En cierta ocasión se realizaba un encuentro académico entre los estudiantes de secundaria y mientras los alumnos contestaban sus exámenes en el aula de aplicación, dos maestros intercambiaban puntos de vista de sus trabajos. Uno comentaba las peripecias del traslado de su grupo. Que había recibido una llamada telefónica en la caseta del pueblo, en la cual se le notificaba que los estudiantes que representarían a su escuela, deberían estar presentes, a las ocho de la mañana en el lugar del evento.
Dijo haberse sentido angustiado, porque la distancia entre su plantel y la sede del concurso era de casi 150 kilómetros por un camino de terracería, el cual se recorría en poco más de 4 horas. El Director de la escuela y la mayor parte del personal docente estaban ausentes por ser domingo por la noche. No había autoridad escolar que asumiera la responsabilidad. Él decidió tomar la iniciativa, porque consideraba de gran importancia la presencia de su plantel en esta actividad que se realizaba una vez al año.
Esa misma noche estuvo localizando a los participantes casa por casa, solicitando el permiso de los padres para atender el citatorio. Con algunas peripecias consiguió parte del recurso para el pago de combustible. Tomó su camioneta muy de madrugada para lograr estar con puntualidad al inicio del compromiso.
Es notorio que cuando una persona se integra, por primera vez a un trabajo, llega con un gran entusiasmo, expresa gran disponibilidad y actitud que desborda generosidad para trabajar en el equipo al que se incorpora.
Al paso del tiempo, gradualmente es notorio que el promedio, en circunstancias similares adquiere una actitud ordinaria, con determinada indolencia y falta de compromiso.
¿A qué se debe que las personas cambian en los propósitos iniciales? ¿Qué factores influyen en que disminuya la gran expectación inicial? ¿Dónde puede adquirirse la noción de compromiso personal con el trabajo?
Podrían enumerarse varias hipótesis.
Quizá la formación profesional necesite fortalecerse para la incursión en el medio laboral. Probablemente se deba a la disponibilidad de una escala de valores humanos endeble en cierto grupo de personas.
Otra posible causa sea que el ambiente encontrado es poco favorable a potenciar las habilidades del trabajador, la mayoría de los grupos de trabajo está envuelta en una actitud ordinaria, hasta de egoísmo. Los equipos se ocupan poco en el desarrollo del potencial humano. El sistema es tan indiferente que las personas advierten indolencia en todas las áreas de servicio. Esto quiere decir que los que llegaron primero han contribuido en la conformación de un clima laboral inmerso en la indiferencia y la apatía.
Hace mucha falta que las instituciones educativas y de capacitación contribuyan a la formación de profesionistas con loable sentido de responsabilidad y amor al deber. Es necesario ocuparse de la educación y no sólo de la instrucción. Cuánta falta hacen personas con decoro que contribuyan a construir ambientes laborales sanos, en las que las personas encuentren oportunidades de realización y desarrollo en su talento.