Habíamos visto a Andrés Manuel López Obrador en el templete de la plaza pública arengando a la multitud para que, a mano alzada, legitimara sus propuestas políticas.
Se hicieron costumbre las llamadas “asambleas públicas” convocadas por el Peje como candidato del Partido de la Revolución Democrática, primero, y como Presidente del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), después.
Escuchamos una y otra vez referirse a la “mafia del poder”, encabezada por el innombrable expresidente Carlos Salinas de Gortari, como los responsables de cualquier crítica a su movimiento y de las dos derrotas electorales que lleva a cuestas el político tabasqueño, indudable líder social pero político como todos y desde siempre, además de mal perdedor electoral.
Vimos cómo el pasado domingo presentó -¡otra vez!- su Proyecto Alternativo de Nación, que redefine el adjetivo “alternativo” porque a mi gusto es más de lo mismo: lo que hemos escuchado durante ya casi 18 años.
Nadie le pudo increpar (cómo hacerlo), cuando propuso aumentar los salarios por decreto, sin explicar de dónde saldrán los recursos, porque también reiteró que no se incrementará la recaudación fiscal ni se contratará nueva deuda pública.
No hubo quien le recordara qué pasaría con los recursos millonarios ya invertidos en la proyección e inicio de construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, para evitar que simplemente proponga que ese megaproyecto de infraestructura sea cancelado, al tiempo de dejar sin base aérea central al Ejército Mexicano, porque utilizaría la de Santa Lucía para terminal alterna.
Olvidó el Peje que no hay egresados de su fallida Universidad Autónoma de la Ciudad de México cuando, orondo, prometió a sus fieles seguidores que no habrá rechazados en los procesos de admisión de estudiantes a las instituciones públicas de educación superior.
Nadie se preguntó cómo si es tan fácil comprometer que 2.6 millones de jóvenes tendrán un empleo asegurado, ningún gobernante mexicano lo haya hecho antes.
¿A alguien se le ocurrió revisar las cuentas públicas para darse cuenta de que los recursos utilizados para la pensión a adultos mayores está creando un inmenso boquete financiero? Porque AMLO ofreció también incrementar este beneficio en un 100 por ciento. Doblete, pues.
¿Para qué quiere este hombre hacer un referéndum de revocación de mandato a los 2 años de su gobierno? ¿Será también una consulta a mano alzada? ¿Repetirá el ejercicio en el 2024 para apelar a la voluntad popular y mantenerse en el poder 6 o 12 años más?
¿Por qué se reduciría a la mitad su sueldo como presidente? ¿Por qué de una vez no se lo fija en 1 dólar, como ofreció ya Donald Trump?
Quienes aplaudieron el domingo el anuncio de que las reformas estructurales serán revertidas parecen olvidar que el sistema del que su líder es parte contempla que haya un Congreso cuyos miembros legislan y, por lo tanto, aprueban o derogan leyes. López Obrador parece confiar en que tendrá también control absoluto del Senado y de la Cámara de Diputados.
Y, ¡qué noticia! Andrés Manuel adelantó un cambio sustancial en la relación de México con los Estados Unidos de América. ¿No se dan cuenta que esa relación estadounidense cambiará con todo el mundo?
Pero lo mejor de todo, lectores, es la frase de cierre de su discurso, que no tiene desperdicio: “Es una dicha enorme formar parte de este movimiento para construir, aquí, en la tierra, el reino de la justicia y de la fraternidad.”
¿Reino? ¿Qué no éramos una república federal y representativa?
¿Quién será el soberano de ese reino?
¡Adivinaron!
Andrés Manuel López Obrador.
