoa, el ya no tan sonriente exgobernador de Veracruz, irá a juicio y éste lo enfrentará en prisión.

Luego de una desastrosa primera audiencia en la que la defensa del impresentable veracruzano convirtió un asunto de mero trámite en un serio cuestionamiento que exhibió aparentes debilidades en las acusaciones de los fiscales en su contra, las aguas vuelven a su cauce y desaparece el fantasma de una excarcelación que se hubiera convertido en el escándalo del siglo.

Porque, independientemente de que hay ya un buen número de exgobernadores estatales señalados como corruptos, el caso Duarte se ha convertido en emblemático en cuanto a la lucha contra la impunidad en nuestro país.

La relevancia de la investigación que hace unos meses publicó el portal Animal Político, en la que se reveló el complejo entramado de empresas fantasmas por medio de las cuales se disponían de recursos públicos o se lavaban dineros procedentes de actividades ilícitas, dio paso al gran escándalo de una administración estatal ya de por sí repleta de señalamientos y sospechas.

Y el todavía gobernador lo negó reiteradamente, incluso frente a la televisión nacional. Recordémoslo frente a Carlos Loret diciendo que dejaba la gubernatura de Veracruz para limpiar su nombre y atender las acusaciones en su contra.

Y luego, como en la película: “robó, huyó y lo pescaron”.

Al llegar de Guatemala la semana pasada y ser presentado ante un juez federal mexicano –lo cual suponía simplemente eso, una presentación- los abogados de Duarte lograron esparcir la percepción de que la Procuraduría General de la República no había preparado bien su caso, e incluso se dijo que el nuevo villano favorito de México podría quedar en libertad el siguiente fin de semana.

Pero el sábado pasado, y tras una larga audiencia de más de 11 horas, los fiscales llegaron –ahora sí- con documentación y elementos de prueba más estructurados, y lograron con ello que el juez considerara como suficientes las razones para vincular a proceso al acusado y así pasar a un juicio que podrá durar hasta 2 años.

O sea, que podremos ir y venir de las vacaciones de verano; podrá iniciar el proceso electoral 2018 y confirmarse o desecharse las alianzas y/o candidatos a la presidencia; podrá haber campañas y elecciones el año que entra. Y mientras todo eso suceda, Javier Duarte permanecerá encerrado.

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No podía ser de otra forma. Imaginen el costo político para la Procuraduría General de la República, cuyo titular quiere ser el primer Fiscal General de la Nación, y para el gobierno federal enfrentar la complejidad política que viene sin haber sido capaces de mantener en la cárcel a un ominoso símbolo de desfachatez, dispendio, crimen, corrupción e impunidad.

No lo concibo. Tuvimos 5 días de gran presión mediática ante la posibilidad –para mí nula desde el principio- de que Javidú volviera a sonreír al salir del Reclusorio Norte, donde afortunadamente permanecerá todavía un buen rato si no es que el resto de su vida, de encontrársele culpable.

Porque independientemente de nuestro enojo y desazón por este tipo de casos, no podemos olvidar que todavía no es declarado responsable de los delitos de delincuencia organizada y lavado de dinero, porque eso ocurrirá hasta que se desahogue un juicio que será largo y tedioso.

Mientras tanto, ya “guardado” Javier Duarte, la opinión pública volteará ahora hacia el otro Duarte –César, el de Chihuahua- para exigir que sea traído desde Estados Unidos y enjuiciado, como lo hará también hacia Tomás Yarrington para que sea extraditado desde Panamá.

Y los que se acumulen.

Yo me quedo con algo de optimismo en el que –a pesar de que el Sistema Nacional Anticorrupción nace sin brazos y con graves obstáculos enfrente- hay 16 exgobernadores sujetos a proceso, y 7 de ellos están en prisión.

Esto, créanmelo, era materialmente impensable hace no muchos años. No más de dos décadas.

Por eso, es ya un avance.

Este espacio tomará unos días de descanso, y volverá a publicarse, si mis generosos anfitriones editoriales me lo permiten, el próximo 7 de agosto.