23 de abril de 2025

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Fidel, entre el cielo y el infierno

Como ahora todo pasa en Twitter (aunque no se queda ahí), supe de la muerte de Fidel Castro Ruz al revisar mi “timeline” el sábado, muy temprano.

El comandante había fallecido ya entrada la noche anterior –paradójicamente el célebre comunista antiyanqui murió un “blackfriday”- y apenas circulaban en la red social las primeras reacciones, si bien los periódicos impresos hicieron su tarea y ya de madrugada cerraron sus ediciones con tan histórica noticia en sus primeras planas.

Uno de los tuits que llamaron mi atención señalaba precisamente que Fidel le “aguó la fiesta a alguien hasta cuando se murió”, en alusión al completo rediseño editorial que tuvieron que hacer los diarios casi a la medianoche de ¡viernes!

Otro, mostraba extrañeza de que en su TL no había encontrado aún algún “meme” sobre el deceso del líder cubano. Aún era temprano pero le mandé uno de los primeros que ya circulaba profusamente, donde se veía a San Pedro y al Diablo echándose un volado para ver quién de los dos recibía al anciano barbado recién llegado.

El primer mensaje y el gracioso meme resumen al fallecido personaje: rebelde permanente ante el mundo, pero dictador ante su pueblo; idolatrado por muchos, odiado por otros tantos.

Fidel Castro fue ícono de toda una generación que fincó en la revolución marxista-leninista el camino hacia un futuro mejor que nunca llegaría, pero cuya terca esperanza en muchos casos siguió abrazando la leyenda del líder cubano hasta su muerte.

Durante muchos años cantamos las canciones cubanas que hablaban de revolución, de causas justas, de nobleza política, de rebeldía frente al imperio. Y millones de jóvenes veíamos en Fidel Castro la figura que hacía posible aquellos sueños de igualdad socialista.

Contradicción, es la esencia de la vida de este histórico y mítico personaje que justamente un 25 de noviembre –el día de su muerte- pero 60 años atrás, zarpó desde el puerto mexicano de Tuxpan en la pequeña embarcación “Granma” para ir a su país, hacer la revolución, derrocar al tirano Batista, tomar el poder y permanecer ahí por décadas.

Contradictorio fue que tuviera en el México de la “dictadura perfecta” del PRI a uno de sus aliados desde el inicio de su aventura revolucionaria, cuando contó con la ayuda del entonces joven agente Fernando Gutiérrez Barrios, hasta la buena relación de su gobierno con los mandatos priístas incluso, y de manera especial, con Carlos Salinas de Gortari.

Contradictorio fue que le devolviera la dignidad a su pueblo tras años de dictadura represora, pero que en su mandato nunca dudó en emplear la mano dura y restringir libertades elementales so pretexto –para algunos razón- de mantenerse firme frente a la muy ruda ofensiva militar, diplomática y económica del poderoso Estados Unidos, distante tan sólo a unas cuantas millas náuticas.

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Contradictoria fue su relación con el régimen soviético, aliado económico y militar sin cuyo soporte seguramente la Revolución Cubana y el largo gobierno dictatorial castrista hubieran tomado un derrotero diferente.

Contradictoria, en suma, su figura de héroe opositor al imperialismo capitalista norteamericano, que sin embargo no encontró o no quiso buscar otras alternativas de desarrollo para su pueblo, arruinado tras la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría.

He estado en Cuba un par de veces. La primera, en 1984 y viajando solo, recorrí una Habana devastada por el embargo comercial, con sus fachadas descoloridas y un pueblo que ya mostraba síntomas de hartazgo por una revolución que les había dado educación, salud y comida (ésta cada vez más escasa) pero que los aisló del mundo y del desarrollo económico y social y que ancló sus expectativas en las decisiones de un solo hombre y de su férreo gobierno.

No podía creer aún entonces, que había lugares restringidos para los cubanos (tiendas y hoteles destinados sólo a visitantes), que había un ilegal mercado negro de dólares y que podías encontrar fácilmente personas que daban casi todo a cambio de algún artículo de limpieza personal o una simple prenda de vestir.

Mi segunda visita a la isla fue en 2008 y como parte de una misión oficial del gobierno mexicano que negociaba la deuda de ese país con el nuestro. Observé que ya fluía inversión extranjera a la economía cubana (sobre todo europea), pero era obvio que la esperanza isleña permanecía sepultada bajo un régimen que se negaba a cambiar.

Supe entonces por qué se decía que Cuba habría de visitarse antes de que Fidel Castro muriera, porque su figura paradójica era la que impedía un mejor porvenir para sus habitantes. El cambio se intensificó poco después y el comandante se retiró formalmente del poder, pero vivió unos años más, con su hermano Raúl como Presidente.

No me alegra la muerte de Fidel seguramente por esa nostalgia generacional. Pero espero regresar y recorrer un mejor país que el que visité en dos situaciones muy distintas pero francamente deprimentes.

Mientras tanto, esperemos el juicio que la Historia le depara a Fidel. El presumió que lo absolvería. Muchos creemos lo contrario.

Pero tendrá asegurado, lo tiene, un lugar en la cronología de la Humanidad. Para bien y para mal.