El verbo declinar se repitió consistentemente en el escenario político nacional durante la última semana, en medio de constantes especulaciones durante la recta final del proceso electoral de este 2016.
El llamado que con tono de exigencia hizo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a los partidos de izquierda para sumarse a la candidatura de Delfina Gómez en el Estado de México, fue atendido solamente por el abanderado del Partido del Trabajo, pero a este episodio siguió la declinación sorpresiva del propio “Peje”.
Y es que “declinar” no significa solamente hacerse a un lado. El verbo también puede usarse en referencia a decaer, menguar o perder paulatinamente algo.
Eso es lo que parece estarle pasando a un irascible y poco empático López Obrador en los últimos días, donde lo mismo anticipa un fraude como única opción de que su alfil mexiquense pierda la elección, que truena contra periodistas que lo entrevistan, así se trate de la informadora que ha sido la más cercana o afín al movimiento del tabasqueño desde hace ya muchos años.
Algo vio Andrés Manuel en la campaña del Estado de México, donde todos los análisis coinciden en la posibilidad real de un triunfo morenista, que pareció haber perdido la serenidad, la misma que reiteradamente venía pidiendo a sus adversarios políticos, incluida la cada vez más extendida y generalizada “mafia del poder”.
El presidente de Morena, que será por tercera vez candidato a la Presidencia de la República, declina al reiterar errores que ya cometió en el 2006: soberbia, descalificación anticipada del proceso electoral, ultimátums tan insolentes como innecesarios para su causa y exabruptos que minan su innegable ventaja en la carrera presidencial.
Algo pasó con el de Macuspana que de pronto no supo sortear las dificultades a las que está acostumbrado, por ejemplo, las derivadas del apoyo del grupo de la maestra Elba Esther Gordillo a la campaña de la también docente Delfina Gómez, o de su agrio pleito con el gobernador de Veracruz, Miguel Angel Yunes.
López Obrador no es un improvisado. Sabe cuándo y cómo salir a los medios. Por eso resulta sorpresivo, por decir lo menos, que se haya salido de sus cabales cuando el periodista José Cárdenas le preguntó sobre su presunta alianza con la exlideresa del SNTE, sujeta a proceso penal y una de las villanas favoritas de las huestes pejistas y de su propio líder.
El Peje usó su mismo recurso de siempre, en el sentido de hablar de calumnias y complots, pero esta vez perdió las formas con un comunicador que le tenía que preguntar al respecto, como lo sabía el propio López Obrador de antemano.
¿Qué necesidad de estallar y sugerir mala fe en su entrevistador, al aire y en horario radiofónico estelar? Pudo haber hecho lo que muchísimas veces antes: ignorar y salirse por la tangente.
Hasta hace no mucho, AMLO usaba el “con todo respeto” para evadir cuestionamientos y hoy lo precede al franco regaño o hasta las lecciones de “periodismo independiente”, por supuesto aquel que no se atreve a ponerlo contra las cuerdas.
¿Qué pasa en el entorno de Andrés Manuel si incluso sugiere –en otra entrevista- que Carmen Aristegui ha asumido la misma línea argumentativa de su archienemigo Yunes Linares?
¿Qué pudo haber pasado cuando una de las “honrosas excepciones” de la “prensa inmunda” que lo ataca se suma de pronto a las fuerzas del mal en su contra? Y conste que esta pregunta la hago con sustantivos y adjetivos patentados por el propio López Obrador.
A poco más de un año de los comicios presidenciales, sin candidatos definidos con los que disputará la primera magistratura, la respuesta a estas preguntas parece situarse en los días previos a las elecciones en el Estado de México donde, declinaciones aparte, se anticipa un buen agarrón entre el priísta Alfredo del Mazo y la morenista Delfina Gómez.
¿Ya prevé AMLO que perderá? ¿O acaso lo que quiere es perder para evitarse meses de desgaste que implica gobernar la entidad más poblada y compleja de nuestro país?
No lo sé. Pero el líder Andrés Manuel López Obrador –tiene el liderazgo social, el de reconocimiento y el de las encuestas disponibles- ha declinado contra sí mismo y nos hace reiterar lo ya dicho: el peor enemigo de AMLO se llama Andrés Manuel.